Ay de los fifties en los Estados Unidos. Los años de la prosperidad inacabable con los Buick al alcance de cualquiera, del comunismo siempre acechante, de la inocencia televisada y donde una ama de casa del Upper West Side tiene todo para convertirse en un boom del stand up. Ese es el trampolín The Marvelous Mrs. Maisel. La entrega de ocho episodios que puede verse íntegra por Amazon Prime Video. Se trata del último proyecto creado por Amy Sherman-Palladino (Gilmore Girls), paquete bellamente presentado, con su toque sobre mujeres encantadoras y espolvoreadas de anarquía. A tan sólo dos meses de su estreno ya obtuvo dos Globos de Oro, tiene una segunda temporada en camino y le da aun más impulso a las temáticas femeninas en el mundo de la ficción televisada.
“Todos los que me conocen saben que soy planificada”, se presenta Midge Maisel (Rachel Brosnahan) en un monólogo improvisado durante su casamiento con Joel. La buena chica judía supo que quería estudiar literatura rusa a los seis años, cuál sería su corte de pelo definitivo a los doce, que iba a estudiar en la universidad a la que fue Katherine Hepburn a los trece, y que poco después conocería a su príncipe azul. Pero además de ordenada sabe cómo hacer uso de su lengua vertiginosa. Bajo ese manto inocente, la ficción se propone reflexionar sobre el rol destinado a las mujeres en su época. La chica que usa el apellido de su marido es una denodada ama de casa, con dos hijos y cocinera fabulosa. Y eso es solo el comienzo. Mantiene la misma talla que el día de su boda y es el sostén de su esposo, un fastidioso ejecutivo que ansía triunfar como humorista. “Perfecto”, es uno de sus latiguillos de Midge. Pero todo dejará de serlo cuando Joel la abandone por su secretaria. ¿La reacción de sus padres? Echarle la culpa a ella.
En plena catarsis, Midge irá hasta el club nocturno que frecuentaban y transformará su desengaño en una rutina de nuevo tipo. De hecho, acaba en la cárcel por indecencia al mostrarle sus tetas al público. ¿Con quien compartirá su asiento en el patrullero? Con Lenny Bruce, el alterador público número 1 del showbiz. El autor de Cómo ser grosero e influenciar a la gente cumple aquí el rol de espejo para la dama. Aunque es un espejo tipo tocador para llevar en la cartera. La serie exhibe la moral pacata de entonces con un tono entre naive y sarcástico. Su gran mérito es, precisamente, ese hervor humorístico, más que la supuesta incorrección de Midge.
“Cuando conocemos a Midge tiene todo controlado en el camino de su vida. Posee todo lo que había soñado. Y cuando su marido la deja, el color de rosa se destiñe y se ve forzada a mirar el mundo de una nueva manera. Entonces se le presenta esta oportunidad en el mundo de la comedia”, especificó Rachel Brosnahan. La actriz (que había tenido papeles secundarios en House of Cards y Manhattan), abraza el papel con garbo y soltura. En su interpretación, mezcla de la chispa de Lucille Ball con lo picante de Joan Rivers, reside otro de los encantos de esta serie. La secunda una corte de acompañantes bien delineados entre los que se destacan su madrina artística –Suzie– y unos padres tan conservadores como frenéticos. Su esposo Joel es un canchero bueno para nada, con ínfulas de comediante. Tiene a Midge de esclava. Es cierto que con el correr de los episodios el personaje abandona la macchietta y que sin él no podría motorizarse la trama.
¿Pero era necesario hacerlo tan pelmazo?
The Marvelous Mrs. Maisel es, por otro lado, una ventana para otear el universo cultural de esos años que anuncian la convulsión de los 60. En su coctelera hay beatniks, la escena folk & jazz del Greenwich Village y entertainers de distinta índole. La reconstrucción de época juega con el swing estético de las películas de Doris Day y le adosa una deliciosa banda sonora (Frank Sinatra, Perry Como, Connie Francis y Peggy Lee) que funciona como una pátina de memoria emotiva. Esa tónica de artificio genera un tono de irrealidad mordaz para el calvario que vive Midge. “Mi esposo me dejó en Yom Kippur y el rabino viene a comer a casa, es una buena manera de empezar el día”, dispara sobre el escenario del Gaslight, el local en el que se irá perfeccionando en el arte de importunar y reír. Como una cenicienta a la inversa, Midge será soberana por fuera de los corsets sociales. “La comedia no debería existir. Es como el cáncer o Dios”, le dice Bruce cuando ambos salen de prisión. Tras escuchar esa frase, Midge hace una sonrisita como la bruja de Hechizada y, entonces sí, se encomienda a su destino.