En una entrevista con una emisora radial de la última semana, el ministro de Energía, Juan José Aranguren, sorprendió al referirse al destino que él le habría dado a YPF en los 90 si hubiese estado en sus manos decidirlo. “Si hubiese sido por mí, yo habría privatizado YPF en dos partes, una con la refinería de La Plata y otra con la de Luján de Cuyo, y luego lograr que compitan entre ellas”. La manifestación generó lógica preocupación, dado que YPF, como petrolera estatal, está dentro de la órbita de las políticas que dependen de su área. Estará dentro de los planes del gobierno la alternativa de una reprivatización de YPF en esos términos? “Aranguren no habla necesariamente en nombre de lo que proyecta el gobierno, pero sí expresa la opinión del lobby de compañías petroleras que controlan el Ministerio de Energía y sus políticas, con Shell a la cabeza”, expresó un especialista en el tema al ser consultado por PáginaI12. El repaso de las políticas que el actual gobierno aplicó en YPF durante estos dos años (2016/2017) arroja como resultados una notable caída en la producción de crudo, reducción de las inversiones en exploración y explotación, consecuente pérdida de reservas y hasta un achicamiento en su participación global en el mercado de combustibles, además del abandono del manejo de resortes estratégicos del negocio en favor de grupos privados. Todo ello, sumado a que el gobierno de Mauricio Macri no se destaca justamente por desatender las inquietudes de las corporaciones empresarias de mayor peso, hacen del comentario de Aranguren sobre una YPF partida y privada, algo más que una simple reflexión de una charla distendida entre gente de confianza.

 No es un secreto para nadie lo que piensa el funcionario al frente del Ministerio de Energía sobre YPF: su presencia “dominante” le quita dinamismo al sector. Es la misma posición que sostuvo en sus tiempos de CEO de Shell Argentina incluso en momentos de máxima tensión política entre el gobierno y las empresas del sector (ver nota aparte en esta misma página: “Cartelización...”). Ni Aranguren ni buena parte del resto del gabinete imaginan una YPF estatal como lo que fue y nunca debió dejar de ser: una empresa testigo para regular las condiciones de un mercado donde los actores son principales grandes corporaciones internacionales, integradas verticalmente (extraen, refinan y comercializan) y donde la competencia directamente no existe. Una YPF que, además, lidere los procesos de inversión, extienda las áreas de exploración y sea la que, asociada al capital extranjero, le dé el lugar que le corresponde a este último dentro de un proyecto nacional. Distintas evidencias muestran que YPF fue perdiendo paulatinamente cada uno de estos roles a lo largo de estos dos últimos años. 

Federico Bernal, director del Observatorio de Energía y Tecnología (Oetec), asegura que las cifras de la evolución del sector de hidrocarburos en estos dos años “son alarmantes: la producción de petróleo cayó en un 6,3 por ciento, pero después de haber caído en 2016 otro 3,8 por ciento; cuando uno compara la producción de 2017 contra la de 2015 en cada una de las ocho provincias petroleras del país, se encuentra con que en todas ellas, sin excepción, la producción bajó. Y este es un proceso encabezado por YPF, que es la que tiene las principales concesiones en cada provincia. Este gobierno está destrozando las economías regionales, sobre todo las petroleras”.

Chubut, la principal provincia productora de crudo, extrajo en 2015 poco menos de 9,36 millones de metros cúbicos. En ese territorio, YPF comparte con Pan American Energy el predominio de producción (empresa cuyo representante en el gabinete de Aranguren, José Luis Sureda, renunció al cargo con fuertes discrepancias con la política manejada por el ex CEO de Shell). En 2017, Chubut sólo produjo 8,20 millones de m3, con una caída del 12,3 por ciento. La segunda y tercera provincias productoras de crudo con Neuquén y Santa Cruz, con niveles similares de extracción en 2015 (poco más de 6,6 millones de m3 en cada caso). Para 2017, la primera había reducido su producción en 6,6 por ciento, y la segunda en 12,7. Más atrás se ubica Mendoza, que de producir 4,60 millones de m3 en 2015 pasó a 4,48 millones en 2017 (baja del 2,6 por ciento). Las cuatro restantes tienen participaciones menores en la producción nacional, pero todas ellas también registraron caídas de producción en estos dos años: Río Negro (6,8 por ciento); La Pampa (18,2); Tierra del Fuego (11,2) y Salta (12,8). La información fue recogida por Oetec en base a datos del propio Ministerio de Energía. La federalización de la producción petrolera fue, precisamente, uno de los principales méritos atribuidos a YPF dentro de su historia. Fue la que inició la exploración –la perforación de los primeros pozos de búsqueda– en territorios donde aún no había producción. Luego, una vez descubierto el hidrocarburo, llegaban las inversiones privadas. Esta tarea fue prácticamente abandonada por YPF tras su privatización, y las consecuencias de esa caída fue lo que impulsó su renacionalización en 2012. A partir de ese año, como lo recordó Bernal, se inicia una recuperación acelerada primero en el ritmo de inversión y perforación de pozos exploratorios y de producción, y luego, a partir de 2013, un repunte en la producción y en las reservas. Pero este proceso se interrumpió con el cambio de gobierno, después de 2015. De allí el resultado negativo en la evolución de la producción. “YPF fue perdiendo en estos dos años su rol de liderazgo en el mercado no sólo con el recorte de inversiones y menor producción de crudo, sino que también redujo el 1,5 por ciento su participación en el mercado de combustibles, una franja del mercado que fue conquistada por Shell; se va corriendo paulatinamente de Vaca Muerta, a favor de la creciente de participación  de grupos como Total, Tecpetrol, ExxonMobil y la propia Shell”, advirtió Bernal.Otro aspecto en el que el perfil del sector hidrocarburífero cambió fuerte en estos dos años es que, a medida que se alejaba del autoabastecimiento, fue creciendo su dependencia del petróleo importado. Y ahí otra vez se observa el retroceso de YPF. “Por la caída de la producción local, las importaciones de petróleo crecieron 36 por ciento en 2017, que se acumula al 215 por ciento de aumento de 2016 con respecto a 2015. Es decir que en 2017 se importó, en volumen, un 329 por ciento más que en 2015” , apunta Bernal a Página 12. “Lo que además es muy serio es que, frente a esta necesidad estratégica, uno esperaría que fuera la petrolera estatal la encargada de garantizar ese abastecimiento. Pero no, YPF fue cediendo ese rol y hoy es Shell la principal importadora de petróleo del país”. “Pero no se conforman con la caída de la participación de YPF, buscan que desaparezca como empresa estatal”, señala Bernal, intentando una explicación sobre los dichos de Aranguren y los resultados que ya se ven de su política.