• El zenit, cenit o cénit es la intersección de la vertical de un lugar y la esfera celeste. Es el punto más alto en el cielo con relación al observador, y se encuentra justo sobre la cabeza de este (90°). La vertical de un lugar, o dirección de la gravedad en ese lugar, corta la esfera celeste en dos puntos. El punto diametralmente opuesto al zenit es el nadir.
     
  • Así, como tajeada al medio en el mediodía ella se encontró de pronto: la habían dejado y sus bártulos estaban a sus pies, en ese bar florido y poderoso con aromas a café y destilaciones festivas, perfumes de naranjas, tés de Oriente, incienso. Quiso quedarse allí horas. Pero el mediodía que dividía en dos la ciudad al mundo también la había partido al medio, su pecho rajado lloraba por dentro. Charly cantaba por el hilo musical: "....O me mates este mediodía, nena...". Y ella lloró, lloró tanto que el cielo se inundó de nubes y ya ni hubo sol; en cambio sí relámpagos y truenos, y nervaduras eléctricas que arrasaron la ciudad de la furia para siempre y solo quedaron ella, su bolsito bordó, su café  humeante y aún sentadita al borde de un precipicio donde no había nada ni nadie. Pagó y se fue, ya con las lágrimas secas. Charly le tiró un beso desde el aire.
     
  • "Companía de los ferrocarriles del Mediodía", había leído en un viejo libro de Geografía que señalaba el sur de Francia donde se hablaban cuatro lenguas distintas. El había imaginado ese lugar como sagrado, con viñedos, bosques, osos y nieve. Cuando lo visitó fue en verano y se tiró en la ladera de una montañita suave y durmió como Blancanieves hasta que el frío de la escarcha lo besó en la boca cuando ya era el amanecer del otro día.
     
  • Cuando éramos chicos esperábamos esa hora, fundamentalmente en el verano, en que el sol caía como una plomada. La hora sin sombra. Hora del Pombero y las polleras negras que pasaban como hálitos hacia umbrosos pasillos detrás de los cuales unas puertas se cerraban dejándonos afuera de su intimidad y con el pleno misterio de la siesta. Eran las monjas novicias que cerraban las puertas gigantescas del Cielo y se reían tapándose las boca de nosotros, los anhelos que intuían en  nuestras miradas corriendo por los pasillos del patio con durazneros y una fuente hacia sus madrigueras sin calor a rezar, a desnudarse, a entredormir quizás desveladas por nuestras miradas de lobatos hambreados e ignorantes del poder divino que otorgaría el pecado.
     
  • Es en el mediodía donde ocurren las cosas, las que a la luz del día pasan desapercibidas por no estar en la obviedad de las sombras: una escalerita que se abre con una puertita arriba y una dama que se descubre y se queda en enaguas pensando que no la ve nadie con su gato y toma el sol principiante de la primavera; un loco que sabe de su locura y se ha puesto a descansar bajo un árbol que le revelará toda la sapiencia perdida de este mundo perdido y se pone a hablar con las hojas; unos chicos que arman un inofensivo "charuto" a pleno sol y plena calle sin disimular nada; alguien que confiesa un crimen o una maldición o una felonía a su amada que nada puede hacer expuesta a la iridiscencia en el café con gente; un robo en un banco tan brevísimo como un rayo, una llamada para concertar un cita en los próximos quince minutos aprovechando que el marido está trabajando lejos en la hora del almuerzo. Repican las campanas del mediodía y todo es posible en la ciudad desnuda. Nace un niño, se va un viejo por la misma puerta giratoria en la mitad de la jornada exacta.
     
  • El político encumbrado, un insolvente criminal elegido por la gente hipnotizada da una conferencia improvisada a un puñado de micrófonos hambrientos: dice pelotudeces, exalta las mentiras y se sonríe sobrador. Arriba la cámara enfoca el mediodía justo en la esfera del reloj: sería revelador, mágico y justiciero que la aguja perfecta que está justo sobre su cabeza se desprenda del cabezal gigantesco y lo clave a la tierra, perforándole el corazón envenenado de mentiras.
     
  • Constanza Santos, una joven de 22 años, denunció en Facebook que dos policías mujeres la echaron de una plaza de San Isidro cuando amamantaba a su hijo Dante, de 9 meses. Además, dijo que en la Comisaría de la Mujer no le tomaron la denuncia. En declaraciones, detalló: "Me pidieron el documento y me dijeron que estaba prohibido amamantar en público. La policía más joven me agarró del brazo y me dijo: 'Te vas a tener que retirar o es resistencia a la autoridad'. Así que me fui con el bebé llorando". Para esos días se preveía una "Tetazo masivo" en repudio. A las 15 del sábado 23 de julio, pero cerca del mediodía, tetas, tetazas, tetitas al sol dieron en todo el país un saludo a la alegría de ser y un repudio a la estupidez.
     
  • Hay algo triste, de pensionado vip, de cárcel bien vestida en este restaurante que en los mediodías de la City porteña se llena de jugadores de timbas, financistas segundones, corredores de bolsa, ladronzuelos de uñas delicadas, de villanos fuera de la ley que los cobija. Tristeza infinita de una patria vomitada por ellos, a plena luz de este comedor para pollos enriquecidos y engordados con la granza de nuestros trabajos miserables.
     
  • Por el mediodía se suele hacer el ocupado, no atiende el celular o avisa que tiene una reunión importante, pero lo que hace es esconderse dentro de su auto, bajo una arboleda cerca del Laguito a oír a Charly García: "!Qué importan ya tus ideales!....", resuena el coro de Serú Girán y empieza soñar con un sábado azul, un mar en primavera y una vida peligrosa. "! ...O me mates este mediodía.....nena!....".
     
  • Son tres de familia y están bañando la moto como si fuese un animal mitológico. Se ríen y parecen estar de fiesta. "Lavadero" dice en el cartel chorreado a la cal. Cerca, otras tres personas de una familia del interior toman mate frente al cementerio y pellizcan un pan envuelto en papel strasa. Unos al sol del mediodía se están ganando el pan con desesperación por los cincuenta pesos que obtendrán. Otros vigilan los parientes muertos mientras la luz les cae en la mollera y no sienten nada, por el cansancio y la ausencia de cariño, alguno por el movimiento. Les sobra dinero y tiempo, mientras el mediodía los empuja hacia el centro de la tierra, muy cerca de los huesos de sus difuntos: los otros tres, mojándose por tan pocas monedas en cambio están tan vivos como este fulgor de otoño que baña el paisaje.
     
  • La hora detiene todo por unos segundos, se almuerza de prepo y se consume la última caloría en el cuerpo: un sandwich con un poco de gaseosa que cae dentro como un trompo, pesado y cautivo, sin morder ni degustar. Llenar un espacio vacío dentro del organismo, mientras se espera la siesta para empezar a laborar en la empresa que esclaviza y alimenta, que enferma y absorbe. Todo hasta uno de estos días ‑que nunca llega‑ en que se levante del almuerzo de mediodía y tome sus cosas y renuncie a la empresa. Un día de estos, un mediodía de estos, ya van a ver quien es.
     
  • El reloj que muestra las 12,30 transforma el aparato en una naranja partida al medio exacto. Dan ganas de comerse la fruta y tal vez comprender la frase aquella de "devorarse las horas" o el "tiempo se lo tragó", muy presente en la literatura romántica, en los relatores de fútbol y en el nostalgioso rock de los años ochenta.

 

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