Ambos ya tienen realizadas dos películas como directores: Jazmín Stuart, además de ser actriz y dramaturga, estuvo detrás de cámara en Desmadre (2012) y Pistas para volver a casa, mientras que Hernán Guerschuny, que estudió cine y es periodista especializado en el tema, dirigió El crítico (2013) y Una noche de amor (2015). La idea de escribir y dirigir juntos Recreo –que se estrena mañana– surgió casi por casualidad: “Fuimos a una avant première de un amigo en común y después nos pusimos a charlar de la vida, de los hijos, de las parejas, de un clima de época que sentíamos que nos invitaba a reflexionar y a pensar sobre un montón de cosas”, cuenta Guerschuny. A su lado, Stuart comenta del buen clima de trabajo que lograron los dos: “Fue muy fluido. No hubo una repartija de roles. Sí, hay distintas maneras de laburar que, por suerte, se complementaron muy bien. Cada uno tiene su manera de escribir y fuimos complementándonos”.
Recreo es una película coral: tres parejas que son amigas (la de Stuart con Juan Minujín, la de Carla Peterson con Fernán Mirás y la de Pilar Gamboa con Martín Slipak) deciden pasar juntos un fin de semana en una casa de campo. Todos rondan los cuarenta años y tienen hijos chicos y, en algún caso, adolescentes también. La idea era lograr una convivencia armónica, pero cuando comienzan a salir a la luz aspectos desconocidos para unos, y engaños para otros, todo pasa de castaño a oscuro. Se trata de una comedia dramática, donde la gente de cuarenta años puede llegar a sentirse muy identificada, pero el film de la dupla no construye ningún nicho etario y es por eso que también puede entender de qué se está hablando tanto un joven de veinte años como un adulto de sesenta. Recreo profundiza en la complejidad de la vida familiar, las dificultades y responsabilidades que implica ser padres, la fantasía de volver a la adolescencia, las cuentas pendientes y el tiempo que se escapa. Pero, sobre todo, focaliza en lo difícil que es sostener una pareja con el paso del tiempo.
–¿Es una película generacional?
Hernán Guerschuny: –Sí, definitivamente, aunque los temas de pareja y de personas que no se animan a quererse no son solamente de gente de cuarenta años. Pero sí la pensamos como una película generacional, en términos de que es gente que comparte un mismo momento muy particular que es el de tener hijos, una pareja que ya tiene varios años de convivencia, que heredó unos modelos de crianza, de matrimonio y monogamia que se ven en la incertidumbre de si son los mismos que hay que transmitirles a sus propios hijos o no. Hay un clima de época de poner en crisis todos esos modelos. No sabemos cuál es el mejor, pero sí sabemos que hay mucha incertidumbre en ese sentido. Los hijos que empiezan a crecer nos interpelan en ese sentido y estamos muy mareados respecto de si lo que heredamos como modelo es la mejor solución. Somos la primera generación de gente que todavía respetaba a sus padres, pero que nuestros hijos nos enseñan un montón de cosas. La noción de autoridad legítima estaba mucho más clara antes: era el padre el que sabía todo que lo que le transmitía a uno que no sabía nada. Hoy, eso se reconfiguró totalmente.
Jazmín Stuart: –Todo se está reconfigurando. Dentro de lo que es una pareja o de la estructura familiar se debate cuál es el rol del hombre, el de la mujer, qué es ser madre, qué es ser padre, qué es una familia y qué es una pareja. Todo está bajo la lupa en este momento. Y me parece que es una película que cae justito en este momento histórico y sin juicio porque todos los personajes tienen sus contradicciones y a cada uno de los seis se lo podría defender y juzgar. La película no tiene una respuesta. Tiene muchas preguntas. Lo interesante es que, por momentos, podés reírte y, por otros, ya no sabés de qué te estás riendo porque es terrible lo que está pasando, pero nunca te deja caer. Una de las virtudes que tiene la película es que no se plancha. Siempre hay algo sucediendo por momentos de manera más latente y, por momentos, de manera más explosiva. La sensación que te deja es un poco rupturista.
–Que la película haya sido escrita y dirigida conjuntamente por un hombre y una mujer, ¿permitió encontrar un equilibrio entre el punto de vista femenino y el masculino de la generación que hoy tiene cuarenta años?
J. S.: –Sí. Que los directores seamos un hombre y una mujer colabora con poder meterse en cómo funciona la cabeza de un personaje masculino o de uno femenino. Digo eso, aunque por nuestra naturaleza yo puedo viajar a lo que es la psiquis masculina y Hernán a la femenina. No existe esa rigidez, esa cosa bipartita no la tenemos, pero me parece que ayuda y que la película necesitaba esas dos miradas. También nuestras dos maneras de narrar. Nosotros, como cineastas, tenemos cada uno su propio estilo. Cada uno ya viene con un lenguaje o por lo menos con una intención de lenguaje y el hecho de que seamos los dos los que construimos esta historia, ayuda.
H. G.: –Además, no sólo teníamos muy claro qué película queríamos hacer sino que tenemos una característica como directores que no la tienen todos. Generalmente, están de un lado u otro: o privilegian la película y que tenga todos los elementos para que ese proyecto pueda ser lo mejor posible o están los que piensan ser directores y en su carrera. En ese sentido, los dos tenemos una actitud de aprender cada vez más, de buscarnos desafíos como directores. Y los realizadores que me gustan, en general tienen esa característica. Hacen películas muy distintas. Después, se pueden encargar de encontrar similitudes y estilos en sus obras, pero privilegian el proyecto a su apellido.
–¿Es también una película sobre el paso del tiempo? Porque, de alguna manera, la edad de los protagonistas indica prácticamente la mitad de la vida...
J. S.: –Sí, sobre la conciencia del paso del tiempo porque el tiempo pasa para todos, el tema es cuán consciente es uno. Y en estos personajes se siente como una urgencia de querer frenar un poco el tiempo. O de querer aprovecharlo, de querer exprimirlo, de poder vivir mil vidas en una. Con distintas intensidades y manifestado de distintas formas, según la naturaleza de cada personaje, hay algo en común que es la sensación de la finitud y de que la juventud se va. De hecho, hay escenas como la de la fiesta y el baile que es un intento desesperado de volver a la adolescencia por un rato. Es la fricción que existe entre el nivel de responsabilidad que uno maneja a esta edad y la necesidad de libertad porque uno sabe que cada vez va estar menos disponible físicamente y psíquicamente para vivir esa soltura. Lo que hay debajo de la película es la conciencia del paso del tiempo y la urgencia por seguir sintiéndose vivos que tienen los personajes.
–¿Las reuniones para celebrar entre amigos son el caldo de cultivo para salgan a la luz engaños y aspectos oscuros?
H. G.: –Cuando volvés a frotar dos piedras sale fuego. Este género medio francés de personajes un fin de semana en una casa, en general, lo que busca es poner en juego diferentes psicologías y cómo esa convivencia va a generar un montón de revelaciones, de manifestaciones, de cuentas pendientes o de cosas nunca dichas. Es casi un género que estructura una manera de contar una película para que empiece a exprimirse el conflicto.