Zulma, Martita y Estela se reúnen en la casa de Raquel a tomar el té y a jugar a la canasta. Hasta ahí, lo habitual. Pero esa tarde, un accidente doméstico altera la tertulia: “Bolitas”, el poco afortunado caniche de la anfitriona, muere luego de una presunta patada que le propina la empleada doméstica. Conocido el fatal desenlace, las mujeres deciden establecer una condena a través de un tribunal improvisado en el propio living de la damnificada en el que sacarán a relucir sus miserias y, sin buscarlo, expondrán sus secretos mejor guardados.
Escrita por Gonzalo Demaría, dirigida por Ciro Zorzoli e interpretada por Paola Barrientos, Alejandra Flechner, Eugenia Guerty y Susana Pampin, Tarascones transcurre su tercera temporada en el Teatro Picadero, luego de su paso por el Teatro Cervantes y una gira nacional. Con un texto escrito en verso, generosas dosis de humor y una magistral actuación del elenco, la pieza logra ser una radiografía caricaturesca de la clase alta local.
Fue Alejandra Flechner la primera en leer el texto y en generar la posibilidad de que la obra se montara en el Cervantes. “Me atrajo la idea de un elenco femenino, porque trabajar con mujeres es un espacio muy gozoso, de mucho entendimiento y facilidad para mí. Pero, además, me interesaba que la obra estuviera escrita en verso y tuviera humor. Me parecía que todas esas combinaciones tenían un atractivo y que el material era picante y podía ser explosivo en la situación escénica”, cuenta la actriz, a quien su interpretación de Martita le valió un premio ACE en la categoría Actriz Protagónica en Comedia.
Paola Barrientos se sumó más tarde a la propuesta para interpretar a Zulma, convocada por el director Ciro Zorzoli, a quien define como su “director fetiche”. “Si un material le parece viable a Ciro, yo me sumo, porque tengo una confianza ciega en su mirada”, asegura la intérprete.
–¿Cómo trabajaron el texto? ¿Que estuviera escrito en verso implicó alguna dificultad?
Paola Barrientos: –Yo pensaba que era algo complicado, pero finalmente fue un trampolín para el juego y cuando terminaba el ensayo seguíamos hablando en verso (risas).
Alejandra Flechner: –Sí, contra todas las fantasías de lo difícil que puede llegar a ser, nos resultó fácil de aprender. Lo interesante del verso es que son las palabras y la rítmica las que van habilitando la expresividad. El texto combina un verso de formas antiguas con un lenguaje mixturado que mezcla lo culto y lo popular, y eso hace que la obra no sea realista, porque nadie habla así. Además, contiene una cantidad grande de humor.
–El humor es fundamental en la puesta. ¿Qué importancia le adjudican como intérpretes?
P. B.: –El humor es un gran habilitador para poder decir y oír muchas cosas que de otro modo pueden causar rechazo.
A. F.: –Sí. Y también creo que no es espontáneo, sino que hay un pensamiento detrás de cada humorada. El humor es un mecanismo sofisticado de las personas que lo poseen y de los artistas que lo ejercen, pero tiene menos jerarquía que el drama, aunque artísticamente hablando es mucho más complicado hacer reír que llorar.
–En la obra también hay un componente de clase notable…
A. F.: –Sí. Las protagonistas hacen una defensa de su clase. Y creo que si hay algo –lo único– que debemos aprender de estos sectores es precisamente su conciencia de clase, porque la defienden a morir y ninguno se casa con quien no se tiene que casar. Son muy serios con eso. En las clases medias, en cambio, eso se va perdiendo.
P. B.: –Entre estas cuatro mujeres también hay diferencias, y cada una tiene una historia truculenta, pero todas quieren pertenecer y parecer.
A. F.: –Son señoras que están dispuestas a despedazar lo que se les ponga por delante, incluidas las amistades o los acuerdos matrimoniales. Eso demuestra que detrás de los grandes valores morales de clase existe la impunidad absoluta de hacer cualquier cosa para lograr lo que se pretende.
–Tarascones transcurre su tercer año en cartel y tiene una repercusión muy buena en un contexto crítico de la actividad teatral. ¿Qué evaluación hacen al respecto de esta situación?
A. F.: –Lo que ocurre en el teatro es lo mismo que ocurre en el país en el plano laboral, donde hay despidos y sueldos congelados. La situación económica es complicada y esta actividad no se escapa en absoluto de eso. El año pasado el teatro comercial sufrió lo mismo que sufre una fábrica que cierra.
P. B.: –Sabemos que nuestro caso, donde la sala se llena, no es la regla. Es clarísimo que el teatro no es una necesidad básica para ninguno, y por eso tuvimos la decisión política de habernos conformado en una cooperativa y producirnos nosotras para poder traer la obra al Picadero. Eso nos permitió tomar decisiones, entre ellas decidir el valor de las entradas arrancando con el mismo precio que manejó el teatro el año pasado y agregando una función los lunes con un precio popular.
–¿Dónde creen que radica el éxito de la pieza?
A. F.: –Con la obra lo que sucedió fue un boca a boca furioso. Cuando se arma ese fueguito es porque el que sale de ver el espectáculo lo hace con un entusiasmo más grande que el normal. Si bien la obra es una comedia, es algo no convencional dentro de la media del género en el teatro comercial, porque obras de living hay miles, pero este living es más deforme.
P. B.: –Cuando el público sabe que se va a reír y a divertir, y que además el texto es interesante, esa combinación vuelve atractiva a la propuesta. Por otro lado, valoro que sea una obra de un autor argentino, porque estas mujeres no son de clase alta de cualquier lugar, sino de acá, a siete cuadras (risas). Eso también genera una recepción y una empatía. Nos estamos acostumbrando mucho al teatro comercial con obras traducidas, donde tenemos que forzar el lenguaje y la problemática para que sean cosas que nos interesen a no- sotros y para que los problemas de los personajes se parezcan un poco a los nuestros. Y no sé si el público, después de ver la obra, se pone a pensar en la diferencia entre ver un autor argentino o una obra comprada y traducida, pero claramente hay algo de esto que impacta directo en la frente.
* Tarascones puede verse en el Teatro Picadero (Pasaje Santos Discépolo 1857), de jueves a lunes a las 20.30.