Romper el mandato familiar, no seguir los pasos de papá, enloquecer con las canciones de una radio rockera, agarrar la viola e irse de casa; próxima estación: la gran ciudad. Esa misma idea cíclica y transgeneracional de rebeldía iniciática rocker, la que Los Auténticos Decadentes convirtieron en máxima en La guitarra (“Yo no quiero trabajar, no quiero ir a estudiar, no me quiero casar, quiero tocar la guitarra todo el día y que la gente se enamore de mi voz”) y que Páez, Calamaro y García compartieron en La rueda mágica (“Todos ya nos fuimos de casa, para tocar rock and roll”), nutre la animación infantil Rock Dog.
De inadvertido paso por cines, ahora en Netflix presentada como Rock Dog: el perro rockero, esta película de origen chino tiene real atractivo para el público rocker: es que abandonar el hogar para irse a tocar rock en la vereda es, ahora, nudo narrativo de una película para chicos. De hecho, Rock Dog resulta una película para iniciar a los niños en tópicos y temáticas rockeras de un modo noble y sutil, sin el tono de consumo irónico de Escuela de rock.
Dentro de su historia central –el perro adolescente que no quiere cuidar cabras en la montaña, sino triunfar como songwriter, por lo que se sube al bondi del Himalaya y se marcha a la Metrópoli, donde contacta con rockstars, fans y bandas callejeras–, Rock Dog reparte guiños y citas rockeras. Hay banda sonora con Foo Fighters, Beck y Radiohead, y juegos de palabras con los nombres de personajes, como Angus, el rockstar al que le gusta caminar por su mansión, o Fleetwood Yak, el anciano sabio y hippón. Desde cameos de subgéneros rockers y punks extremos que resultan dulces y sensibles, hasta extraños momentos de rockeridad para iniciados, como el bullying propiciado por un guitar-hero que siempre busca tocar más rápido.
Quien la vea con niños, doblada al español, no extrañará las voces originales de actores de Hollywood (Matt Dillon, Luke Wilson) y podrá jugar al zoo-detective con este elenco animado de la fauna nativa asiática (el protagonista rocker es un mastín tibetano, el viejo gurú es un yak, el violero es un leopardo de las nieves, los villanos son lobos de montaña). Y tendrá excusas para contarles a espectadores sub-7 algo más sobre reggae, punk, estudios de grabación o guitarras eléctricas. Porque Rock Dog supone una fábula de iniciación rockera para niños, sí, pero para niños cuyos padres no ven el rock como algo peligroso o inconveniente, sino como un camino de identidad y un punto de encuentro entre generaciones.