Del total de hogares porteños, el 3 por ciento son de familias ensambladas. De ellas, casi la mitad (el 45,8 por ciento) está integrada “solo con hijos de parejas anteriores del jefe/a de hogar y/o de su cónyuge, mientras que en el 54,2 por ciento restante se suman, además, los hijos de la nueva unión”. El 77,8 por ciento de estos hogares está constituida por cónyuges de entre 30 y 49 años, algo que “se explica por la disminución de la edad al momento de la ruptura, lo que aumenta las posibilidades de reincidir y disminuye la edad al momento de formar la nueva pareja”.

En promedio, las familias ensambladas tienen 4,4 personas (mientras que los hogares nucleares completos están conformados, en promedio también, por 3,3 personas). El hecho de que se trate de hogares con más integrantes tiene un correlato negativo en la economía de esas familias: el ingreso per cápita familiar (IPCF) se reduce. Las familias ensambladas “registran en 2015 un IPCF promedio de 6.001$, mientras que en el resto de los hogares nucleares completos es de 8865”.

Por eso, casi tres cuartas partes de las familias ensambladas (el 68,4 por ciento) “se ubica en los quintiles más pobres (1 y 2), mientras que el 55,5 del resto de los hogares nucleares completos se ubica en los quintiles más ricos (3 a 5)”.