Uno de los doce cadetes internados por el maltrato recibido el primer día de clases en la Escuela de Cadetes de la Policía de La Rioja, en un entrenamiento bajo el sol del mediodía, seguía en estado gravísimo, internado en terapia intensiva. La situación del joven es tal que los médicos no están tan dedicados a las secuelas provocadas por la tremenda deshidratación (para doblegar a un joven sano de 19 años), sino enfocados en salvarle la vida. La Escuela de Cadetes de Policía ya había sido denunciada en otras ocasiones por los maltratos, aunque no hubo modificaciones ni llamados de atención. El plan de estudios depende del Ministerio de Educación, y la Escuela misma del Instituto de Seguridad, que forma parte del organigrama del área de Seguridad de la provincia. Organismos de DDHH planeaban presentar una denuncia contra las autoridades que hasta ahora no fueron alcanzadas.
En 2015, según reveló el periódico Rioja Libre, ya habían sido revelados maltratos en la formación policial. Un cadete había denunciado malos tratos. La respuesta del jefe policial Luis Páez, en aquel momento, ante las preguntas periodísticas, deja en claro por qué los uniformados terminan con la necesidad de matar al primero que se le cruza con mal talante. “No vamos a maltratar a alguien –aseguró Páez en 2015–, pero sí, tenemos reglas. Vienen a la policía de la provincia, no van a las carmelitas descalzas. Si quieren ser monjas, vayan a otro lado, necesitamos hombres y mujeres con formación cuando la mujer salga a la calle. El delincuente no se va a fijar si tiene pollera o pantalón, tiene que saber tirarse cuerpo a tierra y nadie le va poner un colchón”, ironizó Páez.
La ironía, en realidad, regresó en la forma de un tendal de alumnos deshidratados que no soportó el rigor impuesto y quedó descompensado. Para que un joven de entre 18 y 25 años, con buen estado físico y dispuesto a ciertos rigores, se deshidrate a tal punto que sus riñones queden secos y posiblemente queden inútiles, y con uno de ellos, tal como dijeron los médicos, este problema quede relativizado porque primero necesitan salvarle la vida, para que esto ocurra, el sometimiento al que fueron expuestos debe haber sido con una carga de odio brutal. Poner en riesgo la propia vida por una presunta vocación, en un mero entrenamiento, requiere anular el pensamiento y habituar a la respuesta reactiva, por reflejo. No se preguntan si podrán resistir el maltrato, puede que mueran; no se preguntan si hay que matar, puede que maten. La obediencia debida.
Referentes de DDHH consultados por este diario analizaban la presentación de una denuncia contra el ministro de Educación, Juan Luna Corzo, y contra el secretario de DDHH, Delfor Brizuela. Luna Corzo, responsable de autorizar el Plan de Estudio, el funcionamiento de la Escuela y la firma de títulos, “no puede desconocer lo que acontece dentro de la institución educativa”. Además, sostienen, muchos profesores son alumnos de tercer año y no instructores capacitados. Como en la novela de una escuela militar La Ciudad y los perros, de Vargas Llosa, el odio de las camadas de “veteranos” se descarga en un ritual iniciático sobre los recién llegados. Sólo puede pasar de nivel aquel que es suficientemente machote para bancar cualquier tipo de violencias sobre sí mismo. El autoflagelo como castigo tiene algo de eso.
En cuanto a Brizuela, entre 2015 y 2016 recibió denuncias del maltrato a los cadetes pero, según las mismas fuentes, “hizo caso omiso”.
Entre tanto, de acuerdo a lo informado en un parte oficial por el director del hospital Vera Barros, Sebastián Parisi, y la directora médica del hospital, Silvana Ocampo, dos pacientes de 19 y 25 años “permanecen con pronóstico reservado (problemas en los riñones) mientras que uno de los cadetes de 18 años continúa con estado crítico”.
Otros siete cadetes estaban internados en terapia intensiva, tres en observación y otros dos en la guardia, todos ellos en el hospital Vera Barros.
De acuerdo a lo informado en un parte oficial por el director del hospital, Sebastián Parisi, y la directora médica del hospital, Silvana Ocampo, dos pacientes de 19 y 25 años “permanecen con pronóstico reservado (problemas en los riñones) mientras que uno de los cadetes (Emanuel Garay), de 18 años continúa con estado crítico”.
El parte agrega que cuatro pacientes, dos jóvenes de 20 y 26 años, y dos mujeres, de 19 y 26, “evolucionan favorablemente “.
Asimismo, dos mujeres, de 23 y 25 años, y un joven de 21, internados en el servicio de Clínica Médica del centro de salud, “se encuentran respondiendo a los tratamientos médicos con buena evolución”.
“En el Servicio de Guardia central, permanecen en internación dos de los cadetes, una femenina de 21 y un masculino de 19 años con buena evolución clínica y se les realiza estudios de rutina”, expresaron los médicos en el parte oficial, por cierto, con léxico de patrulleros.
Habían ingresado a última hora a la guardia del hospital otros tres aspirantes, de 22, 23 y 28 años, quienes “fueron atendidos y decidieron el alta voluntaria”.
Lucía Oropel, hermana de Luis, uno de los cadetes, señaló a la prensa que el cuadro de su hermano “es grave, por ahora está con diálisis porque no responden sus riñones y de no responder los mismos, podría dializarse toda su vida. Hubo mucha exigencia física y no estuvieron hidratándose”, manifestó la joven, quien agregó que su hermano “estaba muy entusiasmado con la carrera de policía y la verdad que el sueño se murió el primer día”.
La familia del joven realizó la presentación ante la fiscalía correspondiente y Lucía contó que “recibió el llamado del ministro de Gobierno a cargo, Juan Luna, para interiorizarse del estado de salud” de su hermano.