El Durazno tiene el nombre de su río, y su belleza. Sin embargo, quien llegue por primera vez antes de enamorarse del agua será conquistado por las siluetas que se van superponiendo en distintos tonos de verde. Todo el recorrido hasta el paraje fascina. Bendecido por su multiplicidad de matices, el lugar ya promete algo especial. El pasto bien corto se ondula frente a la vista y hace suponer que el nombre refiere a la piel de un sabroso durazno. Pero basta llegar para descubrir que se trata de otra cosa. Este rincón cordobés ofrece, además de lomadas, un río con aguas verdes y bien cristalinas. Se destacan espectaculares cajones de agua, un sinfín de tranqueras que custodian moradas privadas, y la intención de sus habitantes de que el lugar no crezca.
CALMA EN LA SIERRA Si se busca descanso en la naturaleza y mucha tranquilidad, se ha llegado al destino indicado. Por donde se mire habrá verde para el regocijo de la vista. La contracara es que El Durazno no es el lugar para quien busca toda las noches dar una vuelta al perro, ir a comer lugares diferentes o ver mucha gente.
Escondido en el departamento cordobés de Calamuchita, muchos descubren este paraje porque hacen base en la conocidísima Villa General Belgrano o en Yacanto, y desde allí buscan nuevos horizontes. Este es uno de ellos, con el as en la manga de sus cajones de aguas verdes para impresionar al viajero. Las ollas de El Durazno ostentan, en algunos casos, más de seis metros de profundidad. Su color y el entorno son prístinos y se diferencian de otros lugares de la enorme y hermosa Córdoba.
Se encuentra al pie de la Sierra de los Comechingones, cruzado por el río homónimo. Siete kilómetros lo separan de Villa Yacanto, el pueblo vecino más cercano, 36 de Santa Rosa de Calamuchita, y 138 de Córdoba capital. El río que da nombre a El Durazno nace en la ladera este del cerro Champaquí, un clásico de los trekkers y escaladores, a más de 2500 metros sobre el nivel del mar. En su derrotero despliega cascadas, saltos, ollas profundas y remansos con playas arenosas. Estas aguas son de deshielo, frías y cristalinas, ideales para practicar pesca con mosca y señuelos. Como en toda la región de las sierras de Calamuchita, esta actividad es con devolución obligatoria.
El oxidado censo de 2010 dice que allí viven 100 personas: casi 10 años después sabemos que hay más, pero aun así estamos hablando de un paraje. El Durazno cuenta con tres campings, una posada con proveduría y restaurante, un hotel boutique, varios complejos de cabañas y casas de alquiler. Los habitantes lo dividen en dos: la zona urbana, que cuenta con luz, y la zona rural, es decir la periferia aún sin electricidad. En la primera están las cabañas y las provedurías, que hoy ya son tres más la del camping. La reciente llegada de la luz eléctrica -inaugurada en diciembre de 2013- además de mejorar las condiciones de vida de los pobladores impulsó el surgimiento de nuevos emprendimientos turísticos.
Entre ellos, Posada El Durazno cuenta con restaurante, bar, proveduría y bajada propia al agua. Brinda en su predio camping, cabañas y habitaciones. Por su parte Patios de El Durazno se levantó en la casa más emblemática del paraje y es la opción más lujosa. Cada una de las habitaciones de la hostería fue ambientada por una decoradora; cuentan con piscina, hamacas paraguayas, cocheras, pulpería, heladería y venta de artesanías. A veces alguno de estos alojamientos ofrecen algún espectáculo nocturno a la gorra. Otras propuestas tradicionales, en complejos de cabañas sobre el río, son La Quimera (como opción económica), Kalahuasi y La Cigarra, con piletas y muy bien decorada. Y si se quiere la mayor privacidad de una casa, se puede alquiler La Josefina, que tiene todas las comodidades.
NATURALEZA LENTA Todo es según del color del cristal con que se mire: a unos les bastará con pasar el día para conocer este paraje encantador; a otros los invitará en cambio a una estadía más larga. Quien llegue por primera vez no tardará en descubrir que hay dos paradores y que las opciones para pasar el día son las playitas donde hay más arena, o los cajones donde se puede nadar holgada y tranquilamente.
Para quienes prefieren una estadía más larga y quieren sumar propuestas están las cabalgatas de Walter, que ofrece con sus caballos paseos de distinta duración. También se alquilan kayaks, cuatriciclos y hay algunos lugares para ver artesanías locales. En los cajones de agua también se puede bucear y disfrutar del mágico mundo del agua.
Para los amantes de la naturaleza, el ritmo lento y las caminatas, nada mejor que perderse en el bosque siguiendo o no la margen del río. Mirar raíces, troncos, ramas, detenerse en los detalles de la naturaleza viva. Intentar ver el cielo entre el tupido follaje. Adentrarse en la naturaleza, respirarla y sentirla. Hay caminatas guiadas, excursiones en 4x4 y visitas a granjas de animales.
Pero si se quiere un poco más de aventura, tampoco falta: hay trekkings con guías al cerro Champaquí que duran casi el total del día; otra opción son las flotadas a La Florida.
La novedad de la zona es que comienza a haber algo de wi-fi… pero incluso así el pueblo garantiza verdaderamente la desconexión. Los pioneros que hayan ido ya hace algunos años se sorprenderán gratamente encontrando una mejor señalización y las calles bien mantenidas, un detalle fundamental dado que los turistas llegan en un altísimo porcentaje en auto y quieren volver el vehículo en buenas condiciones.
A la noche, el plan es disfrutar de uno de los cielos más estrellados que tiene nuestro país y escuchar a la naturaleza que sigue viva en la oscuridad. En la zona habitan zorros, liebres, tucotucos, comadrejas, armadillos, escuerzos, perdices, zorrinos, patos criollos, jotes, lechuzas, loros, halcones peregrinos y pumas. También se avistan cóndores. Y si se quiere conocer otros lugares parecidos en la siempre bella Córdoba, están los parajes vecinos de Pinar de los Ríos y San Miguel de los Ríos, que se funden con El Durazno en un paisaje muy similar.