Antes de subir el telón del Cosquín Rock 2017, su creador, José Palazzo, advirtió que si esa edición no generaba pérdida, se desnudaba. Pero nunca se supo si cumplió con su promesa. “No me endeudé en la edición pasada y para este año no voy a hacer la misma promesa porque va bastante bien”, reconoce uno de los productores de recitales más importantes y kamikazes del país. “Además, sería un acto desagradable que la gente me vea desnudo. No se lo merece”. En sintonía con el año anterior, y tal como viene sucediendo desde 2011, el inminente capítulo del festival de manufactura cordobesa se llevará a cabo en el aeródromo de Santa María de Punilla. Aunque, en vez de tres días, en esta ocasión se hará en dos: hoy y mañana. “Si bien lo achicamos, estamos gastando la misma plata que si fuera en tres o cuatro días, porque el armado cuesta igual. Lo que pasa es que cuando sumás una fecha, amortizás los costos”, justifica este abogado devenido en figura del rock argentino. “El cambio también tiene que ver con que homenajeamos el nacimiento del festival, que se hizo por primera vez el 10 y 11 de febrero de 2001 en la Plaza Próspero Molina”.
–¿Cómo afectó la inflación en su armado?
–A pesar de que invertimos más dinero en la programación de este año, la inflación es una cosa que nos sacude fuerte. En este caso, no sólo fue eso, sino también la suba del dólar. Nos modificó mucho la aguja. Y hemos tenido que trabajar atentos a esos factores. Es un desafío muy importante porque vamos a gastar 58 millones de pesos en producción y para recuperarlo, con un ticket promedio de 800 pesos, tiene que haber mucha asistencia, además del ingreso por auspiciantes y de lo que genera la gastronomía. Más allá de las vicisitudes económicas, Cosquín Rock se sostiene en el tiempo porque es un clásico, tiene coherencia y el público lo acompaña. Esta será una edición muy compacta en la que no habrá respiro. Armamos una grilla muy fuerte, como si se tratara de dos festivales por día, para que la gente pueda disfrutar desde temprano. Esperamos que sea una oportunidad única y que marque un nuevo rumbo dentro del evento.
–Ese punto de inflexión ya se notó en 2017, cuando sumó en el festival dos escenarios dedicados al indie argentino. Si bien en aquel entonces la propuesta fue tratada como un experimento, en esta edición esa escena tiene peso propio.
–Debido a que creció mucho, habrá un gran abanico de grupos y solistas de esa movida, así que estará lo más importante del indie y del pop argentino de este momento. Hay una camada de artistas jóvenes que marcaron un punto de inflexión, así como otros que llevan siete años de actividad, y todos ellos van a estar representados. Este Cosquín Rock, al igual que el del año pasado, tiene pinceladas de cosas interesantes que a mediano plazo podrían terminar siendo nuestros principales referentes musicales.
–¿Le costó adaptarse al cambio de paradigma de la escena?
–Adrián Dárgelos y mi hija Agustina me dijeron que era un “cabesaurio” porque tengo la cabeza cuadrada, y sólo puedo escuchar Pappo, Black Sabbath, Led Zeppelin y AC/DC. Y tienen razón. Pero también soy una persona que escucha mucho a los que saben. Entonces, para esta programación convoqué a gente que conoce de indie, pop, reggae y heavy metal, y le propuse armar un equipo de trabajo. Al mismo tiempo que ellos me asesoraban, me puse en contacto con los lugares en lo que estos artistas tocaban para ver la repercusión que tenían. Y por eso logré armar dos escenarios con un poquito de lo que está viviéndose en este quiebre de la música argentina.
–Esa renovación de artistas y sonidos proviene en buena medida de otras ciudades del país, por lo que es una de las primeras veces en que Buenos Aires mira a las provincias. ¿Cree que Cosquín Rock contribuyó con ese proceso?
–Tenemos una gran responsabilidad y una problemática. Pese a que somos del interior, demostramos que el festival tiene la tendencia de proyectar lo que sucederá este año y de sintetizar lo que pasó en el anterior. Por lo que montar un evento con esas características te obliga a prestarle mucha atención a la movida que está abajo. El Mató a un Policía Motorizado, Los Espíritus, Louta, Luca Bocci, Usted Señálemelo y Perras on the Beach generaron en sus nichos lo que reflejamos en la programación de 2018.
–¿En qué se basó la curaduría de los escenarios principales?
–Además de reflejar lo que fue el 2017 y lo que se viene en 2018, tuvimos que convencer a artistas muy populares, como Las Pelotas o Ciro, para que toquen temprano y menos tiempo, lo que no fue fácil. Aprovechamos la reunión de Ratones Paranoicos, y le dimos la oportunidad a Guasones y Los Gardelitos para que sean protagonistas. También mostraremos a grupos que crecieron mucho, entre las que destaco, aparte de El Mató a un Policía Motorizado y Los Espíritus, a Sueño de Pescado y Nagual. Será la consagración de El Bordo y la vuelta de Skay Beilinson, mientras que Las Pastillas del Abuelo cerrará la primera fecha.
–¿Y por qué la apuesta internacional la fundamentó en Residente, The Offspring y Creedence Clearwater Revisited?
–El show de Residente es tan impresionante que no quería que la gente se lo perdiera. De hecho, hizo un esfuerzo para venir hasta acá porque le rompí las bolas. En el caso de The Offspring, será su único recital en Sudamérica. Me pareció muy piola tener una remembranza del punk californiano. Y los Creedence, con esta formación donde están el bajista y el baterista históricos, influyeron tanto en el rock argentino que la gente no se imagina el peso que tienen en La Renga, Ojos Locos o La 25. En el escenario temático reggae estarán Don Carlos, uno de los referentes vivos más importantes del género, Andrew Tosh con los Pericos, para conmemorar los 30 años de la muerte de Peter Tosh, y Roddy Radiation, violero de los Specials. Y en la Casita del Blues hay varios gustos. Estoy muy orgulloso de lo que logramos armar.
–El año pasado, tras 17 ediciones, exportó Cosquín Rock a otros países latinoamericanos. ¿Repetirá en 2018?
–El proyecto comenzó como una gira, y fue tan exitoso en México que nuestros socios de allá, de Perú y Colombia nos propusieron que fuera un festival permanente. El tiempo dirá si se puede mantener o no. Vamos por nuestra segunda edición en América latina. Estoy convencido de que a mediano plazo Cosquín Rock será una marca latinoamericana. En el resto del continente, el rock argentino goza de un gran prestigio.
–Eso era en el pasado... ¿Ahora cuál sería su parte médico?
–El rock argentino está saliendo de la meseta en la que vivió los dos últimos años, donde las bandas nuevas no tenían el empuje para ser populares. Pero eso cambió. Así que goza de muy buena salud.
–¿Y cree que la cultura del aguante, que tanto daño le hizo a la escena, desaparecerá con este recambio?
–Soy fanático de las celebraciones. Me encanta ver a la gente saltando y haciendo pogo, pero no me gusta la idea del aguante. Me parece que tiene un límite, que debe ser el raciocinio. Y cuando ese aguante por una banda o un músico pone en peligro a otras personas, eso se convierte en delito. Una vez que eso sucede, estamos todos comprometidos.