El objetivo no está formulado así. Pero se desprende de la actitud concreta: que el panperonismo vuelva a ser peronismo. O sea: que las identidades peronistas, fragmentadas en 2003, en 2011, en 2013 y vueltas a fragmentar después de 2015, converjan en una propuesta política peronista. Y que después la propuesta logre sumar aliados. Ése fue el tono del encuentro que peronistas de varios palos realizaron el jueves en la Universidad Metropolitana para la Educación y el Trabajo. Lucían contentos. Para otro peronista no hay nada mejor que otro peronista. A veces.
La construcción se inició con pequeñas roscas que no fueron secretas pero sí discretas. Como corresponde. Todo en su medida y armoniosamente. Comiendo, porque no hay política en ayunas. El año pasado una cena y un almuerzo juntó a Daniel Filmus, Víctor Santa María, Agustín Rossi y Jorge Taiana (por el kirchnerismo) con Alberto Fernández y Fernando Chino Navarro (por el randazzismo) y con Felipe Solá y Daniel Arroyo (del Frente Renovador de Sergio Massa). No es que Cristina Fernández de Kirchner, Florencio Randazzo y Sergio Massa impulsaran las roscas. Uno de los tres (Massa) incluso podría estar en desacuerdo. Lo que sucedió es que fueron conversando y acercándose dirigentes con peso propio y una serie de rasgos comunes:
- Son disciplinados en sus espacios pero no verticalistas.
- Consideraron que la mitad del mandato de Mauricio Macri ya era un buen momento para cambiar llanto por análisis.
- Tejieron una buena relación personal y política en la Cámara de Diputados.
- Tienen experiencia de gestión estatal o social.
- No gobiernan distritos, lo cual les da menos gigas de disco duro pero les permite pensar un peronismo con (¿será delito usar la palabra?) más memoria RAM.
- Son caras conocidas, con historia, y en el caso de los porteños Santa María como presidente del PJ ya había convocado en la Capital Federal las PASO con todos adentro que CFK evitó en 2017 para el territorio bonaerense.
- Los K no son ultra K. Los no K no son anti K.
- Ninguno piensa que la candidatura presidencial del 2019 deba definirse ya. Ninguno cree que haya hoy un número puesto (o númera puesta) que sí o sí debe encabezar la fórmula.
- No subestiman la capacidad macrista de construcción y de destrucción como fuerza política y como elenco de conducción del Estado y a la vez afirmar que su objetivo es pelear.
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In pectore
A nivel de dirigentes el encuentro de la Umet tuvo dos agregados importantes respecto de las comidas previas. Son los que cerraron la última mesa del día. Uno fue Gustavo Menéndez, intendente de Merlo y presidente del Partido Justicialista de la provincia de Buenos Aires. Otro Alberto Rodríguez Saá, gobernador de San Luis. Los dos tienen territorio. Merlo, en el Conurbano, supera los 500 mil habitantes. San Luis, en Cuyo, se acerca a los 500 mil habitantes. Ambos conocen las ventajas y las desventajas del hardware.
“El Alberto”, porque nadie llama de otra manera al hermano de "El Adolfo”, le puso picardía y plan al cierre.
Picardía: “Cuando nos preguntan si los peronistas tenemos candidato para el 2019 no digamos que sí, porque los otros que se sienten candidatos se van a enojar. Tampoco digamos que no, porque van a pensar que no queremos competir, que entramos en la variante de un peronismo que no tiene 2019. Digamos que cada uno tiene un candidato in pectore”.
Plan: “Hablemos con el pueblo peronista en cada lugar, digámosle que hay 2019, sepamos que el peronismo es el lugar donde el pueblo deposita sus sueños, contagiemos entusiasmo, discutamos un programa, unámonos, entusiasmemos al resto de los argentinos y recién después, en unos meses, establezcamos las reglas de juego para competir”.
Como dijo uno de los presentes, en 2019 la política se hará sobre bienes escasos, porque siempre las candidaturas lo son frente a los postulantes, y las riñas serán inexorables. Buena oportunidad para aprovechar el 2018.
Espacio
Sin mesas largas ni asado, igual los organizadores se las ingeniaron para conseguir una dinámica espacial de rosca que se transmitió a todos los presentes. Afuera había 37 grados. Adentro, en la Umet, el aire funcionaba pero la multitud subía la temperatura. Hubo mesas con temas. Trabajo, economía, seguridad ciudadana y peronismo, por ejemplo. La entrada era libre. Y durante siete horas, entre las 14.30 y las 21.30, cualquiera podía hacer lo que quisiera. Asistir a una mesa y discutir, por ejemplo. Juntarse en los pasillos y cambiar figuritas. Saludarse. Registrar estados de ánimo. Reírse del otro/otra y de uno/una mismo/misma para aflojar las tensiones del pasado. Intercambiar whatsapps y actualizarse sobre la militancia de los demás. Inventar un proyecto. Escuchar una historia de estos días.
Historia de estos días, contada en un pasillo por el abogado Alejandro Rusconi: “La gente está mal. Muy mal. A niveles que a veces son inimaginables. En la Defensoría de la provincia de Buenos Aires conseguimos actuar ante el Ejecutivo y resolverle en Melchor Romero el problema de vivienda a una mujer y su familia. Su casa había sido destruida por una topadora en un desalojo de terrenos. Todo llevó mucho tiempo. Cuando nos comunicamos con ella nos dijo que no podía ir a firmar. Al principio no entendíamos por qué. Después nos dijo: no tenía ni plata para la Sube. Y nadie de los que estaba cerca de ella tenía ni un peso”.
Estado de ánimo según Hugo Yasky, diputado nacional y secretario de la Central de Trabajadores Argentinos: “Va a haber 2019. Enojarse y ofenderse nos pone en una posición cómoda como individuos pero no sirve para la construcción"”.
Militancia según Federico Cuomo, empresario sodero con 20 empleados y dirigente de la Unión Industrial Argentina en el sector pymes: “Todavía la Argentina es uno de los 24 países en desarrollo del mundo pero estamos perdiendo empresas industriales y recuperar una empresa, que debe ser nuestro objetivo, en el mejor de los casos lleva por lo menos 10 años2.
Las edades de los PP, los pasilleros peronistas reunidos en la Umet, eran diversas. De 25 para arriba y de 70 para abajo. Parecían alegres. Mucho abrazo. Una consulta de PáginaI12 con muchos durante esas siete horas permitió establecer la tipología común.
Ya habían llorado lo suficiente.
Ya habían hecho la catarsis de la derrota de 2015. La del 2017 no llegaron a hacerla porque se prendieron en la protesta contra la poda jubilatoria.
Ya no le decían “traidor” a nadie.
Ya no preguntaban si Cristina se iba a presentar.
Ya habían dejado de hacer chistes sobre la presunta incapacidad política del macrismo.
Ya discutían cómo juntarse sin romperse por el camino.
En siete horas la palabra “autocrítica” no fue mencionada ni por los dirigentes ni por los PP. Pero en las intervenciones públicas y en los comentarios privados la autocrítica estuvo presente en los hechos y en algunas palabras. Que tanta gente distinta se juntara, incluso cuando antes hubieran llegado a los insultos, significaba que estaban llegando a un acuerdo: no dejarle lugar al sectarismo.
Daniel Scioli no perdió frente a Mauricio Macri por 20 ó 30 puntos sino por menos de tres. El 54 por ciento de CFK en el 2011 se fue diluyendo con el tiempo. Perdió a la CGT entonces unificada por Hugo Moyano ese mismo año. Se abrió el sector que terminó siendo el massismo victorioso en 2013. Llegó la derrota del 2015 en la provincia de Buenos Aires por una interna frívola y sangrienta. Sin PASO el peronismo le concedió la victoria bonaerense a Cambiemos en 2017.
Hubo un sectarismo para cada momento. Sectarismos combinados que funcionaron como la tormenta perfecta sobre las perspectivas electorales del peronismo y le quitaron el poder decisivo que supone controlar el Estado nacional y el de la provincia de Buenos Aires.
Huérfanos
Menéndez, que junto con Rodríguez Saá y la diputada Cristina Álvarez Rodríguez participó en la mesa sobre federalismo que moderó Nicolás Trotta, el rector de la Umet, hizo otra autocrítica de hecho: “Hemos dejado huérfanos a muchos argentinos que porque nos peleamos entre nosotros y perdimos tres elecciones quedaron sin representación”. Más Menéndez: “No nos sobra nadie. Terminemos con al cultura de la miserabilidad. Este gobierno no inventó la pobreza pero profundizó todos sus parámetros. ¿Cuál es el punto en que termina la hoguera de las vanidades y empieza la causa que amamos todos? No podemos ser el Barcelona si entrenamos poco y si nos acostamos tarde. ¿Se cayeron Napoleón y Alejandro Magno y Macri va a durar para siempre? ¡Dejémonos de joder! Ganemos”.
Felipe Solá dijo que el grupo estaba iniciando algo, pidió “acompañar sin tratar de liderar” y también exhortó a “cambiar nostalgia e impotencia por investigación y precisión en la crítica”. Y puso un lema: “El 2018 tiene que ser el año de la protesta”. Agregó el ex gobernador: “Es moverse, movilizarse, pensar, articular y construir, porque la protesta es algo serio”.
“El punto no es preguntarse por qué no reaccionan los demás”, dijo. “El tema es cómo puede ser que yo no reaccione.”