La segunda Comisaría de la Mujer bonaerense (de hecho, la segunda del país) se inauguró en Quilmes el 24 de junio de 1989, casi un año después que la primera. Dos días después empezaba el juicio oral a Carlos Monzón por el femicidio de Alicia Muñiz, y para entonces la imagen pública del campeón había cambiado tanto como algunos planteos sociales sobre violencia machista. En un principio aún las plumas del progresismo bienpensante se habían apresurado en afirmar que el boxeador era tan víctima como la mujer a quien había matado. Era el pobre que había llegado a rico gracias a saber administrar su fuerza física; qué culpa tenía él si esa misma habilidad podía condenarlo. En este mismo diario, Osvaldo Soriano escribía, por ejemplo: “De pronto, su vida miserable y turbulenta se convierte en una parábola de la tragedia argentina: el sueño de saltar de canillita a campeón. La borrachera de la riqueza y la fama en un país sin grandes ejemplos de trabajo creador, termina de la manera más previsible y dolorosa (...) Alicia Muñiz es la última víctima de un sistema perverso que ya no distingue entre víctimas y victimarios (...) salió del fango, entró en las espléndidas luces del ring y mostró que en este país el camino también –y sobre todo– se hace a golpes”.
La mayoría de las notas publicadas en ese momento, aún las que no trataban a Monzón con cierta empatía, reforzaban la idea: la violencia era una cuestión de clase, de falta de educación; de qué servían los millones si la marca en el orillo se notaba. No había algo ni remotamente cercano a la violencia machista, porque Monzón y no Muñiz era la víctima: de sus instintos.
Pero el correr de los meses, a medida que se multiplicaban las evidencias del caso, fue volviendo insostenible esa postura, al menos en lo público. Algunos de esos cambios deben haber tramitado silenciosamente, pero tuvieron la fortaleza suficiente para hacerse notar en el momento justo.
El mismo día que comenzaba el debate oral por el femicidio, el gobernador Antonio Cafiero recibió en su programa de radio semanal de Radio Provincia (“El gobernador habla con el pueblo”) al director de la revista El Gráfico, Ernesto Cherquis Bialo. El periodista definió a Monzón como “un hombre violento. Es un ciudadano que ha gozado de impunidad dada por la popularidad”.
Luego, Cherquis Bialo se explayó con un mea culpa que ponía sobre la mesa muchas de las cuestiones reclamadas por el movimiento de mujeres a cuento del crimen de Alicia Muñiz. Dijo: “Los periodistas debemos asumir nuestra cuota de responsabilidad y culpa. Cuando percibimos y vimos el comportamiento de Monzón frente a la sociedad, no dijimos nada porque no se podía tocar al ídolo. Es decir que nosotros vimos cómo Monzón, de pronto, castigaba a otra mujer que no fue Alicia Muñiz, sino otra mujer anterior, lo vimos en pasillos de hoteles en la Costa Azul en vísperas de su pelea con (Rodrigo) Valdez, de la cual hoy se cumplen 13 años”, en referencia al combate celebrado en junio de 1976, la época en que el campeón argentino estaba en pareja con Susana Giménez.
Ante el gobernador Cafiero, el entonces director de El Gráfico agregó: “Pero luego dijimos ‘mejor no perturbar al ídolo, mejor no publicar estas negatividades, mejor dejémoslo, forma parte de su intimidad’ y en esa frontera invisible entre lo íntimo y lo público, nosotros formamos esta tipología de la impunidad”.
A Monzón, las funcionarias del Consejo Provincial de la Mujer (CPM) lo habían encontrado unos años antes, en los preparativos de la campaña con la que Cafiero se presentaba como candidato a gobernador. El boxeador había sido convocado para grabar un spot de apoyo a la candidatura. “A todas nos había caído pésimo que estuviera”, recuerda hoy Williams, que luego iba a presidir el CPM. “Pero había que llegar a todos los sectores, qué podíamos hacer. Tuvimos que aceptarlo”.