Talleres de Córdoba vive, acaso, su mejor momento futbolístico desde aquella legendaria final perdida de local hace 40 exactos años ante Independiente. Segundo a 7 puntos de Boca en la tabla de la Superliga, el equipo del barrio Jardín de la capital cordobesa es el único que ganó sus tres partidos tras el receso (2-0 a San Lorenzo y 1-0 a Temperley y a Banfield) y no deja de pensar que es posible salir campeón. Mucho más cuando tiene pendiente una visita decisiva a la Bombonera en la tarde del 1º de abril. Pero a decir verdad, el gran objetivo “albiazul” no es el título, sino el regreso a la Copa Libertadores. Aquella que jugó por primera y hasta ahora única vez en 2001 y que ansía volver a jugar.
La historia de Talleres reconoce una fecha bisagra, un antes y un después. El 16 de noviembre de 2014, Andrés Fassi ganó la presidencia en las primeras elecciones celebradas desde que el club entrara en quiebra el 28 de diciembre de 2004. Y con el poderoso apoyo económico del grupo Pachuca de México (del cual Fassi es el vicepresidente y en el que el magnate mexicano Carlos Slim tenía el 15 por ciento del paquete accionario que vendió en septiembre del año pasado), se produjo la revolución que esperaba gran parte de la Córdoba futbolera.
Fassi contrató como técnico a Frank Darío Kudelka para sacar a Talleres cuanto antes del torneo Federal A, donde por entonces se encontraba, y llevarlo a Primera. Y el objetivo se cumplió a paso redoblado. El 27 de octubre de 2015, la “T” derrotó por 1 a 0 a Sol de América en Formosa y logró el ascenso a la B Nacional tras una campaña impresionante en la que perdió 1 partido de 32. Y el 5 de junio de 2016, con un golazo de Pablo Guiñazú en tiempo de descuento, venció 2-1 a All Boys en Floresta y tras otra campaña extraordinaria en la que se mantuvo invicto en 21 partidos, regresó a la máxima categoría, de donde había bajado en 2004.
Téngase en cuenta este dato: Talleres invirtió 18 meses en subir dos categorías. Y jugó 53 partidos de los cuales apenas perdió 1. La meta de Fassi y Kudelka para la primera temporada en la A fue elevada pero modesta a la vez: mantener la categoría sin grandes sobresaltos. Y esa meta se cumplió. Ahora se apuntó más alto, a jugar el máximo trofeo continental a nivel de clubes. Y otra vez está muy cerca de conseguirlo. Con dos méritos adicionales: nunca el equipo dejó de apostar a un fútbol vistoso y ofensivo que a veces resulta y a veces no, pero que no deja de intentarse. Y los números siempre estuvieron bajo control, sin margen para locas aventuras que en tiempos pasados, pusieron al club al borde mismo de la desaparición. El eficiente “management” empresarial del grupo Pachuca no lo permite.
Con la presencia inspiradora en la mitad de la cancha de Pablo Guiñazú (que a los 39 años juega con la sapiencia de un veterano pero con el fervor de un juvenil), una defensa sólida y un arquero confiable como Guido Herrera, Kudelka está tratando de absorber las tres bajas importantes que se le produjeron en el verano: el delantero Sebastián Palacios se incorporó a la nave madre del Pachuca, el extremo Jonathan Menéndez pasó a Independiente y Emanuel “Bebelo” Reynoso, el último crack salido de su cantera, se fue a Boca.
La cátedra del fútbol suponía que sin esos tres titulares, Talleres iba a caerse sin remedio. Pero nada de eso ha sucedido. Quizás haya perdido las pinceladas talentosas de Reynoso en beneficio de un juego más vertical. Y necesite un mayor aporte de sus centrodelanteros: el uruguayo Junior Arias y Marcelo Torres (a préstamo de Boca) no han terminado de afirmarse. Por eso, ahora llegó el inagotable artillero oriental Santiago Silva con sus 37 años, para tratar de concretar las situaciones que tanto cuesta crear y resolver.
Mientras la gran campaña enfervoriza a media Córdoba (de los 1700 socios que votaron a Fassi en 2014, hoy se llega a los 50 mil y en ascenso), hay otro Talleres digno de orgullo: el equipo Sub 20 que está jugando la Copa Libertadores de la categoría en Montevideo. Allí se asoman los nombres del futuro. Los del presente están donde quieren estar: corriendo detrás de Boca pero delante de todos los demás.