Desde Pyeongchang
¿Será posible viajar en un trineo sin timón a casi 140 kilómetros por hora, estar pendiente de acomodar el cuerpo para no golpear las paredes que hacen perder centésimas fundamentales y distinguir qué ropa tiene puesta un determinado espectador? La argentina Verónica Ravenna, que ayer hizo su estreno olímpico clasificándose en el puesto 23 tras las primeras dos series del luge olímpico, asegura que lo es.
“Se ve todo”, le dice Ravenna a dpa después de las dos pasadas en el Alpensia Sliding Center de Pyeongchang, que completó en 1:34,963 minutos, después de haber hecho 47,175 segundos en la primera pasada y 47,788 en la segunda. “Bah, al menos yo lo veo todo”, se rectifica de inmediato y larga una carcajada. “Veo a cada persona, les veo las caras. Cuando mi papá me iba a ver, lo veía donde estaba parado. Y les ves el color del gorro, si tienen anteojos...”, asegura la argentina, que en una semana cumplirá 20 años.
Nacida en Buenos Aires, pero radicada desde los ocho años en Whistler, Canadá, donde comenzó a practicar el deporte, Ravenna tiene una particular teoría para contar sus sensaciones cuando se desliza por el canal del luge.
“Yo siento como que todo el tiempo se para. Una curva que por ahí la tomás en dos segundos, yo siento que son como 20”, explica la piloto, que asegura que tampoco le da demasiado temor cuando el trineo comienza a deslizarse a más de 100 kilómetros por hora. “Antes de bajar, siempre me pongo un poco nerviosa, especialmente ahora acá. Pero después si todo va bien, no tenés nada de miedo. El único tema es la posibilidad de que en un segundo podés pasar de ir perfecto a que pase algo horrible”, reflexiona.
Distinta es la historia con su madre, que por más que la acompaña siempre que puede y que la apoya en su decisión de competir en un deporte tan extremo, casi nunca mira sus bajadas.”Mi mamá tiene un poco de miedo. Cuando vino para los Juegos Olímpicos de la Juventud de invierno en Lillehammer en 2016, me dijo que vio a todas las otras chicas, pero cuando corrí yo bajó la cabeza y miró el piso. En cambio mi papá está remetido y me sigue en todo”, asegura Ravenna, que estuvo muy cerca de representar a Canadá pero una lesión en la clavícula la apartó del equipo. Tiempo después surgió la posibilidad de competir por Argentina y, con ello, un sueño distinto.
“Me gusta poder representar a Argentina y me encantaría poder ayudar a desarrollar los deportes de invierno. Por ejemplo, Canadá tiene un equipo muy grande y ya tienen todo hecho. Yo quisiera hacer algo para que cada vez tengamos un equipo más grande”, expresó la sudamericana, que se emocionó con su estreno olímpico, ante más de 4000 espectadores, de acuerdo con los datos de los organizadores. “Fue muy impresionante. Nunca había corrido con tanta gente. En mis carreras hay siempre 20, a lo sumo 50 personas, y acá está lleno. Fue impresionante, muy divertido.”
Con otras dos pasadas por delante hoy en el Alpensia Sliding Center, la representante más joven de la delegación argentina espera cumplir el objetivo de meterse entre las 20 primeras, aunque remarca que una posición no le cambiará su humor. “Siempre me dijeron que mis objetivos no tienen que ser resultados,sino cosas que yo pueda controlar. Para estar top 20, significa que a otras nueve no les tiene que ir tan bien y eso yo no lo puedo controlar”, destacó la argentina, que tiene muy claro el objetivo: anhela dos pasadas limpias, sin roces contra la pared, como los que tuvo ayer y que le hicieron perder algunas décimas. “Me pegué en dos lugares que en los entrenamientos nunca me había pegado. Por eso, mi objetivo es tener dos bajadas en las que no me pegue y que salga una vuelta redonda.” Y por qué no, distinguir la ropa de los aficionados que siguen la carrera.