–¿Sabe a que llaman la sartén?
–¿La sartén?
–No, no sabe –dedujo el informante–. Hay una cancha de básquet. Es externa. Tiene piso de baldosas. A las dos de la tarde, en La Rioja, día de calor, imagínese. No hay sombra en ningún lado. La llaman la sartén porque si tiran un huevo se cocina.
El informante fue claro. Se refería al espacio de la Escuela de Policía donde, durante la instrucción, el lunes 5 de febrero, doce cadetes recién ingresados terminaron internados por deshidratación, y uno de ellos, Emanuel Garay de 18 años, falleció porque sus riñones no resistieron la deshidratación extrema a que fue sometido su cuerpo. Otro de los cadetes, Luis Oropel, se encuentra en terapia intensiva en una clínica de Córdoba, con diálisis y en grave estado. El caso de la Escuela de Cadetes de Policía de La Rioja ocurrió cuatro días después de que Macri recibiera como un héroe al policía Luis Chocobar, procesado por haber baleado por la espalda a un adolescente en La Boca, en la misma fecha en que la ministra de Seguridad Patricia Bullrich comenzaba su alegato público en favor del cambio de doctrina que permitiera dejar a los policías libres de sospecha; y un día antes de que los efectos del Modelo Chocobar hicieran su efecto en las calles céntricas porteñas, con una jueza, un escribiente y un asaltante heridos por algunas del casi centenar de balas y múltiples esquirlas distribuidas a mano suelta por uniformados y asaltantes.
La tortura a la que fueron sometidos los cadetes el día 5 de febrero reconoce antecedentes habituales en el sistema de instrucción policial. Pero desde la convocatoria a la violencia policial instalada nada menos que por el Presidente, lo que estaba prohibido ahora es alentado.
Por la muerte de Emanuel Garay, la Justicia modificó la calificación del delito, de lesiones gravísimas a homicidio. Y detuvo a ocho policías entre comisarios jefes e instructores: Dardo Gordillo, Ramón Leguiza, Jorge Leguiza, Nadia Bravo, Elio Marcial, Marcos Miranda, Karina Luna y Adriana Rodríguez. También fueron denunciados seis cadetes, de 1º a 3º año que participaron en una golpiza de bienvenida que sufrieron los principiantes. Además, fueron desplazados el secretario de Seguridad, Luis Angulo, y el jefe de Policía, Luis Páez.
Adriana Rodríguez es quien aparece en la foto de tapa pateando a un cadete, obligándolo a mantener la cabeza bajo el agua en el río. Por otro lado, circuló la imagen de una nota pegada en una puerta de la Escuela de Cadetes, con la firma de “crio. Rodríguez” y con una orden dirigida a la “oficial Bravo” en la que se comunica que “tiene todas las cadetes de 1º año femeninas a su disposición para darles instrucción destructiva por cochinas”.
La sartén a la que hacía mención el informante, en concreto, se utiliza no exactamente para fritangas sino para cocinar los cuerpos de los cadetes. Deben arrojarse al piso a hacer ejercicios de todo tipo, en contacto directo con el calor ardiente. A veces, está tan caliente el piso que deben envolverse las manos con alguna vestimenta o con trapos, para soportar más tiempo.
“Los que no aguantan el tiempo que marca el instructor o se levantan, por ejemplo –describió el informante–, los mandan detenidos en castigo”.
La información sobre la “sartén” de todos modos no se refiere específicamente a la instrucción del lunes 5, sino que se dio como dato habitual, una costumbre. No es lo mismo concentrar la lupa sobre un hecho, ocurrido un día, por una persona o un grupo, que un método conocido y repetido en el tiempo, con diferentes instructores y distintas autoridades.
Según la información recopilada por este cronista, la práctica supera con holgura la década y es presumible que sea bastante más antigua. De hecho, el informante llegaba casi a los 15 años de haber finalizado la instrucción. Pero la práctica estaba prohibida. Ahora es alentada por el Modelo Chocobar.
La sartén no es el único obstáculo con que son sometidos los cuerpos y mentes de los cadetes y suboficiales antes de su admisión en la policía. Están el raneo, la vara, escenarios dentro y fuera de la Escuela, como el que se desarrolla en el monte con una especie de carrera de supervivencia, y el del río próximo en el que son sometidos a asfixia bajo el agua.
“El raneo –describió el informante– es el salto en cuclillas, pero también es caminar de rodillas por las piedras del río Huaco, próximo a la Escuela. O ranear hasta un pozo lleno de agua y permanecer en esa posición durante toda la noche”.
La vara es la herramienta de castigo, tal como se observa en la foto. Un instructor va caminando alrededor de los cadetes, que se encuentran en alguna posición de inmovilidad en el piso, y aquel que por falta de resistencia, se mueve o se siente obligado a levantarse es azotado con la vara.
Los métodos son diversos, todos utilizados por décadas, semejantes a los de la “colimba”, prohibida luego de la muerte del soldado Omar Carrasco, durante el menemismo. Pero prohibidos o invisibles a la mirada del público. Ahora, el Modelo Chocobar habilitado desde la Presidencia liberó de amarras el sistema de la crueldad y el castigo.