¡Con la entrada en la mano! Y si alguno tiene porro, que me lo dé a mí”, dirigía uno de flúo al caer la noche en Núñez. Todo parte de un antiguo procedimiento, un “ritual” que se había puesto en marcha desde que La Beriso anunciara su debut en el estadio Monumental del último sábado. O, más bien, al caer la noche temprana de los ‘90, que dio origen al rocanrol callejero. Lo del sábado marcó un regreso, no sólo del rock argentino a un escenario que no pisaba desde 2009 en el epílogo de Los Piojos, sino del rock barrial, con el grupo de Avellaneda como uno de los fenómenos de masas más importantes en el radar. 

56 mil personas llegaron desde todo el país para concretar el que iba a ser su concierto más grande hasta la fecha. Una carrera que crece cada año y todavía no encontró tope, con el disco Historias (2014) como bisagra definitiva hacia la masividad, y un último trabajo (Pecado Capital, 2016), que se volvió Disco de Oro en dos semanas.  

Se deben abrir los libros del rock argentino más reciente para ver cómo La Beriso eslabona lo que parecía haberse cortado en 2004 con la tragedia de Cromañón, cuyas secuelas varias incluyeron una seria estigmatización sobre el rock de barrio. No pareció casualidad que “Miradas” (“Cuántas zapatillas quedan colgadas / Cuántas calles no serán caminadas / Cuántas bandas cantan lo que no viven / Cuántas caretas y giles te llenan River”), fuese la apertura elegida por un adusto Rolando “Rolo” Sartorio y compañía, no sólo por su carga, también por una obsesión del estilo que el grupo eleva al máximo: la búsqueda de autenticidad individual. Ese rastreo explica buena parte del repertorio y también la lista de invitados del sábado que, según el cantante, se basó en ese criterio: “Siempre nos vinculamos con buena gente, tratamos de evitar lo otro”, explicó. Así aparecieron Víctor Heredia para “Sobreviviendo”, David Lebón en “Otro Lugar” (“Vámonos a otro lugar, donde la gente de mierda no pueda llegar”), Néstor Ramljak de Nonpalidece para el filo-reggae “Madrugada”, y Walter Giardino en “Realidad” y “Dónde terminaré”.

El círculo cierra con el término “rocanrol” (“Mi banda de rock”) una invocación más sentimental que musical, teniendo en cuenta que no predominan los riffs ni los dibujos de guitarra, sino un espíritu fogonero que depende casi exclusivamente de las melodías vocales de Sartorio, en un formato que Little Richard jamás reconocería. ¿Qué hace que La Beriso no sea una mera réplica del rock argentino del cambio de siglo? La atención a los detalles: un ingreso organizado, un sonido poco claro pero potente, una buena puesta de luces focalizada en el público y tres pantallas de alta definición con algunos aciertos. Al cabo de dos horas y media de recital y un repaso desde las bases, lo poco convencional del fenómeno desnudó lo convencional del set, que tuvo dos puntas altas y una meseta central calma tan esperable como la fiesta. “Nunca voy a decir que somos la mejor banda, pero sí que tenemos el público más respetuoso”, le agradeció el cantante a su estrella.

6 - LA BERISO

Músicos: Rolando Sartorio (voz y guitarra), Pablo Ferradas (guitarra), Emiliano Mansilla (guitarra), Ezequiel Bolli (bajo), Javier Pandolfi (batería), Conde Kung (teclados), Pablo Puntoriero (saxo).