Con Lacan los psicoanalistas hemos aprendido que los fracasos pueden ser tan interesantes como los éxitos. De hecho, lo son más: Lacan no atribuía gran mérito al éxito. Pero para que un fracaso sea productivo es necesario encontrar las razones que a su vez lo han producido.
Razón de un fracaso, pues, con Catalunya. A mi modo de ver, y a pesar de variados esfuerzos, no hemos conseguido hacer nada interesante con este significante. En el momento de la creación de Rel i Llamp (Zadig Catalunya) yo misma propuse la problematización de "lo que pasa en Cataluña" para tratar de elevarlo a la categoría de síntoma pero que por distintas razones no fue posible. En otro momento posterior, en ocasión del Foro sobre Deseos decididos de democracia en Europa en Turín, Eric Laurent propuso en su magnífica conferencia un término muy interesante: "Laboratorio Cataluña". Esta idea de Cataluña como laboratorio, es decir como un tiempo y un espacio donde se ponen a prueba una serie de fuerzas y los dispositivos para tratarlas, tampoco parece haber obtenido gran resonancia hasta ahora. Se sigue hablando del "problema catalán" y las posiciones siguen polarizadas.
La polarización, ella, no fracasa. Ella se extiende por todas partes. Parece como si hubiera una brecha que se tragara todo, esfuerzos y argumentos, y dejara los elementos pelados, confrontados, tomando las características propias de cada lugar: España/Cataluña, Populistas/Democráticos, Macron/Mélenchon, etc...
La pregunta es entonces cómo operar con esto. Como psicoanalistas, ¿de qué manera intervenir cuando hay división, cuando hay brecha? Deberíamos saber hacerlo, en la clínica no hacemos otra cosa que recibir brechas y tratarlas, pero frente a la polarización nada es menos seguro. También deberíamos saber operar con el síntoma, como hemos dicho antes, pero esto tampoco es siempre tan claro: si no hemos podido hacer con Catalunya un síntoma, ni un laboratorio, no es Cataluña quien tiene un problema, el problema lo tenemos nosotros.
Como psicoanalistas ¿de qué manera intervenir cuando hay división, brecha? Deberíamos saber hacerlo.
En este sentido Zadig es una ocasión. Una ocasión para que los psicoanalistas entremos en conversación con la época y nuestra época es de polarización.
Me disculpo por tener que introducir aquí una nota personal, pero es que cuando las cosas se polarizan me producen un profundo y mortal aburrimiento. Por supuesto habría distinciones a hacer, pero a un nivel general la radio, la tv, las redes, las tertulias... parecen hechos justamente para aburrirnos, incluso para entristecernos a todos.
¿Qué digo? ¡Pero si justamente nunca se había hablado tanto de política como ahora! Me disculparán de nuevo, pero yo no creo que se esté hablando realmente de política. La política es la vida de la polis, de lo común, y por tanto tiene la capacidad de interesar y de despertar, incluso de apasionar a algunos. No, en las tertulias no se trata de política sino de ideología, y la ideología es otra cosa. De ideología cada uno tiene la suya, como de religión, es decir que es del orden de la creencia. La política es el empeño imposible de tratar un real. Imposible y por tanto digno, arriesgado y vital.
Es lo que a muchos de los que asistimos a la Conferencia de Jacques‑Alain Miller en Madrid nos despertó el entusiasmo y las ganas de participar. Zadig como una oportunidad para hacer escuchar a los políticos: ¡Se acabó el recreo! Háganse mayores o, al menos, compórtense como si lo fueran.
Nadie ha dicho que el psicoanálisis sea fácil, ni que sea obligado para todos. No todos pueden soportarlo.
Háganse mayores, hacerse mayor, hacernos mayores... desde luego algo mucho más fácil de decir que de hacer. Pero con Lacan podemos usar los recursos que nos enseñó a encontrar en el psicoanálisis.
Uno de estos recursos es saber que sólo gana el que está dispuesto a perder algo. Lo encontrarán en el Seminario IV, es "el juego de quien pierde, gana". Se trata en efecto de la castración, y es lo que se quiere hacer olvidar cuando se vende la idea de que se puede ganar todo sin perder nada.
Por ejemplo, ya que hablamos de democracia, esto es lo que se pone en juego en una votación. Si antes hablábamos de división, digamos que votar divide. Votar divide al sujeto mismo, como cada vez que elige algo. En democracia, cada vez que alguien introduce su voto en una urna está realizando un acto con consecuencias, se va a perder algo y se va a ganar algo: por eso vota, porque está en juego algo que le es importante. Pero un minuto después -o incluso antes‑ de saberse los resultados de la votación, de cualquier votación, la dimensión del acto queda desactivada, irrealizada, en el hecho de que nadie se hace responsable de los resultados. Los votos, convertidos irremediablemente en cifras, son sometidos a una interpretación delirante según la cual todos han ganado y nadie ha perdido.
Pero hacerse mayor no es solamente asunto de perder. Es asunto de ética. Y aquí tenemos algo a decir como psicoanalistas a partir de lo que nos enseña la clínica y sobre todo el pase. Tenemos a decir que hay una ética posible, que es la ética del deseo.
Para el psicoanálisis no hay ética sin tomar a cargo las consecuencias de la propia acción. Es una ética de las consecuencias y no de los resultados, que es algo muy distinto. Es la ley del deseo, dura lex, la que dice: lo que tienes, es lo que quieres.
Lo sepas o no, te guste o no, lo buscaras o no: lo tienes porque lo deseaste. A partir de aquí el psicoanálisis abre un campo de acción dilucidado.
No digo que sea fácil de soportar, nadie ha dicho que el psicoanálisis sea fácil, ni que sea obligado para todos. No todos pueden soportar algo así, y los que pueden no necesariamente pueden siempre.
Comprometerse en la política como psicoanalistas es estar dispuestos a la interpretación(1). La política -como tratamiento de un real‑ debe ser interpretada. Sí, incluso en esta época postinterpretativa de la disolución de los poderes de la palabra, intervenir en el campo político implica saber manejar la interpretación.
Y aquí vuelvo a la polarización, porque mientras nos encontremos en este nivel no podremos salir del pantano del sentido, el sentido siendo el relleno entre S1 y S2(2). Por un lado este relleno impide la circulación del deseo y por otro encierra a cada uno en el fantasma, en la ideología o en el sentido religioso.
La interpretación analítica tiene que apuntar al más allá de eso, su objetivo es ir más lejos que el sentido para alcanzar el funcionamiento. El funcionamiento, en tanto, lo podemos considerar como las asas del goce, otra manera de decir el funcionamiento en tanto que bordear un real con el sinthome.
Zadig, precisemos otra vez, es intervenir como psicoanalistas en la política. No es para que la política -ni la ideología‑ intervenga en las Escuelas, ni tampoco para que se use Zadig como tratamiento del malestar en ellas.
Es mejor saberlo: lo que entra es lo que hay afuera(3). Por esto estamos encontrando fenómenos de polarización adentro, porque se nos ha colado lo que hay afuera. Y por eso a veces, al menos para algunos, es tan aburrido lo que pasa adentro como lo que hay afuera.
A mi manera de ver, o Zadig se hace sinónimo de agujero, o no funciona. Como psicoanalistas podemos decir algo del agujero, el análisis de alguna manera nos vuelve competentes para ello. Para hacerlo se necesita cierto coraje, cierto, y también orientación. Pero sobre todo se necesita no tener miedo y confiar en nuestro propio agujero (subjetivo e institucional) que se llama causa analítica. Por haberlo experimentado (4) alguna vez, sé que esto puede producir satisfacción e incluso convocar a la alegría.
*Psicoanalista de la AMP (ELP). Texto presentado en la AMP enero 2018: "La política del psicoanalista en la época del Campo Freudiano Año Cero". 8/02 2018. En Blog zadigespaña.
1) Este uso del término "interpretación delirante" fue introducido por Enric Berenguer, entre otros, en el debate de la Soirée.
2)Prefiero situar la polarización en el eje S1-S2 de la cadena y no en el eje a/a, donde también podría ubicarse como bien señaló Esthela Solano en una de sus intervenciones de la Soirée.
3)Aforismo de Xavier Esqué, pescado en una conversación.
4)Ram Mandil lo ha llamado, en un texto que sería deseable que se publicara, "hacer la experiencia del Uno".