El índice de precios al consumo de Estados Unidos creció un 0,5 por ciento en enero, llevando la inflación interanual (últimos doce meses) al 2,1 por ciento. El resultado informado ayer por el Departamento de Trabajo fue peor a las expectativas de los analistas, que preveían un aumento de tres décimas en el mes y 1,9 por ciento en el año transcurrido. El dato de inflación reavivó los pronósticos de una suba de las tasas de interés que fija la Reserva Federal de Estados Unidos por encima de lo inicialmente esperado. En su próxima reunión de marzo -prevista para los días 20 y 21–, la autoridad monetaria de ese país debería las tasas de los bonos a diez años del Tesoro para el próximo trimestre, que actualmente se encuentran en el rango 1,25/1,50 por ciento anual. Una suba significativa representaría una noticia preocupante para el mundo, especialmente para países muy endeudados en dólares y con necesidades permanentes de renovación del crédito internacional, como es el caso de Argentina.
Los datos divulgados por el Departamento de Trabajo en Washington confirman las presiones inflacionarias sobre la economía de la primera potencia occidental. El informe indica que, a diferencia de meses anteriores cuando los incrementos se dieron en rubros más puntuales, esta vez se trató de un “aumento generalizado”, con subas registradas en combustibles, ropa, vivienda, sanidad y automóviles.
En opinión de algunos especialistas, el dato de la suba de la inflación no sorprende sino que debe ser tomado como una tendencia de la economía estadounidense. Tal es el caso de Nathan Sheets, ex funcionario del Tesoro y de la Reserva Federal (FED), quien apuntó que “estamos en un lugar donde la inflación es probable que aumente gradualmente, más o menos en línea con las previsiones de la FED, y es coherente con una economía donde estamos viendo un fortalecimiento de los mercados laborales y un sólido crecimiento”. La tasa de desempleo se mantuvo en enero en el 4,1 por ciento. La más baja desde el año 2000, y la economía alcanzó un ritmo anual de crecimiento del 2,6 por ciento en el último trimestre de 2017.
Jerome Powell, que apenas dos semanas atrás reemplazó a Janet Yellen al frente de la Reserva Federal, tendrá la oportunidad el día 20 de marzo de presidir por primera vez una reunión de directores de la Reserva Federal. La FED había previsto, antes de que Yellen dejara el cargo, tres aumentos moderados de la tasa a lo largo del año en curso. Sin embargo, con los datos actualizados de la inflación se estima más probable que sean cuatro los aumentos, o bien se amplíe el margen de modificación en cada paso o escalón.
El dato no es inocuo para la economía argentina. En la medida en que la mayor inflación se traslade a la tasa de referencia para los bonos del Tesoro de Estados Unidos, habrá malas noticias. Para la Argentina, las futuras emisiones de deuda deberán ofrecer una tasa más alta que la pagada hasta el momento. La tasa se compone de una parte no competitiva, que es equivalente a la tasa de los bonos del Tesoro estadounidense. La otra parte, la competitiva, es el riesgo país, que es diferente para cada nación deudora según la calificación que tenga para las firmas calificadoras de riesgo de Wall Street. En el caso de Argentina, esta tasa de riesgo viene subiendo (el país está pasando a ser un deudor de riesgo). En pocas semanas, el país pasaría de pagar una tasa del 4 al 4,5 por ciento a otra del 7 por ciento, por el impacto combinado del aumento de ambos componentes: la tasa de referencia de Estados Unidos y el riesgo país de Argentina.
Ello en cuanto al impacto directo sobre el costo del financiamiento. A este primer efecto debería agregarse la posibilidad de que el gobierno enfrenta mayores dificultades para la obtención de crédito en el exterior, porque la suba de tasas en Estados Unidos, combinado con el mayor riesgo de impagabilidad de la deuda argentina, puede producir lo que se denomina “fly to quality” (vuelo a la calidad). Ello significa que el inversor opta por los destinos más seguros como opción más conservadora, abandonando o desechando las opciones de riesgo aunque éstas resulten más rentables. Esto ya se estaría verificando en algunos planos. Observando este mismo fenómeno, un analista del periódico especializado Ambito Financiero señaló ayer que, “en el caso de las provincias, la situación se volvió más compleja (…) Las empresas, por el momento, se quedaron sin la posibilidad de colocar deuda en el mercado internacional, al menos hasta que el contexto de los mercados se tranquilice”.