Silvana Corso acaba de ser elegida entre 50 finalistas al Global Teacher Prize, una suerte de Premio Nobel al mejor maestro del mundo, que establece un premio de un millón de dólares al ganador. Fue seleccionada entre docentes de 37 países elegidos por veinte mil maestros. Es la tercera edición del premio Global Teacher Prize que otorga la Fundación Varkey con sede en Londres, una organización que incentiva la excelencia con el objetivo de garantizar educación de calidad para chicos de sectores sociales vulnerables. La Fundación Varkey fue fundada por el multimillonario indio Sunny Varkey. El ganador se conocerá en la ciudad de Dubai en marzo de 2017. En su última edición, a principios de 2016, dos docentes argentinas llegaron a la final: Inés Bulacio y Gracia Goicoechandia, pero el premio fue para la maestra israelí Hanan Hroub. PáginaI12 conversó con Silvana Corso, siempre ocupada por las necesidades de sus alumnos con capacidades diferentes. La docencia es para ella una manera de crear un puente con los otros, en este caso adolescentes que necesitan que la escuela les resulte atractiva para que no la abandonen.
–¿Cómo se trabajan dentro de la comunidad educativa las estrategias de inclusión?
–Nosotros tenemos un taller todos los miércoles de dos horas cátedra de capacitación. Es un taller que tiene ya cuatro años y se intenta que los profesores dejen de ser taxis que vayan de un trabajo a otro y asuman cargos dentro de la escuela con horas extra. El taller se da los miércoles a la noche, estamos abordando estrategias para la mayor retención y promoción de los alumnos, todo gira en torno a la inclusión. Armamos una agenda con invitados que vienen con mucha predisposición, invitados de distintas disciplinas con observación de clases y evaluación, investigación, se comprometen con lo que uno les dice, vinieron maestras integradoras. Les pedí que hicieran talleres en función de nuestra realidad.
–¿Qué tipo de problemas se plantean para lograr la inclusión, cuáles son las más frecuentes?
–Hay varios, algunos tienen que ver con la capacitación de tutores, tienen que ver con el seguimiento de problemáticas de los alumnos. Nosotros tenemos trabajadoras sociales, psicólogas y psicopedagogas. Nos planteamos qué cosas está atravesando el chico, porque a veces por lo que le pasa en la escuela hay que destrabar algunas cuestiones de afuera. Formamos perfiles de profesores que puedan tener esa lectura para que tengan una llegada a los chicos, para que se abran y podamos prevenir algunas situaciones de riesgo.
–¿Por ejemplo?
–Violencia, violaciones, violencia verbal y física. Hace poco, una nena llegó toda golpeada de la casa y hubo que llamar al SAME, a una guardia de abogados. Por otro lado, tenemos las materias pedagógicas, al margen de tratar de destrabar lo emocional. Es importante no sólo contenerlo sino que tenemos que hacer que aprenda, nos abocamos a muchas estrategias metodológicas, nuevas propuestas para llevar al aula para que todos los chicos aprendan. Nosotros hicimos un recorrido hace nueve años cuando incorporamos a chicos con discapacidad y esos chicos nos abrieron la cabeza.
–¿En qué sentido?
–Hay muchas estrategias específicas sobre cómo aprende un chico con autismo, con TGD (N. de la R: Trastorno Generalizado del Desarrollo) pero que sirve para cualquier chico, hay cuestiones del orden que hay que tener en cuenta para no desorganizarlo, desestructurarlo, para que no tenga un choque emocional. Son detalles en el aula pero beneficia a cualquier chico que empieza un secundario y que está atravesado por la vida, aprendemos de las maestras que vienen a la escuela a ayudar y los especialistas que nos dan muchas pistas para trabajar.
–¿Cómo se manifiestan los trastornos en el aprendizaje?
–En el primer año, en la escritura en la producción escrita y en la producción oral, puedo asegurar que hay chicos que entran y no están alfabetizados. Vienen con varios fracasos ya en primaria. No nos pasaba antes pero en los últimos años hay chicos que vienen con varias repeticiones, con muchos problemas de conducta, un chico que es violento, que es disperso, no aprende porque tiene la energía en eso, casi siempre reproduce violencia y muchas veces se pone violento porque no entiende. Hay chicos que antes de pasar por lentos prefieren pasar por malos, no aprendo porque hago lío, no quiere demostrar que no puede ni que no entiende.
–El problema social es muy fuerte.
–Estamos ubicados a cuatro cuadras de Beiró y General Paz, cruzando el puente, del lado de provincia, a 20 cuadras el barrio que se conoce como Fuerte Apache (N. de la R: Barrio Padre Carlos Mugica, antes denominado Ejército de los Andes, en la localidad bonaerense de Ciudadela). En el turno tarde, el noventa y cinco por ciento de la población proviene de allí.
–¿A veces uno se encariña con el chico que más dificultades presenta en el trabajo en el aula?
–Nosotros los amamos. Su crianza fue en la calle o en familias disfuncionales, criados por abuelas porque no son reconocidos por los padres. Y hay familias muy bien constituidas que son pilares para nuestra escuela, pero hay muchos chicos que están con el novio de la mamá que es violento o los papás que están presos y muchos llegan con el hermanito y te dicen: “Anoche se llevaron a mi papá” y ahí ayudamos a ir a buscarlos al colegio antes que dejen ellos la escuela. Vienen a plantearte que si tengo que cuidar a mis hermanitos no me coincide con los horarios de la escuela, ahí hay un jugada institucional y de compromiso de los docentes que muchas veces nos ponernos a disposición para acompañar, ir a buscar a los chicos, traerlos a nuestra escuela y que se puedan ir juntos.
–El docente no solo se ocupa de su función sino que hace un esfuerzo superior.
–Si no los retenemos los perdemos, se pierden muchos chicos en esto, nosotros estamos más atentos a la pérdida que a la repetición porque a veces es inevitable, pero hay chicos que aunque le lleves la escuela a la casa están tan cruzados, tan marcados... Nos pasa que logramos que cursen los cinco años, que a veces son más, y decimos “ya está, listo, egresa”. Por ahí ya tienen un trabajo o una changuita y sabemos que pueden estudiar en una facultad... pero a veces decimos el puente nos gana, el verano los atraviesa y llegan dados vuelta. Por ejemplo, un alumno que nos costó un montón, termina quinto año, le quedan dos materias para febrero y en un boliche le cortaron la cara con una botella y lo perdimos, nunca se recibió.
–De parte de ustedes hay que tener mucha voluntad para ser receptáculo de tantos problemas…
–Y no quebrarte, porque de hecho hemos ido a velorios y antes a verlos o decirles “volvé o andá a un turno noche, no estés en la calle…”. Y después lo mata la policía o en un ajuste de cuentas. Tenemos alumnos que tienen la mamá o el papá prófugos, lo saben y no pueden verlos porque tienen miedo que los sigan, esa realidad está dentro de la escuela.
–¿Dentro de la escuela cuáles son los motivos por los que se excluye?
–El primer año es el más difícil porque la pobreza castiga pobreza. Si vienen de un lugar más pobre, marcan de dónde son, como una guerra de pobres contra pobres. Eso lo trabajamos mucho, los roces son en primer año. Después, si visitás la escuela ves chicos de muy diferentes características. Trabajamos sobre aquí “Estamos todos”, ése es nuestro lema. Nosotros les enseñamos a defenderse por otros medios, como la palabra. A veces llegamos hasta el puente si sabemos que va a haber una pelea, los mismos chicos te avisan y cuando te ven llegar salen corriendo, no quieren perder la escuela.
–Viene de ser muy vigilados y muy castigados.
–Si te mandaste alguna venís más horas a la escuela y se lo ayuda para que encare algún tipo de terapia, ése es su castigo (risas). En nuestra escuela, suspendidos por un día no hay porque es dejarlos en la calle. Si se los suspende durante una semana ayudan en la biblioteca y reciben clases de apoyo.
–¿Cómo aprendieron ustedes a convivir al límite en situaciones muy adversas?
–Es la historia de la escuela. Lo aprendimos gracias al fundador. Alberto Lamota fundó la escuela en 1990, un tipo militante. El planteó los disparadores de la imaginación, que en esta escuela de los “negros” vamos a mostrarles que ellos pueden. El laburo social es muy fuerte. En las mejores escuelas tiemblan porque no saben si los quintos te rompen todo o en algunas escuelas privadas salen a la calle, queman gomas, hacen escándalo. Nuestros chicos no se quieren ir de la escuela... Nuestro trabajo principal es primero y segundo año, en primero es donde les vamos dando las herramientas de una nueva cultura. Para ellos es sorprendente, alumnas madres, chicos con discapacidad severa, con parálisis cerebral, síndrome de Down, chicos que se arrastran por el piso, también tenemos casos psiquiátricos… así ellos aprenden a valorar, encuentran que todos tenemos algo para aportar en esto y no se quedan con la discapacidad como un déficit, no miran al compañero como un déficit sino con todo el potencial que tiene para dar dentro de la escuela.
–¿Qué le sorprendió en estos años a partir de ver cambios en los chicos?
–Luciano entró con parálisis cerebral y hoy estudia abogacía, su discapacidad es motora, tiene cuestiones con el habla y la motricidad fina. Cuando entró fue un impacto, pudo expresarse de forma escrita, con sus tiempos. Después tenemos muchos poetas, escritores, hay monografías maravillosas. El profe es un mediador, nosotros no somos los portadores del conocimiento, nosotros tenemos que mediar entre el chico y el conocimiento, también nosotros podemos aprender de ellos.
–¿Que la sorprende de lo que traen los alumnos?
–Su vida, su forma de mirar el mundo que nos rompe la cabeza, cómo miran a la sociedad, como aprenden... Siempre es una mirada más esperanzada, siempre con los chicos del barrio hay que trabajar la esperanza, con los chicos del barrio hay que darle sentido a que vale la pena seguir estudiando.
–¿En este último año, con el cambio de gobierno y una situación económica en baja, cómo se manifiesta en el alumnado?
–Nos está costando más retener a los chicos, este año fue caótico para nosotros. Pedimos que nos aumentaran las viandas porque los chicos salen de las aulas corriendo. La vianda es un sándwich, una barra de cereal que no es de marca y una fruta. Antes quedaba vianda y vamos juntando para que se puedan llevar a las casas. Muchos tienen que salir a trabajar y faltan porque no tienen para viajar. En el invierno nosotros tuvimos una parte con la calefacción sin andar, nos calentábamos al sol. Los alumnos con campera dentro del aula... Hicimos los reclamos y aceleraron porque en un evento yo lo dije, pero la vianda siempre fue igual, las bolsitas se llevan para las casas. Hay trabajadoras sociales que por diversos problemas de una alumna va a su casa y luego describe lo que vio, la “alumna” con un bebé en brazos cocinando y otro con la pierna hamacándolo. Y nos dijo: “Hablen con sus docentes, el único lugar que tiene para ser adolescente es éste”. Lo que hace acá no lo puede hacer en otro lugar. Este año egresó y el año pasado viajó a Mar del Plata, no conocía el mar.
–¿En cuanto a la autonomía de los chicos existe un centro de estudiantes en el colegio?
–Nos costó mucho, tuvimos centro de estudiantes en la primera camada de alumnos, pero no eran del barrio, eran de los alrededores de la escuela. La realidad de nuestros chicos hacía que intentaran un centro pero no podían sostenerlo porque cuidan a los hermanitos o tienen que trabajar. Cada vez que hubo un intento eran chicos que venían de otra escuela en un segundo o tercer año o de una técnica que se movilizan mucho o de una privada que no pudieron pagar más la cuota. Las madres al principio desconfían y después vienen y te dicen no podemos creer lo que pasa acá adentro, ésta no es una escuela aguantadero, aquí se trabaja por la inclusión. El año pasado entró una chica del Nacional Buenos Aires, no entendíamos nada nosotros. Se mudó cerca, pero había repetido en cuarto año. Ella decía que no la trataban bien. Llegó al turno tarde perfecto y ella impulsó el centro de estudiantes, la votaron a ella y desde el año pasado lo pueden sostener y tienen las reuniones.
–¿En los cursos de especialización, qué pide el docente?
–Estrategias concretas para llevar al aula. Vino una investigadora del Conicet de comprensión lectora, una especialista de Rosario y ahora me animé y los coordino, los talleres de los miércoles son temáticos. Ahora estamos trabajando estilos de aprendizaje, compartimos las estrategias según los estilos y los maestros plantean sus dificultades.
–¿Cómo se resuelve cuando hay chicos que no alcanzan a otros en la comprensión?
–Estamos dentro del enfoque Diseño Universal de Aprendizaje y los profesores están planificando en forma diversificada para que cada chico pueda ir a su ritmo y que puedan exponer desde el lugar que es convocado. Hay chicos que no están preparados para la oralidad, entonces por ahora quedan con lo escrito. Hay quienes lo hacen mejor dibujando y aquellos que quedan más rezagados se les pone apoyo en contraturno. Si esto no es suficiente, armamos trayectorias individuales. Tenemos este recurso de las horas extra. Esto surgió por un alumno que desde los seis años lo habían echado de todas las escuelas, al mismo tiempo que lo adoptaban. Tuvo dos internaciones severas por problemas psiquiátricos. Fue todo más emocional pero hay que ver qué pasó antes. En las Escuelas de Recuperación, que eran más chiquitas y más contenedoras, no había logrado ni siquiera quedarse un año. El equipo nos informa que él ahora, en la adolescencia, quería ser parte de una escuela pero que no estaba en condiciones de entrar al aula. Agrupamos materias entre los dos cuatrimestres. En el aula se hablaba que iba a entrar un compañero nuevo. Primero fue al patio, después fue al aula para Arte y después cursó en plenitud. Si no sos flexible, no lográs nada.
–Se busca dar en la tecla que hay que tocar para que cada uno dé lo mejor.
–Los mismos profes después comparten lo que resultó dentro del taller y comparten el taller con sus mismos compañeros. Se documentan, se hacen muestras colectivas y ahora lo estamos escribiendo.
–El deporte es un lugar de inclusión y de encuentro entre los estudiantes.
–Es el mejor lugar porque el chico que es conflictivo en el aula, en Educación Física tiene otra mirada. Y en el taller de los miércoles hay una gran mayoría de docentes de Educación Física. Tienen una carga horaria muy importante. Ellos nos muestran la otra cara de los chicos, los nuestros son de potrero. El cuerpo ahí habla y ellos nos traen mucha información. Y tenemos otro proyecto que es el de Educación Física Inclusiva. Los chicos con discapacidad motora se los pasa a un Régimen de Proyecto, hay riesgos, pero los chicos quieren jugar al fútbol y les armamos un espacio en natación en el club Triglav, que está enfrente de la escuela. Nos dan un andarivel y la gente es maravillosa, van los chicos que tienen algún tipo de discapacidad dos horas por semana.
–¿Cómo está el establecimiento desde el punto de vista edilicio?
–Hace cinco años que estamos en obra, tengo el agujero de un ascensor tapado, no nos alcanzan las sillas dentro de la escuela, el techo se nos cayó varias veces, pero la obra no termina nunca. Dimos clase en obra con el polvillo, entrenamos el oído al ruido, los chicos pintaron la escuela, convivimos con un generador de luz durante tres años y nosotros adentro dando clase.
–¿Cómo repercute en el barrio, en la población estudiantil y en los padres las medidas económicas del gobierno de Macri?
–En el barrio, las elecciones del año pasado las ganó Macri y ahora que los papás se quedaron sin trabajo están desesperados. Lo están tratando de digerir y viene la revisión de todo.
¿Por qué Silvana Corso?
El optimismo de la voluntad
Silvana Corso es porteña, profesora de Historia, Magister en Inclusión Educativa y trastornos de Aprendizaje de la Universidad Central de Chile en Flacso, es especialista en Gestión Escolar y Trastornos del Lenguaje y en breve alcanzará la Maestría de Integración de personas con Discapacidad en la Universidad de Salamanca. Tuvo una hija con discapacidad, Catalina, que falleció a los nueve años. Dirige la Escuela Media “Rumania” desde 1993. “Cata llegó a mi vida para enseñarme algo y no me podía quedar de brazos cruzados”, dice. Las autoridades de entonces la vieron en acción y advirtieron que no estaba proyectando el problema de su hija, sólo eligió un modo de ejercer la docencia, estar atenta a los potenciales de cada alumno y proteger al que más sufre. “El mundo de los alumnos discapacitados tiene mucho para enseñarnos y la comunidad de educativa es muy solidaria, los docentes no le hacen asco a levantar los chicos cuando salen de la pileta y trasladarlos a la escuela que tiene 35 profesores, que tienen la mayor carga horaria de la escuela que lleva 25 años de vida”, confiesa. En el hall también hay lápices colgados en referencia al secuestro de alumnos secundarios que pedían por el boleto estudiantil en La Plata durante la dictadura, se trabaja en las aulas de cuarto y quinto año lo que ocurrió el 24 de marzo de 1976. También se preguntan entre todos qué es lo qué pasó en el último año en un barrio, Villa Real, donde crecen los índices de desocupación entre padres y alumnos.