“Quedate quieta”. El anónimo resuena hace meses en los celulares de las despedidas del Hospital Nacional Posadas y de las que quedaron “adentro” y salvan las papas como pueden frente a las persecuciones, la precarización y las desigualdades que van deformando sus vidas. La violencia de la frase en mensaje de texto o en audio de voz masculina es una encerrona machista y patriarcal del amedrentamiento, de la sumisión y el disciplinamiento más íntimo y colectivo de esos cuerpos en lucha que deberían replegarse hasta hacerse invisibles si pretenden sobrevivir a esta batalla. “Supieron elegir la amenaza, no quieren que nuestra pelea se disemine y florezca en las calles y en las asambleas, pero no somos calladas ni quietas, somos mujeres fuertes que vamos por la recuperación de nuestras fuentes de trabajo”, desafían a coro el centenar de enfermeras, médicas y trabajadoras de salud que hoy volverán a participar de la tercera asamblea del colectivo Ni Una Menos por el Paro Internacional de Mujeres del 8 de marzo y mañana tejerán nuevas redes en el Encuentro de Trabajadores contra los despidos y el ajuste para impulsar un frente único, de cara a la movilización del 21F.
“Es un paso muy importante para empezar a unir a los y las miles que resisten los despidos desde Río Turbio en Santa Cruz hasta el Ingenio La Esperanza en Jujuy; desde los fabriqueros de Fanazul hasta los trabajadores del Inti”, anunció Cynthia Bernabitti, una de las enfermeras de terapia intensiva pediátrica despedidas y adelantó que en la asamblea convocada por NUM esta tarde actualizarán la difusión del conflicto para pedir un pronunciamiento de apoyo hacia el 8M. “Venimos participando de estas asambleas por su valor para la lucha de las mujeres, las más perjudicadas por ser mujeres. Hay sororidad, y mientras los sindicatos siguen viendo qué hacer, nosotras estamos en las calles defendiendo nuestros derechos.”
Desde junio, cuando la dirección del Posadas y a instancias del Ministerio de Modernización de la Nación se dispuso una carga horaria de doce horas para trabajadores del turno noche, las amenazas, aprietes y agresiones físicas son moneda corriente pese a la medida cautelar favorable en primera instancia que declara inconstitucional esa disposición. “Hasta que los directivos apelaron el amparo y nos redujeron un 80 por ciento del sueldo como castigo. Entonces comenzaron las amenazas”, recuerda la enfermera María Angélica Brites, otro de los nombres en la lista de las 122 personas despedidas desde enero que asisten todos los días al hospital “para apuntalar el apoyo que necesitamos de pacientes y trabajadores”.
Nunca imaginó que alguna vez llegaría a atender un quiosco de colecta popular o que los carnavales la encontrarían recorriendo corsos para difundir el conflicto y juntar un fondo de huelga. “Pero hay que seguir porque gran parte de los despidos afecta principalmente a mujeres, casi todas jefas de hogar con hijos y familiares a cargo, o madres solas que no pueden vivir en esta incertidumbre: tenemos dos embarazadas, tres con bebés, cinco con certificados de discapacidad y otras dos con tratamientos contra el cáncer que la están peleando un montón, y ven con amargura que son reemplazadas por monotributistas.”
La “desafectación” alcanzó hasta ahora a personal de enfermería, farmacia, camilleros, médicxs y psicólogxs de áreas de complejidad, sumada a los 640 despidos de marzo de 2016 en los sectores de limpieza y vigilancia, con lista pendiente de despidos para el 31 de marzo. “Históricamente, la farmacia del Posadas tenía fabricación propia, pero echaron a los técnicos que preparaban la medicación y hasta hace poco compraban los medicamentos a un laboratorio sin licitación previa. Privatizaron Parques y jardines e intervinieron el servicio de esterilización y cocina. Hablan de desafectar cuando se trata de un vaciamiento de la salud pública.”
En el Posadas, uno de los más grandes de la provincia de Buenos Aires y emblema de la zona Oeste con alcance a 4 millones de personas, faltan insumos y matafuegos, abundan las fallas eléctricas, las cucarachas y las antiguas sillas de metal de la guardia, donde se sientan como pueden personas adultas y ancianas con politraumatismos graves o canalizadas con vías. “El único motor es la gente que trabaja ahí”, lamenta Cynthia Berbabitti, que ingresó al hospital en 2001 y es una de las que sufrieron amenazas de muerte y la orden de no hablar con los medios. “En 2016 nosotras y nuestras familias sufrimos espionaje, abuso de autoridad y persecución de servicios de inteligencia que se continuaron en la represión de agosto último y con la militarización del hospital. Pero somos muchas las activistas que nos atrevemos a decir no a las arbitrariedades batallando y resistiendo. Confiamos en nosotras, armamos redes y nos escuchamos.”
Son parte de esa marea feminista que cada viernes en las asambleas de NUM se construye como actora política opositora frente a las reformas previsional y laboral, contra los despidos y la precarización. Angélica, Cynthia y otras compañeras circulan las alcancías para los fondos de huelga y las palabras que también se hacen oír en asambleas situadas de Haedo y Ezeiza. “Me emociona mucho ver que el movimiento NUM creció, logró juntarnos y nos ha ido organizando”, celebra Cynthia. “La condición de mujeres organizadas no nace solita y juntas somos invencibles en el respeto de unas por las otras, la solidaridad y en los temas sensibles que abordamos. En las asambleas encontramos apoyo de mujeres, trans, travestis e identidades femeninas que no quieren seguir tolerando lo que nos pasa.”
Por lo pronto hoy, en esta jornada feminista que se avizora extraordinaria, harán un nuevo llamamiento de solidaridad por ellas y por todas las despedidas de los espacios públicos, que se pronuncie a favor de la lucha del Posadas. “Nos lastimaron hasta hacernos sangrar, vallaron nuestro hospital, nos pusieron gendarmes y portones metálicos infranqueables porque no quieren trabajadoras organizadas, pero las mujeres sabemos luchar desde la alegría aún en las peores crisis de hambreo. Sabemos que nos les importamos y que hasta les estorbamos, pero vamos a seguir presionando en las calles porque no tenemos ganas de cagarnos de hambre.”