Producción: Tomás Lukin
Aumenta el riesgo
Por Agustín D’Attellis *
Durante décadas, en nuestro país dominó un sentido de valorización financiera que fue transformando al mercado de capitales en un actor independiente de la economía real, regido por una lógica estrictamente especulativa y, en consecuencia, reducido a su mínima expresión. Así es que el mercado fue perdiendo su función esencial, la de canalización del ahorro hacia la inversión productiva. En el mundo, la visión de libre mercado condujo a la desregulación, que se transformó a su vez en causa de generación de sucesivas burbujas especulativas, cuyas explosiones impactaron negativamente sobre la economía real, y por ende, sobre el empleo y el bienestar social. Es decir, se abandonó el vínculo esencial y positivo entre el mercado de capitales y la actividad productiva, y se creó otro, negativo, a partir de que la lógica especulativa y cortoplacista paso a funcionar como fuente de inestabilidad, gestación de burbujas y crisis financieras, las cuales impactan sobre la actividad económica, a partir de su derrame sobre el sistema bancario, las tasas de interés y la contracción del crédito.
Con el objetivo de desarrollar el mercado de capitales, y retomar la lógica de impulso a la actividad productiva y el desarrollo económico, así como al fomento del ahorro interno, a fines de 2012, el Congreso de la Nación aprobó la Ley 26.831, llamada Ley de Mercado de Capitales. Esta ley, en su espíritu, apunta a una mayor regulación del mercado. Esta iniciativa tuvo lugar en medio de un fuerte consenso internacional hacia la mayor regulación de los mercados financieros, tras la crisis internacional con epicentro en el sistema financiero de los Estados Unidos. En esta ley -vigente en la actualidad-, los objetivos más relevantes son la promoción de una mayor participación de pequeños inversores en el mercado de capitales, fomentando la protección de los mismos a través de una regulación adecuada; y el estímulo al acceso al mercado de capitales de las pymes, entre otros. Para avanzar en todos estos aspectos se le otorgaron mayores atribuciones y facultades a la CNV.
El gobierno nacional envió un proyecto de Ley de Mercado de Capitales que busca modificar aspectos esenciales de la legislación vigente. Según el secretario de finanzas, Luis Caputo, la ley apunta a auxiliar a las pymes con nuevas vías de financiamiento. Resulta sorprendente que el mismo gobierno que generó una tormenta perfecta para las pymes -con altas tasas de interés y bicicleta financiera, caída de la demanda interna por pérdida de poder adquisitivo, apertura de importaciones de bienes de consumo, y aumento de los costos con fuertes tarifazos-, quiera salir en su auxilio. Extraña lógica de pisarte adrede con el auto, para después acompañarte al hospital pareciera manejar el gobierno.
Paradójico también, que el propio Caputo en su defensa del proyecto argumenta que las pymes -las perjudicadas por este modelo económico- generan el 70 por ciento del empleo y el 50 por ciento de las ventas en el país. La iniciativa oficial pone énfasis también en la necesidad de desarrollar el mercado de hipotecas. En un marco de desregulación, un desarrollo en este sentido puede terminar siendo muy parecido al de las tristemente célebres hipotecas subprime en los Estados Unidos, que funcionaron como disparador de la última gran crisis financiera internacional.
Como no podía ser de otra manera, el proyecto modifica el artículo 20 de la ley vigente que otorga la facultad al Estado para intervenir en las empresas cuando fueren vulnerados los intereses de los accionistas minoritarios y/o tenedores de títulos valores. La desregulación requiere quitar facultades a la intervención del Estado. Se facilita también el ingreso de bancos de inversión a la Argentina, siendo estas entidades fuertemente especulativas las que en un contexto de desregulación se transforman en generadoras de riesgo sistémico.
El proyecto del Gobierno declara de interés nacional al mercado de capitales y a su desarrollo como actividad estratégica y fundamental para el crecimiento del país y la creación de empleo. Coincidencia plena en este aspecto, pero estudiando algunos detalles del proyecto, vale advertir sus matices desregulatorios, para no ser víctimas de engaño, y aprobar una ley que genere las bases para negocios financieros especulativos que aporten a la mayor fragilidad económica. El gobierno intenta modificar la ley que rige el funcionamiento del mercado de capitales utilizando la misma modalidad que en muchos otros aspectos económicos: argumenta con conceptos e intenciones de amplio consenso la adopción de medidas que no van en el sentido de los argumentos que las fundamentan.
* Economista, director de E4D Economía Política.
Bicicleta financiera
Por Alan Cibils *
El proyecto de reforma del mercado de capitales que el ministro de Hacienda y Finanzas, Alfonso Prat Gay, envió al Congreso es un paso más en el proceso de liberalización financiera iniciado en diciembre de 2015. Al levantamiento de las restricciones al ingreso y salida de capitales, el retorno rápido y furioso al endeudamiento público, la privatización de la obra pública y el blanqueo de capitales ahora se le suma el retorno al mercado de capitales desregulado. El largo mensaje explicativo que acompaña el proyecto de ley es de lectura obligatoria para quienes quieran ver la ideología y contradicciones de la visión económica de Cambiemos. Señalaremos sólo algunas, pero hay muchas más.
En primer lugar, el proyecto apunta aumentar “la base de inversores y empresas que se financien” en el mercado de capitales. Este objetivo se da de bruces con la evidencia empírica del mayor mercado de capitales del mundo: el de Estados Unidos. De acuerdo al economista Gerald Epstein, en el período e la posguerra las corporaciones no financieras obtenían entre 15 y 20 por ciento de su financiamiento del mercado de capitales. Sin embargo, este número se redujo a la mitad (entre 7 y 10 por ciento) a partir de la década de 1980. En criollo, las empresas no se financian en el mercado de capitales, lo usan mayoritariamente para administrar riesgos.
En segundo lugar, el proyecto presenta un ilustrativo cuadro comparativo, mostrando el grado de subdesarrollo relativo del mercado de capitales local comparado con el de otros países latinoamericanos, dando a entender que el problema es la regulación e intervencionismo excesivos introducidos con la reforma de 2012. Ahora bien, durante toda su existencia y hasta 2012, el mercado de capitales local funcionó bajo un esquema de “autoregulación”-o sea, funcionó desregulado. Ya que desde la introducción de la reforma el mercado no sufrió una reducción dramática, puede concluirse que fue la desregulación, y no la reforma de 2012, la culpable de su reducida extensión. La pregunta obvia es, entonces, ¿por qué volver al statu quo ante, o sea, la desregulación, habría de resultar en un mercado más extenso?
En tercer lugar, sobran ejemplos en el mundo, algunos muy recientes, de crisis causadas por burbujas especulativas en mercados de capitales desregulados. Cuanto más extensos y desregulados sean los mercados, mayor es el potencial de crisis y mayor es su impacto negativo sobre el empleo, la distribución del ingreso y el crecimiento. ¿Por qué, entonces, busca el gobierno encaminarnos hacia allá?
La visión oficial confunde la causalidad entre desarrollo económico y desarrollo del mercado de capitales. Según el gobierno, si se desregula el mercado de capitales, este crecerá (aún en contra de la propia experiencia argentina) y la economía se desarrollará. Sin embargo, lo que la evidencia histórica de los países industrializados enseña es exactamente lo opuesto: el desarrollo se financia con crédito bancario en sistemas financieros fuertemente regulados. Los mercados de capitales son más bien consecuencia del desarrollo económico y no su causa. Por lo tanto, si lo que el gobierno realmente busca es financiamiento de la inversión productiva, el crédito bancario es la herramienta que necesita. Teniendo moneda propia, y ya que el mayor banco del país es público (el Banco Nación), no hay impedimento para que la inversión sea financiada.
Por último, el proyecto “declara de interés nacional al mercado de capitales y a su desarrollo como una actividad estratégica y fundamental para el crecimiento del país...” En el marco del pago a los buitres, el blanqueo de capitales, el endeudamiento público extremo y el levantamiento de las restricciones a la entrada y salida de capitales, uno no puede más que preguntarse qué es el “interés nacional” para Cambiemos. La conclusión que se desprende de esta y demás reformas es que para Cambiemos el interés de los mercados financieros internacionales es el que prima. El principal problema para la Argentina real (no financiera) es que este camino ya lo transitamos durante la dictadura y en la década de 1990. De esas experiencias sacamos dos conclusiones dolorosas: terminan en crisis de mayor o menor grado y siempre pierden los trabajadores. De pobreza cero, ni hablar, ni siquiera como objetivo de largo plazo, mientras prime lo financiero como “interés nacional”.
* Economista, Universidad Nacional de General Sarmiento.