Dolores Etchevehere adquirió notoriedad en los últimos años por el enfrentamiento con su hermano, el expresidente de la Sociedad Rural y actual ministro de Agroindustria Luis Miguel Etchevehere, pero es poco lo que se sabe sobre su vida. Quienes la conocen coinciden en remarcar que es una mujer comprometida con lo social que llegó a participar en misiones humanitarias en África. Le interesan la filosofía y la literatura, en particular los autores rusos, y trabajó durante casi 10 años en el diario La Nación, donde muchos de sus ex compañeros y su ex jefe le han expresado su solidaridad (y palabras de afecto) por los ataques recibidos de parte del ministro a partir de las distintas causas penales por estafa y evasión impulsadas por ella. A pesar de que hace años que no puede ingresar a los campos que heredó de su padre, cada vez que viaja a Paraná hay algún trabajador o paisano que se le acerca para contarle lo que el ex presidente de la Rural pretende ocultar.
Dolores Etchevehere afirma que “siempre estuvo del otro lado de la vereda”, y eso es mucho decir dentro una familia que tuvo un gobernador y senador nacional (Luis Lorenzo Etchevehere, tatarabuelo de Dolores), un integrante del Supremo Tribunal de Justicia de Entre Ríos y candidato a vicepresidente en una fórmula con Pedro Eugenio Aramburu (Arturo Julio Etchevehere, abuelo del Ministro) y un presidente de Adepa y la Academia Argentina de Periodismo (Luis F. Etchevehere, padre de Dolores).
Nació en 1970 en Entre Ríos y desde entonces vivió cerca del río Paraná, donde aprendió a nadar contra la corriente y a disfrutar de los deportes acuáticos. Hoy práctica “kite surf”, especialmente en Cuesta del Viento, San Juan. Su infancia transcurrió entre las instalaciones de El Diario de Paraná y los extensos campos que conforman parte de Las Margaritas SA, como por ejemplo La Hoyita (Rosario del Tala), Casa Nueva (Departamento La Paz), el Supremo y Los Cachorros (Distrito Alcaraz). Estudió en la Escuela Normal 1 José María Torres de Paraná, la primera escuela normal creada por Domingo Faustino Sarmiento.
Desde muy chica trabajó en la redacción del diario La Nación, en los inicios de la década el ´90. Entre las varias áreas por las que pasó dejó su marca en la sección agropecuaria, a cargo de Carlos Alberto Correch, quien en las últimas semanas recordó a través de su cuenta en Facebook el paso de Dolores por la redacción del diario, donde también trabajó junto a Santiago O’Donnell. Al día de hoy, Dolores sigue reconociendo su relación de afecto con Correch, tanto por el vínculo personal establecido a través de los años como por una estima profesional.
Cuando trabajaba en el diario la enviaron a Formosa a pedido de un gran productor lácteo y ganadero, quien puso a disposición de La Nación un avión privado para trasladar a un cronista a su campo con el objetivo de “denunciar” un caso de cuatrerismo. Cuando llegó al establecimiento, que tenía su propia costa sobre el río Pilcomayo (frontera con Paraguay) y su pista de aterrizaje entre sus miles de hectáreas, Dolores observó otra situación, muy lejos del cuatrerismo que pretendía denunciar el empresario. “Los barcos jaula salían directamente hacia Paraguay. Era venta de ganado en negro”, recuerda. Pero eso no había sido lo único que había observado. Los trabajadores de ese campo eran los explotados de entonces. “Ahí me encontré con personas en situación de explotación extrema, un empresario que usaba a los peones como un recurso más de su negocio; los que tienen hambre siempre están cerca y no me olvido de su mirada de resignación”, rememora.
¿Pero por qué ese recuerdo y no cualquier otra cobertura periodística? Para cuando Dolores viajó a Formosa, los hermanos Sergio y Antonio Cornejo ya llevaban varios años de explotación en uno de los campos del Grupo Económico Etchevehere, dentro de la estancia ubicada en Rosario del Tala (La Hoyita). Dolores cuenta un recuerdo muy presente de ellos dos.
“Tenían temor, o un excesivo respeto. O vergüenza. Cuando mi familia estaba dentro de la casa, los Cornejo se acercaban, generalmente cerca de las ocho de la mañana, y el ama de llaves venía a avisar que estaban afuera. Allí los dejaban esperando por horas. Era como una condena. Para los Etchevehere era normal tener a un ser humano parado durante horas, pero no venían a negociar el precio de la soja o el lino, sino que sólo pretendían llevarse un poco de agua de la bomba o pedir algunas galletas duras”. “La Dolores”, como la recuerdan Sergio y Antonio, fue testigo de ese maltrato que la marcó para siempre.
Desde hace casi ocho años que Dolores no puede ingresar a los campos de los que también es dueña junto a sus tres hermanos (Luis Miguel, Arturo Sebastián y Juan Diego) y su madre, Leonor Barbero Marcial de Etchevehere. Sin embargo, cada vez que viaja a Paraná no deja de estar en contacto con algún capataz de esas estancias. “Nunca me voy a olvidar la solicitud de un paisano que con mucho respeto se me acercó una vez y me pidió si le podía pagar los animales que habían sido carneados para un asado ofrecido por Sociedad Rural. Como este ejemplo, muchísimas personas de trabajo me hacen sus reclamos por haber sido estafados en su buena fe”, recuerda.
Actualmente vive en la zona norte de la provincia de Buenos Aires, y desde hace al menos cuatro años dedicada parte de su tiempo a estudiar –algo más que los vericuetos legales de las causas en las que enfrenta al ministro de Agroindustria– temas vinculados a la teología y más recientemente perfecciona sus conocimientos de literatura y filosofía en la Universidad de El Salvador (Pilar), con un especial interés por la literatura rusa (quizás por su realismo al describir la vida en el campo y determinadas situaciones de explotación durante la Rusia zarista). Al momento de citar un autor habla de León Tolstoi y de su libro Ana Karenina. “¿En qué momento se pierde la humanidad? Lo vi en Formosa y lo veo en mis campos manejados por mis hermanos, a los que no puedo entrar. Siempre fue lo mismo”, sostiene.
Entre 1994 y 1995, cuando todavía era empleada del diario La Nación, viajó al continente africano. Una vez en Kenia se alistó en las filas de ayuda humanitaria de la ONU y recorrió varios países, entre ellos Uganda, Ruanda, Zaire, Somalía y Kenia, en donde su tarea era llevar a las poblaciones arrasadas por la guerra la comida que había: arroz, agua y sal. Para Dolores, allí había un punto en común con la explotación que había presenciado en los campos de los encumbrados empresarios rurales o dirigentes de la Sociedad Rural Argentina, “la mirada silenciosa, casi apagada, de los chicos con hambre”. Ese punto en común también sobresale al momento de hablar de los Cornejo, rescatados de La Hoyita en 2014.
El enfrentamiento de Dolores no es sólo con Luis Miguel Etchevehere, el mayor de los hermanos. Dentro de las múltiples denuncias por estafa y evasión tributaria también están incluidos Juan Diego Etchevehere –presidente de la Fundación Pensar en Entre Ríos y con un procesamiento firme por el no pago de la cuota alimentaria– y Arturo Sebastián, que aun siendo directivo de Adepa impulsó un bozal legal contra Dolores para que no pudiera hablar en los medios de comunicación sobre las denuncias que estaba impulsando. También está enfrentada a su madre, Leonor Barbero Marcial de Etchevehere, una abogada que supera los 80 años, que sacó su licencia para “ejercer la profesión” en el momento en que comenzaron las transferencias de inmuebles denunciadas en las diferentes causas penales.
Lo que comenzó como una cuestión familiar, por la herencia de su padre –Luis Etchevehere, quien murió en septiembre de 2009—, derivó rápidamente en investigaciones por estafa, administración fraudulenta y evasión tributaria. Las denuncias que tienen en vilo al ministro de Agroindustria desde hace más de seis años pueden leerse como una forma de desenmascarar a cierto sector del establishment económico rural, por todo lo que allí se implica sobre la venta de granos y hacienda en negro, manejos financieros espúreos, vaciamiento de sociedades, etc.
Otro hecho la impulsó a seguir con sus denuncias fue el momento en que detectó que el ahora ministro y sus hermanos le habían falsificado su firma para concretar una transferencia de inmuebles y aprobar los balances societarios de la empresa Las Margaritas SA. También fraguaron la firma de su padre. Desde ese momento supo que quien ejerció la presidencia de la Sociedad Rural entre 2012 y 2017 era capaz de todo. También quedó impactada cuando pudo leer de “puño y letra” del propio ministro, en un diálogo por correo electrónico con su abogado y contador, las maniobras de evasión que ella misma había denunciado ante la Justicia, tal como reveló PáginaI12 en una nota publicada el 12 de agosto de 2015.
Esa revelación –cuenta– le generó miedo y preocupación por lo explícito que había sido el ahora ministro en describir las maniobras ilegales que venía denunciando desde varios años antes. Parte de ese miedo también fue alimentado por amenazas recibidas, directamente a su teléfono celular, en donde se le explicitaba información muy precisa sobre su familia. Esas amenazas –denunciadas ante la justicia– la hicieron mudarse de casa, de barrio, tomar distintos recaudos junto a su familia.
Ese miedo no le impidió seguir presentando “papelito tras papelito” en los tribunales de Entre Ríos y Comodoro Py. Al mismo tiempo, Etchevehere (Luis Miguel) no perdió oportunidad para despotricar, en cada ámbito en el que estaba, en contra de su hermana con el objetivo de convencer a sus interlocutores de que todo era una cuestión familiar que debía resolverse puertas adentro. La información que aporta Dolores Etchevehere demuestra que es todo lo contrario.
@spremici