Ante la marcha de pasado mañana, he aquí una conjetural mirada panorámica:
1 El país popular, el país trabajador, está casi en ruinas, en shock y en duelo. Son muchos millones de compatriotas desconcertados, deprimidos, sin rumbo, algunos en pánico. Igual los precarizados, los monotributistas, los no sindicalizados. No parece que reconozcan liderazgos, más bien “no creen en nada”. Y muchos marcharán, es claro, pero también muchos no, porque las dudas son infinitas. En El Manifiesto Argentino pensamos que, por todo eso mismo, hay que marchar el 21F.
2 El país de los ricos y sus offshores continúa exultante. Chochos de la vida en su irresponsabilidad custodiada por expertos, su marchita nismaniana de este sábado 17 juntó apenas un centenar de personas. Flacura que acaso indique que también están disconformes, aunque en voz baja, con los extravíos del gobierno. Entonces no marchan, pero siguen creyendo, como niños, en la infalibilidad del gato. Mirarán el 21F por la tele y no entenderán nada, como siempre.
3 El país autoritario y fascista es el más contento. Encantados con la mano dura que garantizan un presidente offshore de pocas luces y una ex montonera devenida favorita del imperio, son el verdadero poder, hoy, en este país atónito. Armados y feroces, seguramente van a provocar para ejercer su violencia. Salvo algunos imbéciles residuales, toda violencia en la marcha estará a cargo de policías, gendarmes y otros represores. Ellos sí van a estar, brutales.
4 El país sindical clásico está en descomposición y no va a ir. La CGT ya no representa al sector obrero porque, la verdad, hay cada vez menos obreros. Y los dirigentes de los grandes gremios, de producción y de servicios, engordaron tanto que ahora son obesos. Sumisos y obedientes del poder de turno, ni un triángulo equilátero han sabido mantener. También mirarán la tele, acaso desde sus retretes.
5 El país de las bases sindicales es el que va a constituir el grueso de la marcha. El pueblo trabajador que forma el verdadero movimiento obrero argentino, hoy con millones de desocupados y codo a codo con lo mejor del sindicalismo: ése que se nuclea en unas 3 mil organizaciones con más de 70 mil delegados, la inmensa mayoría de ellos abnegados y decentes. Van a ser el grueso de esta marcha de protesta y hartazgo, y a sabiendas de que el camionero convocante no es confiable. Porque siempre entremezcló fichas personales, y sólo pataleó fuerte cada vez que el Poder insinuó investigar su patrimonio y alguna presunta estancia entrerriana. Y porque fue instrumento clave para que este gobierno miserable esté donde está. A conciencia de todo ello, este país de laburantes va a marchar el 21.
6 El país empresarial nacional está también en llamas, pero es poquito lo que se va a movilizar porque es poquito lo que queda de la industria nacional. Sólo algunas pymes que sobreviven como pueden, algunas heroicamente, van a marchar junto a sus trabajadores. Mientras que el país del empresariado cipayo, ya sabemos.
7 El país de la educación, la cultura y la salud, y el de los jubilados a quienes les tocan la cola todos los días, también van a marchar. Salvo los necios y los muchos mentalmente formateados por la telebasura y los mentimedios, claro está.
8 El país político opositor, que está hecho cruvica –como decimos en el Nordeste cuando algo está todo roto– va a ir en su inmensa mayoría. Con banderas y consignas diversas, allí estarán y eso es bueno. Hiperfragmentados, no terminan de digerir derrotas, autocríticas y carpetazos pero ahora en saludable efervescencia para resurgir. Los peronistas, al menos. Porque el radicalismo histórico, nacional y popular, hoy es dirigencialmente minoritario y quien debiera liderar el resurgimiento, Ricardo Alfonsín, no se decide o no se atreve.
9 El país peronista, por cierto, bien haría en reflexionar sobre la eterna y reiterada inutilidad de las unidades forzadas. El viejo estilo de roscas dirigenciales del PJ trajo desilusiones de alto costo una y otra vez. Por eso el conquién y el paraqué, hoy, imponen extremos cuidados. Pero para ello las autocríticas deben practicarse en voz alta de una buena vez, y que la sepa el pueblo, que es el que vota. Bancarse reproches públicos (por deslealtades o traiciones) le haría mucho bien a más de uno. Y además sería higiénico que muchos mariscales de las derrotas en 2015 y 2017 den un paso al costado, para que los puestos dirigenciales los ocupen también mujeres y jóvenes peronistas, que son muchísimos y están hartos/as, y con razón.
10 El país de la economía seguirá sordo, usado ad-infinitum por los medios. Sólo muy lentamente este país aprenderá que no tiene sentido escuchar a tanto cretino economista cuando el desastre es político y social.
Son demasiados países para una sola marcha, pero es posible ilusionarse con que esta vez sea un paso gigantesco en el camino de la recuperación democrática, institucional y pacífica de nuestra nación.
Esta marcha será multitudinaria, aunque no quebrará la sordera del gobierno. Pero acaso sirva para lanzar un Programa Común para la Recuperación Nacional, que firmen todos los sectores públicamente y dando la cara. Sólo así recuperarán credibilidad los que la perdieron, y serán aún más respetables los que no.
Bien decía Perón, como repite a diario mi paisano Coqui Capitanich, que “gobernar no es ordenar; gobernar es persuadir”. El campo nacional y popular debe aprenderlo para que en las elecciones de 2019 nos encolumnemos, como pasado mañana, en lo que El Manifiesto Argentino define desde hace mucho como una gran “Confluencia Nacional y Popular”. Esa suma de afluentes que forman el inmenso río indetenible.