Después de su actuación en la pasada edición del Personal Fest, Mala Rodríguez volverá a subirse a un escenario porteño mañana en Groove (Santa Fe 4389, a las 21), para repasar sus clásicos así como para adelantar las canciones de su esperadísimo nuevo disco. Y es que ya pasaron casi cinco años desde su último álbum de estudio, Bruja. “Qué bueno que a uno le sucedan cosas, porque a fin de cuentas yo trabajo con mi experiencia de vida”, justifica la rapera andaluza, quien, tras 22 años de trayectoria artística, se transformo en una institución del hip hop en español. “Todo lo que me pasó son como nuevos ingredientes que le pongo a la poción. Cuando arranqué el proceso de grabación de mi próximo álbum, en 2015 colgué en Soundcloud el sencillo ‘Egoísta’, que produjo Steve Lean (este uruguayo es considerado el principal arquitecto de la actual música urbana española), junto a otro tema más. Seguí haciendo cosas, pero de repente me fui a vivir a California. Estuve allá un tiempo y me enamoré”.
–¿De un estadounidense?
–Ehhh... Me pasaron cosas. Tuve una niña y mandé a la mierda el disco. Preferí ponerles atención a otras situaciones. La verdad es que me alegro de haber tomando esa decisión. Con la distancia, hoy el mismo trabajo se siente diferente. Así que, tras haber parado todo, estoy dándole los últimos detalles a mi nuevo material.
–Más allá de su hiato, no dejó de ofrecer recitales. ¿El show en vivo se convirtió en un laboratorio de ensayo para su nuevo repertorio?
–Cuando estoy en un concierto, me gusta sentir la energía. Quiero transmitir algo una vez que me subo al escenario. A diferencia del estudio, en el que hago otra clase de canciones, en el show en vivo trato de presentar los temas de otra manera, con otra base musical que corresponda a la energía del directo. Pero en mis álbumes hay beats más lentos y también más rápidos.
–En su última actuación en Buenos Aires usó bases propias del dubstep y del trap. ¿Así será la nueva encarnación de Mala Rodríguez?
–Me gusta pensar que uno tiene que mostrar lo que es. Me crié escuchando dancehall, rap y música electrónica. A partir de eso, lo lógico sería presentar un poco de todo. No puedo hacer un concierto con canciones parecidas entre sí. Para mí, desde que empieza hasta que acaba, tiene que ser un viaje. Lo entiendo de esa forma.
–¿Ya tiene título su próximo trabajo?
–Sí. Se va a llamar Nuevas drogas, y estoy trabajando en él desde el 2015.
–¿Qué opinión le merece el auge que experimenta la música urbana en su país a través de nóveles artistas como Bad Gyal, Los Santos, C. Tangana, Kaydy Cain y Los Zafiros?
–Es lógico. Me parece que ya era hora. Si bien lo que más triunfó en la actualidad ha sido eso, lo que me sorprende y me da pena es que la generación previa haya quedado perdida. Hay muchos músicos, raperos y gente del reggae que no tuvieron ese nivel de exposición. Y de repente ahora, desde que llegó el trap, esta oleada ha generado un gran revuelo en España. Pareciera que todos los planetas finalmente se alinearon con respecto a la música urbana. Además, en todas sus vertientes.
–A pesar de la revolución musical que desató el trap, especialmente entre el público joven, existe mucha ambigüedad sobre el género. Si bien su origen está asociado al tráfico de drogas y la misoginia, hoy hasta Shakira flirtea con ese estilo. ¿A qué se debe esa confusión?
–Es un sonido que ha explotado. Y funciona porque tiene esa cadencia lenta a la que se le puede entrar fácilmente y que no es desagradable. Ahora, que tú cocines crack, vendas drogas y te vayan a meter en la cárcel quince años porque entró un tipo en tu casa para llevarse todo el dinero o los kilos que tenías guardado debajo de la cama, no veo que lo hagan todos los que hacen trap. No sé quién va a pagar el precio de ser trapero a ese costo. Estuve en Atlanta cuando hice el disco anterior y ahí sonaba esa onda. A mí me fascina lo nuevo, las cosas raras en la música o meterme en Soundcloud para escuchar a artistas que sólo tienen dos temas colgados que están buenísimos. Es una actitud a la que siempre estoy abierta. Gracias a Internet, en este momento todo es comercial. Por eso fue muy fácil que el trap se desparrame por todos lados.
–Usted colaboró con artistas de géneros diferentes al suyo como Julieta Venegas, Benajmin Biolay, Iseo & Dodosound y El Guincho. ¿Qué es lo que más le atrae de este tipo de propuestas?
–Siempre me sentí muy atrevida para hacer todo tipo de cosas. Nunca tuve prejuicios de juntarme con artistas de otros estilos musicales, y disfrutar y experimentar. El asunto es que antes la gente tenía muchos complejos y las situaciones no se daban. Ahora es bastante común y agradable porque se siente más libertad en el ambiente. Los raperos de mi generación siempre me vieron como “¿Qué hace ésta?”. Sin embargo, tengo amigos que en otra época no hubieran escuchado trap, pero se atrevieron a hacerlo y, de paso, les gusta.
–También participó en el último álbum de Ibeyi, Ash (2017), quienes recientemente se presentaron en Buenos Aires.
–A ellas criticaron por usar autotune...
–Pero el disco es muy bueno.
–La gente aún se resiste a la renovación. Siempre va a pasar eso. Ellas hace rato que me localizaron, conocen mi trabajo, y la verdad es que son dos amores de persona. Encima, a pesar de su juventud, son unas artistazas. Deseaban hacer esta canción, que es en español, porque querían que fuera algo especial dentro de su álbum.
–A propósito de eso, antes cantar en español era una barrera para entrar en el circuito anglosajón, aunque desde hace un tiempo ya no lo es. ¿Cómo vio esa evolución?
–Desde que Daddy Yankee grabó la “Gasolina”, se abrió una nueva puerta. Estaba en Japón en 2005 y la escuché, no lo podía creer. Antes, entrar en el mercado anglo era imposible. Ni siquiera los puertorriqueños, quienes tienen un vínculo estrecho con los estadounidenses, lo consiguieron. Esto que está pasando es gracias a todo eso. Esto no es mágico, se venía cocinando. Y ya era hora de que pasara.