“Disculpá si te decepciono, pero no soy un icono del indie”, afirma Erlend Øye, al otro lado del teléfono, mientras espera en el aeropuerto de Santiago de Chile el avión que lo traerá a Buenos Aires. A poco más de tres años de su última actuación en la capital argentina, el cantautor noruego regresa para consumar su primer show en un teatro porteño. “Me gusta tocar en lugares chicos. La primera vez que fui para allá, en 2007, estuve en Niceto. Fue un show literalmente caluroso. Cinco años más tarde me presenté con Kings of Convenience, uno de mis proyectos grupales, en La Trastienda. Y luego fui al Music Wins. Esa fue una de mis mejores experiencias en Sudamérica”, advierte el artista, quien se subirá hoy a las 21, al escenario del Teatro Opera (Corrientes 860). “De hecho, vuelvo porque los promotores de este show son los mismos que me llevaron al festival, así que no dudé en aceptar la propuesta. Estoy muy contento de regresar debido a que mis experiencias allá han sido buenas y confío en que esta vez no será la excepción. Adoro Buenos Aires”.
–Considerando que su hiperactividad lo llevó a desarrollar un sinnúmero de proyectos, ¿en qué consistirá esta performance?
–La banda que me acompaña en esta gira sudamericana se encuentra conformada por tres músicos italianos. La propuesta en sí es un set acústico. Tocaremos las canciones que estoy preparando para mi nuevo disco solista, al igual que las que grabé en mis dos álbumes anteriores. También incluiré temas de Kings of Convenience. Será un recorrido por toda mi carrera. Por momentos estaré solo en el escenario y en otros pasajes se sumará el grupo.
–Luego de fijar residencia en Siracusa (Italia), ¿cómo pesó en su obra el Mediterráneo en comparación con su Bergen natal?
–No creo mucho en eso de la inspiración en torno al lugar donde uno vive. Es cierto que la comida es diferente, al igual que la manera de relacionarse con la gente, pero como me la paso viajando todo el tiempo, no encuentro esa conexión.
–Las canciones de su último trabajo de estudio, Legao (2014), están impregnadas por la idiosincrasia latinoamericana. Si bien es habitué de la región, ¿cuánto influyó ésta en el acabado del repertorio?
–Aunque parezca paradójico, en Siracusa es donde encuentro la mayor inspiración latinoamericana. Cuando estoy ahí, aprendo mucho del cancionero cubano, brasileño, colombiano y hasta español. En la calle hago muchos amigos durante el verano y esta gente me introduce en esos estilos.
–Lo curioso de ese material es que lo grabó con una banda islandesa de reggae, Hjálmar. ¿Por qué tomó esa decisión?
–En Islandia la música es muy importante y la gente pasa mucho tiempo escuchándola. Cuando fui a grabar con esta banda de reggae, los músicos estaban tan acostumbrados al contexto del estudio que todo fue fácil, aparte de que tocaban muy bien, por lo que el proceso fue rápido.
–Si su debut en solitario, Unrest (2003), está más conectado con el indie y la electrónica, y Legao con la música latina, ¿cómo será su próximo álbum?
–Preparo un disco más acústico basado en el ukelele. Estoy componiendo en función a eso, aunque no sé aún si incluiré otros instrumentos. Por el momento, creo que lo voy a grabar todo yo solo.
–¿Qué define el sonido o la propuesta musical de cada uno de sus proyectos?
–Se trata más que nada de encontrar el concepto: eso es lo que define el sonido. Una vez que aparece, se transforma en el hilo conductor. A veces los desafíos pasan por cómo hacer la transición de un álbum electrónico a uno de tres guitarras acústicas y sin computadora.
–¿Qué sucedió con Kings of Convenience? Ya va a pasar una década desde la salida de Declaration of Dependence, el último material de estudio de su agrupación de folk e indie pop.
–Las nuevas canciones de King of Convenience están. Es un proceso que nos llevó más de dos años. El único inconveniente es que esas maquetas no llegaron al punto de que nos convenzan. A eso se suma que Erik, mi socio en el dúo, vive en otro lugar, por lo que sólo podemos trabajar cuando nos juntamos. Y nuestras vidas fueron tomando diferentes caminos, por eso esto se hizo más largo de lo nos imaginamos, pero seguiremos adelante hasta que podamos concretar ese disco.
–Kings of Convinience ayudó a introducir a Javiera Mena, actual figura del pop chileno, entre el público angloparlante. ¿Por cuál artista argentino pondría las manos en el fuego?
–Por Los Mejores se Acabaron, el grupo de mi amigo Federico Bramanti. Como muestra de mi entusiasmo por su música, me harán el honor de abrir mi show en Buenos Aires.
Después de grabar dos álbumes fabulosos con The Whitest Boy Alive, Erlend Øye, quien fue uno de los artífices del posicionamiento y proyección mundial de las escenas electrónica e indie de su país durante la década pasada (para muestra están sus colaboraciones con el dúo Röyksopp), optó por disolverlo en 2014. El motivo de tan radical decisión –encima en el mejor momento del cuarteto de funk, dance y pop parido en Berlín– sorprendió a todos: estaba padeciendo tinnitus, por lo que corría el riesgo de quedarse sordo. Entonces debió cambiar su forma de comprender la música de baile, la euforia colectiva y por sobre todo los hábitos de escucha. Ante la posibilidad de frustrarse, el carismático artista de 42 años dejó la capital alemana, donde había vivido varios años, para mudarse a Siracusa, el pueblo siciliano en el que le compró una casa a su madre. Fue la única manera que encontró para mantenerse activo en las giras. “Ese fue uno de los motivos para que me presente en vivo en formato acústico”, confiesa el músico. “Por eso tuve que eliminar la batería y el bajo en mis formaciones”.
–¿Cómo están sus oídos?
–Ahí andan. Debo cuidarme; si no, empeorará mi situación. Y yo quiero seguir tocando.