Catorce películas en siete días. Esa es la apuesta intensiva e inmersiva de la cuarta edición de Espanoramas, la muestra de cine español que volverá a desarrollarse en varias salas del cine Gaumont, a partir de mañana y hasta el próximo miércoles 28. Organizado por Cooperación Española a través del CCEBA y la Embajada de España en Argentina –en colaboración en el Instituto de la Cinematografía y de las Artes Audiovisuales de España (ICAA), el Incaa y Acción Cultural Española (AC/E)–, el programa de este año incluye un puñado de largometrajes documentales y de ficción que define diversas formas de entender el cine como acto creativo, registro del mundo y reflexión artística sobre vidas reales o imaginarias. Catorce películas que no intentan ser un reflejo fiel o paradigmático de toda la producción cinematográfica española de la última temporada, pero sí un recorte de aquello que –por diversas razones– merece destacarse como lo más estimulante, rico, renovador y/o relevante en términos fílmicos. Y que, además, exhiben con orgullo una gran diversidad de temas, formatos, estéticas e idiomas, marcas de una cinematografía que dista mucho de ser homogénea o igual a sí misma.
En palabras del curador de la muestra, el gijonés afincado en Buenos Aires Fran Gayo –ex programador del Bafici y actual director del Festival de Cine Internacional de Ourense, en Galicia–, Espanoramas en su versión 2018 partió “como suele ocurrir en muchos casos, de una larga lista de títulos, de una selección sobre la cual uno debe reflexionar. ¿Por qué programar ciertas películas y no otras? Este año no hay en el programa nombres consagrados, en parte porque algunos de esos films van a estrenarse comercialmente o ya están disponibles en Netflix. En algún momento del proceso caí en la cuenta de que teníamos una especie de panorámica del cine español más joven: de las catorce películas, once son óperas primas. Allí hay una lectura posible, ligada a la idea de que estamos ante un momento importante del cine español a nivel creativo, más allá de las dificultades de los cineastas para conseguir financiación y exhibir sus obras. Hay muchos directores primerizos haciendo cosas interesantes y es notable que muchas de estas películas estén dirigidas por mujeres. Debo aclarar que Estiu 1993 –la notable película de Carla Simón acerca una niña de seis años y su nueva familia adoptiva– quedó afuera por la sencilla razón de que se estrenará en Argentina en algunas semanas”.
Abriendo el juego en la función de apertura (mañana a las 20 horas), Muchos hijos, un mono y un castillo, de Gustavo Salmerón –reciente ganadora del premio Goya a Mejor Documental– recorre los senderos del relato autobiográfico a partir del retrato que el director realizó, a lo largo de muchos años, de su propia madre: Julia, una mujer encantadora y algo extravagante cuyo sentido del humor transforma a la película en una suerte de comedia documental. En particular luego de que la desaparición de las vértebras de la abuela (¿¡!?), genera una suerte de búsqueda del tesoro en el pequeño castillo familiar. Debut detrás de las cámaras de Salmerón, para Fran Gayo la aparición de este film en el panorama del cine español “fue toda una sorpresa. Él es un actor de cine y televisión muy conocido en España, pero supongo que nadie esperaba una película tan hábil, imaginativa y divertida. En algún punto me recuerda a las primeras películas de Paco León (N. de la R.: León es otro actor español devenido realizador que comenzó trabajando junto a su propia madre en Carmina o revienta y Carmina y amén). Hay allí una coincidencia, ya que aquí también existe la figura de una madre detrás de cuya extravagancia se esconde algo de mayor sabiduría. Un territorio gracioso e incluso grotesco detrás del cual se oculta otra cosa, más profunda. Por otro lado, además de ese retrato familiar, Muchos hijos… narra la historia de un país, partiendo, con sus referencias a la Guerra Civil, desde el año 1936”.
De un tono muy diferente, La vida y nada más fue rodada en los Estados Unidos con un reparto de actores de ese origen (todos ellos afroamericanos) y concentra sus armas narrativas en el drama personal de una madre y su hijo. Como progenitora soltera (su marido cumple una larga condena en la prisión), Regina intenta mantener a sus dos hijos con un precario trabajo como mesera. Tarea nada fácil, en particular dado el estado de rebeldía permanente del mayor, Andrew, que con diecisiete años parece estar a punto de caer en un derrotero criminal parecido al recorrido por su padre. El realizador Antonio Méndez Esparza desarrolla inteligentemente el relato a partir de una serie de viñetas (el uso de las elipsis es notable) y encuentra en el reparto de debutantes el elemento central del éxito dramático de su guion: la sinceridad y una apuesta a evitar a toda costa los golpes bajos. Quizás por no estar hablada en español, la academia que entrega los Goya obvió por completo este notable largometraje, que se exhibirá en la Argentina por primera vez.
Rodada en Barcelona y en Berlín, alternando lógicamente el catalán y y el alemán, Julia Ist es otro debut en la realización más que destacable y se impone como uno de los títulos imprescindibles de esta nueva cosecha de Espanoramas. Escrita, dirigida y protagonizada por Elena Martín, el film describe las aventuras de Julia, una estudiante de arquitectura, durante los meses que dura su estadía berlinesa. Aventuras que son de descubrimiento, tanto de otras personas como de ella misma, y que están marcadas por una mezcla de felicidad y melancolía difícil de comprender o describir. Mucho menos a su novio, que se ha quedado en España y con quien se comunica cada tanto vía llamados por Skype. En su delicada descripción de un estadio de transición en la vida de la protagonista, Julia ist puede ser interpretada como tratado generacional: esa compleja y contradictoria adolescencia tardía que se va asomando, tibiamente, al comienzo de otra etapa que está por sobrevenir.
Documental muy diferente en fondo y forma al de Salmerón, Converso –que tuvo un importante recorrido en festivales internacionales– posee también en su núcleo una descripción de los miembros de una familia. A través de una serie de entrevistas formales y conversaciones algo más casuales, el realizador David Arratibel intenta comprender las razones por las cuales su hermana, atea consumada durante gran parte de su vida, comenzó un proceso de acercamiento a la religión que terminó transformándola en una devota católica, “contagiando” en el camino a su madre y a su hermana menor. Hay algo de exorcismo personal en Converso, a tal punto que las charlas familiares de rostro amable le ceden el lugar a alguna que otra recriminación en los tramos finales, pero sus temas son de alcance absolutamente universal: la práctica religiosa como costumbre cultural, la fe o la falta de ella, los modos de relacionarse entre padres, hijos y hermanos.
Pero quizás el film más particular –por su origen y ejecución– dentro de esta selección de películas españolas sea Dhogs, cuya premier mundial tuvo lugar aquí, en Buenos Aires, durante la última edición del Bafici. Con sus relatos cruzados y su mezcla de géneros (el policial, la comedia negra e incluso el western), a los cuales se suman varios niveles narrativos que funcionan como capas de una cebolla, este largometraje hablado en estricto gallego tiene su origen en el crowdfunding más artesanal. Su director, Andrés Goteira, es un joven oriundo de un pueblo de Galicia de apenas 500 habitantes y hasta hace muy poco tiempo solía ser empleado en una tienda de electrodomésticos. Dhogs (cruza de dogs y hogs, perros y cerdos en idioma inglés) viene ganando premios a granel en diversos festivales especializados y se ha transformado en una de las grandes sorpresas del cine español producido durante el último año. “Nunca quisimos limitarnos en términos de géneros cinematográficos y la idea motora de la muestra siempre fue un eclecticismo bien entendido”, afirma el programador Fran Gayo acerca de la selección de Espanoramas, posiblemente la más potente y virtuosa de sus cuatro ediciones.