Mientras Italia se prepara para ver el Mundial de Rusia por TV, el fútbol italiano quiere recuperar el terreno perdido, empezando por el marketing. El documental First Team: Juventus, de Netflix y dedicado a ese grande del fútbol tano, es una atractiva herramienta para apoyar la mística del calcio. Con tres episodios (hay más en camino) y un formato clásico de documental, con entrevistas a jugadores y leyendas –del capitán Buffon al ex diez Del Piero– y backstage de vestuarios, hinchas y entrenamientos, First Team: Juventus funciona como campaña de ponderación del fútbol italiano, golpeado no sólo por el fracaso de su selección en eliminatorias, sino también en la escena de clubes.
Hasta hace un tiempo, los equipos UEFA con mayor poder eran italianos y españoles, pero madrileños y catalanes sacaron ventaja en euros y la Serie A italiana fue alcanzada por clubes alemanes, ingleses y franceses. Con la Azzurra chapoteando entre burlones memes globales y el otro coloso del calcio, el Milan, hundido desde el hundimiento de Berlusconi, la Juventus, con sus dos finales de Champions League en tres años (derrotas en 2015 y 2017 contra equipos españoles), se postula desde la TV online como caripela de la reconstrucción de la marca “fútbol italiano”.
Al documental le cuesta escapar de la típica narrativa futbolera épica, la que insiste en la dureza del próximo desafío, martilla con la superación y coquetea con la autoayuda vía voces en off. Así, en términos televisivos, la todopoderosa Juve se acerca curiosamente al reality de culto de Fox Sports, Atlas, la otra pasión. Aunque la comparación se desvanece cuando el relato confirma el descomunal poderío e infraestructura del club turinés, uno de los más ricos del mundo.
Lo mejor aparece al aprovechar algo no tan fácil de hallar en otras grandes ligas europeas: el folklore, esa exageración fetichista del fútbol italiano que lo aproxima al sudamericano. Como cuando se detiene en el calvario del argentino Gonzalo Higuaín y la traición que su pase a la Juve significó para los hinchas de su ex equipo, el Napoli; con todo el merchandising temático y hostil que los napolitanos le dedicaron, con muñequitos de un Pipita cornudo y pósters del goleador emergiendo –una metáfora, ahí– de un inodoro.
Esa doble cara del fútbol italiano –euro y cool de alta gama; a la vez agresivo y sobreactuado– no es la única doble identidad de este documental/house organ dedicado a un equipo en cuyos apelativos convive una doble identificación generacional. Porque fue fundado dos siglos atrás por estudiantes y su nombre remite, evidentemente, a la juventud, pero lleva como apodo futbolero la Vecchia Signora, la vieja señora. Clásico y moderno.