A las tres y media de la tarde terminó un acto que representó varios actos al mismo tiempo: la ausencia de una consigna única y el hecho de que la movilización de la 9 de Julio se fuera armando día a día y pedazo a pedazo logró una amplitud que pareció dejar cómodos a todos los participantes.
Por lo pronto, Hugo Moyano consiguió una gran movilización como un modo de apoyo en medio de acusaciones del Gobierno y movidas de una Justicia que Hugo Yasky definió como “Justicia patronal”.
La movilización se convirtió en una de las mayores protestas desde que asumió Mauricio Macri, el 10 de diciembre de 2015.
El blanco fue la política económica del Gobierno. El propio Moyano fue claro. “No solo hambrean en el presente sino que hambrean para el futuro”, dijo. Y agregó: “Ni ellos tienen confianza en los modelos que aplican, porque si no traerían la guita”. El “ellos” tiene otro sentido en medio de la salida del subsecretario general de la Presidencia Valentín Díaz Gilligan, propietario de una offshore en Andorra, y del cuestionamiento por las offshore del ministro de Finanzas Luis Caputo.
Es que la concentración se realizó cuando el Gobierno y el propio Macri perdieron la inmunidad que dan los primeros meses de gestión.
Por eso Yasky pudo decir, y ser festejado, que “si quieren buscar ladrones les pasamos una dirección”. Y tras una pausa remató: “Balcarce 50, donde hay una Casa Rosada”. Yasky aprovechó para hilvanar varios temas, empezando por la paritaria nacional docente que el Gobierno impidió. “Soy maestro de la escuela pública y muchos de los chicos que eran alumnos míos en Villa Fiorito son mejores que los funcionarios que salieron de la escuela privada y no entienden nada.”
Yasky, secretario general de una de las ramas de la Central de Trabajadores Argentinos, se dejó un momento para solidarizarse con Lula, “el primer presidente obrero de América Latina perseguido por la Justicia patronal”, y para recordar que el gobierno de Michel Temer no pudo hacer pasar la reforma jubilatoria.
Esteban “El Gringo” Castro puso el próximo hito: será el 8 de marzo, día programado para el paro internacional de mujeres. Dijo que los hombres van a garantizar todas las tareas para que las mujeres puedan parar y movilizarse. Castro dijo desconocer qué significa la sigla en inglés “CEO”. Es Chief Executive Officer, director ejecutivo o gerente general. Seguramente la conozca pero quizás buscó introducir la distancia entre “ellos” y “nosotros”, dialéctica común a todos los discursos: “Díganme qué CEO puede vivir con 4750 pesos por mes”. Castro también reivindicó al Papa Francisco, autor de la frase según la que las organizaciones como la CTEP son “poetas sociales” porque trabajan sobre los problemas más profundos.
Tras una lectura de Juan Carlos Schmid, el triunviro cercano a Moyano, con el compromiso cegetista de estar presentes junto a cualquier conflicto gremial, el bancario Sergio Palazzo, de la kirchnerista Corriente Federal de los Trabajadores, dijo que “violencia es robarles a los jubilados, introducir la Ley Laboral, eliminar el impuesto a los ricos y ponerles techo a las paritarias”.
Pablo Micheli, de la otra CTA y partidario decidido de una articulación entre las centrales obreras, pidió que si las concentraciones “hacen bien al alma, hagámoslas más seguido”, para que escuchen “los vagos que apuestan a la timba financiera”.
Moyano fue capaz de manejar los distintos registros. “No me cagué nunca”, dijo al principio. Y al final, antes de la desconcentración de logística suiza y autocontrolada por los organizadores, cerró con la frase que atribuyó a un Premio Nobel, “creo que mexicano”, a quien no nombró aunque se trata de Octavio Paz. La frase es ésta: “Toda victoria es relativa y toda derrota es transitoria”.
La frase de Paz remite a la política en estado puro. Cuando parece que está todo atado y bien atado, la Argentina no se queda quieta. Las piezas están en el aire y sería presuntuoso adivinar cómo caerán. Hasta ahora, la certeza es el movimiento. No es poco.