Un político puede admirar a Linera, vicepresidente de Bolivia, y apoyar a Macri sin cambiar el hilo de su reflexión, o un psicoanalista cuando discute de política puede desconocer el poder del discurso, un publicista puede negar el poder de la publicidad, un sociólogo puede descreer que los poderes sociales intervengan en la realidad. Freud, enfrentado políticamente a Adler, le negó la universalidad del complejo de Edipo pero los estudios psicoanalíticos le permitieron corregir su posición.
Las convicciones pueden torcerse durante las discusiones políticas proyectándose como una banda de Moebius. Figura topológica que, por la torsión de la banda, forma una figura de una sola cara. El recorrido de la banda nos coloca en una posición externa, y luego sin interrupción ni saltos, la misma cara nos deja en una posición interna. Otra particularidad de esta banda es que no orienta. Si la dirección es hacia la izquierda, aparece en la derecha, yendo hacia el exterior aflora en el interior y viceversa.
Las discusiones políticas contienen argumentos opuestos y contradictorios respecto de la realidad o de la política e ideología que cada quien profesa. Se vuelve irracional y confuso lo que se defiende o se ataca porque oculta la verdad propia o la verdad de la política que condiciona la comprensión de esa realidad.
Descartando los casos donde la intención buscada y explicita es perjudicar al otro y favorecer lo propio, señalaremos algunos relieves que fuerzan los cortes y torsiones de los espíritus incautos, en la complejidad discursiva entre el sujeto, lo político y el poder.
Un movimiento estructural: el objeto social elegido e idealizado es parcial. De su satisfacción o insatisfacción, de su ilusión o desilusión surgen criterios de valoración y validación con los que se quiere juzgar la realidad total. El azar convoca los fantasmas y conflictos que realizan un corte en la coherencia y razón, mientras que la superposición entre lo parcial y lo total, entre lo íntimo y lo externo, entre lo singular y lo universal, tuercen las posiciones imaginarias de las discusiones hacia lo irracional.
Del lado del sujeto, la satisfacción del prestigio le impone la defensa de su idea o sensación. El análisis de los datos de la realidad se detiene y se tuerce cuando empiezan a contradecir las creencias, ante la precariedad de la realidad. Torcimiento que tiende a desangustiar al sujeto, sin tener en cuenta el perjuicio propio o hacia el otro. Perjuicio que se sostiene dentro de un límite, luego del cual se convierte en acción violenta.
Del lado de lo social se establece otro conflicto nodal entre la responsabilidad social y la política. La dinámica del discurso político otorga a todo sujeto el derecho a la libertad de expresar y elegir sin que, por sus contenidos, esté sometido a la responsabilidad ni a la culpa. Cuestión que pone en riesgo los diques que conservan el entendimiento, la razón y la dignidad. Dentro del abanico de posibilidades que ofrece el libre albedrío se aceptan las expresiones y votaciones a favor de las políticas dolosas para sí como para las mayorías.
Hasta aquí la complejidad inherente. El problema surge cuando la complejidad de las discusiones queda coagulada porla escena que montó el poder en los medios dominantes: “la tinellización de la política”. El salto cualitativo de la imagen, en la red discursiva, se traduce en nuestra política como la introducción de explicaciones totalizadoras y cerradas a través de la afectación que provoca la imagen. Los exabruptos mediáticos de los funcionarios, analistas o panelistas y textos-web remedan la confrontación política sellando la torsión de las convicciones, según los desprecios y aprecios de la moral y afectos del poder.
El montaje de estas imágenes conceptuales asumen las características de la banda de Moebius: una imágenes, una figura de una cara que se cierra sobre sí (los recortes de hechos no mantienen relación con la estructura); no orienta (homologa las causas estructurales con las secundarias, invierte causa y consecuencia); distintas posiciones (la comprensión de la realidad se modela desde fuera de ella). La consecuencia es que la repetición de las imágenes logra mayor adherencia y penetración en las conciencias porque neutraliza la ambigüedad del sujeto.
Hoy la política y los análisis se publicitan, por ello exigen la profusión de imágenes que impacten en la conciencia. El poder de la imagen es tal que, anticipando lo que se viene en el 2018, se reprime y se controla más las imágenes contra el gobierno instaladas desde la comedia (censura al Gran Cuñado) o de investigaciones judiciales, que los estudios desfavorables, sobre la estructura socio-económica y la lucha de poderes, validados por los datos de su Indec, BCRA, o Boletín Oficial. Estudios que, si bien pueden ser enunciados, no se difunden ni se repiten y sus datos están neutralizados con imágenes que reparten culpas hacia los otros. Contrariamente a la corrección que pudo hacer Freud, los espíritus incautos no tienen la referencia orientadora de los análisis.
La “tinellización de la política” se tragó la honestidad intelectual, el espíritu crítico, la verdad y la coherencia de los políticos, de los analistas, de los comunicadores, jueces y pensadores en general. Lamentablemente, este es el mejor estado para el dominio orientador del Amo.
* Psicoanalista.