El Gobierno quiso menospreciar la masiva movilización que se desplegó en la avenida 9 de Julio calificándola y circunscribiéndola al “acto de Moyano”. Así se encargaron de titular los medios de comunicación aliados con el oficialismo, los mismos a los que el dirigente del gremio de Camioneros astutamente calificó de “pauta dependientes”. Sin embargo, la presencia multitudinaria y plural sobrepasó largamente la idea del “acto de Moyano” para convertirse en una manifestación opositora en todos sus términos. Mérito de Moyano porque tuvo la inteligencia de tomarle el pulso al momento político y captar el sentido del descontento que se acumula en muchos sectores de la sociedad. Podrán decir –y lo dirán– que para capitalizarlo a su favor y en función de sus propios intereses. Eso no le quita por sí mismo valor al acto ni desmerece la inteligencia política del dirigente camionero para plantarse ante la coyuntura. Mérito también del resto de los dirigentes gremiales y sociales que, desplazando a un segundo plano sus diferencias y eludiendo también la chicana oficial que intentaba ponerlos en el lugar de “hacerle el juego a Moyano” supieron sortear el obstáculo y demostraron capacidad para mirar más allá.
Pero “mérito” central, en definitiva, del propio Mauricio Macri y de Cambiemos que con sus decisiones políticas y económicas están obteniendo un resultado hasta hace poco tiempo ni siquiera imaginado en el campo contrario: reunir a la oposición así sea en una acción reactiva, diluir sus diferencias y comenzar a alumbrar lo que pocos se atrevían a presagiar: un frente sindical, social y político antimacrista. Eso fue lo que se vio en el palco de la 9 de Julio donde, es verdad, faltaron referentes de sindicatos importantes de la CGT, pero en el que sí se fotografiaron muchos otros ausentes antes en actos organizados por la central obrera.
También por lo que sucedió en la calle, frente al palco. Allí hubo “gente de a pie”, algunos convocados por organizaciones de distinta trayectoria y posicionamiento político, ideológico y sindical. Muchos autoconvocados, incluyendo entre estos a trabajadores y afiliados a algunos de los gremios cuyos dirigentes decidieron, en ese mismo momento, sacarse fotos junto a los funcionarios del gobierno de Cambiemos. Porque estas personas, también asalariados, se acercaron a la marcha al margen de las consignas y de las consideraciones políticas: fueron movidos por sus propias necesidades y reclamos. Penurias y demandas que son consecuencia de la política económica del gobierno que impone necesidades cotidianas por encima de los acuerdos de cúpula que algunos sindicalistas mantienen con el gabinete ministerial de la Alianza Cambiemos.
En la calle también estuvieron muchos dirigentes políticos, la mayoría de ellos prudentemente replegados a un segundo plano protagónico. Es imposible ni sería lógico hacer un recuento o pasar lista de los presentes. Pero tampoco es cierto que, como también pretendió instalar la comunicación para oficial, todo se redujo a los camioneros, el kirchnerismo y la izquierda. A menos, claro está, que Nito Artaza o Alberto Fernández, para mencionar tan solo a dos personajes conocidos de la política, respondan a alguno de esos apelativos.
Es otro mérito que se le puede atribuir al gobierno. Lo mismo puede decirse de la confluencia entre trabajadores formales y organizados en los sindicatos, con quienes se desempeñan en la economía popular y están representados en la CTEP. Es otra alianza que le disgusta al macrismo, cuya estrategia –exitosa hasta hoy– ha sido la de dividir a las fuerzas populares y opositoras. Tampoco puede haber caído bien entre los habitantes de la Casa Rosada la mención y la reivindicación del papa Francisco y de su solidaridad con los humildes que hizo en el acto y desde el estrado el Secretario General de la CTEP, Esteban Castro.
La inteligencia y la capacidad de Moyano para leer el momento y aprovechar las circunstancias favorables generaron un espacio para canalizar el descontento. El gobierno hizo su aporte: con la incapacidad para manejar la economía, con la persistencia de las políticas anti populares y, sobre todo, con la necedad manifiesta de negarse a admitir lo evidente. Miente el oficialismo cuando afirma que la economía mejora y falta a la verdad cuando pretende seguir presentándose como paradigma de la ética mientras los hechos de corrupción le estallan en la cara más allá del blindaje mediático y la parálisis de la Justicia para actuar cuando se trata de funcionarios de Cambiemos.
Unánimemente desde la Casa Rosada se sostiene que nada va a cambiar después de la marcha. El Presidente insiste en que el camino es el “diálogo” mientras ordena a sus funcionarios que se nieguen a negociar libremente los ajustes salariales en paritarias y que continúen con los despidos de trabajadores del Estado.
Es probable que, al menos por el momento, Macri y los suyos no cambien de posición, que no modifiquen su actitud. Independientemente de ello el mapa político de la Argentina –que muda de aires de manera imprevisible y con mucha velocidad– empieza a brindar indicios de reconfiguración. En primer lugar porque el gobierno comenzó a dar signos de que perdió la indemnidad y, con ello, su capacidad de seducción hasta con quienes fueron sus votantes. Que no basta entonces con pretender emparentar a todos los opositores con la corrupción y con la violencia, incluso porque algunos de los que ya están ahora en la vereda de enfrente hasta hace poco estuvieron en la propia. También porque ya quedó demostrado que en las propias filas existen corruptos, aunque en este caso se vistan de “elegante sport”.
Pero además porque, tras un tiempo en el que los medios para oficialistas y las redes gobernaron y ordenaron el pensamiento de gran parte de la ciudadanía, ahora y después de varios intentos y ejercicios progresivos vuelve a quedar demostrada la importancia de la calle para la acción popular y la política. De tal manera que se le podría decir al gobierno que en la política argentina, al menos por el momento y recordando el magro resultado de una convocatoria en favor de Macri la semana anterior, con los medios y las redes no alcanza y sin la calle no se puede.