El clima ayudó, gauchito, perspicaz y solidario. Un sol resplandeciente en el intenso febrero porteño hubiera transformado el pavimento en una sartén y achicharrado a los manifestantes. La calle estuvo vivible en un día ligeramente inestable, con el cielo nublado de a ratos, soleado en otros y cuatro gotas tibias que cayeron sin notarse.
La muchedumbre se apropió de la avenida 9 de julio que acaso ya no sea la más ancha del mundo pero llega a cien metros y está ladeada por dos calles. Belgrano, la perpendicular que desembocaba en el palco, es otra avenida amplia.
El entorno del escenario, dispuesto de espaldas al Obelisco, rebosaba de gente abigarrada, de frente y a los costados. ¿Cuántos por metro cuadrado? La densidad crece si son trabajadores o militantes en su mayoría. Si el Gobierno ponderó 140.000 participantes, usted arranque de un piso 200.000 solo para empezar.
Las banderas y los laburantes ocupaban varias cuadras más en la gran avenida y se desparramaba por las calles aledañas.
Bombos, redoblantes, percusión variada… pirotecnia solo en las primeras líneas, todo está muy caro en la era macrista.
El acto fue un éxito por el nivel de asistencia, por la conducta de los asistentes. La desconcentración transcurrió más tranqui que la llegada: militantes y personas sueltas (que las hubo en cantidad) iban precavidos. Ojo a las provocaciones y los infiltrados -avisaban y advertían– que no haya violencia promovida y luego capitalizada por el Gobierno.
El cronista trajinó a pura infantería decenas de cuadras: no vio un policía porque tuvieron el tino de hacerse a un lado.
Los provocadores profesionales de los servicios de inteligencia por una vez se tomaron franco o (quién sabe) pegaron un faltazo. En una de esas, perdieron el plus por presentismo (¡ay!) pero por omisión coadyuvaron a que la fiesta popular fuera completa.
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Voces y representaciones: No fue el “acto de Moyano” sino una enérgica demostración opositora de argentinos de clase media y en especial del variado abanico de la clase trabajadora. Moyano se quedó con la palabra en el cierre pero otros oradores dijeron lo suyo. A su modo, expresaron la policromía de los laburantes.
- Juan Carlos Schmid, uno de los miembros del agonizante triunvirato de la Confederación General del Trabajo (CGT). Los formales, que cobran mes a mes, perciben aguinaldo, vacaciones pagas y tienen acceso a obra social o prepaga.
- Sergio Palazzo, el Secretario General de la Bancaria, un gremio privilegiado por el nivel salarial y de conquistas cuyas patronales se la están llevando con pala (a diferencia de las industrias en general y las PyMEs en particular). Rara avis el compañero- correligionario Palazzo, un dirigente de linaje radical en una actividad que antaño se llamaba de “cuello blanco”. Viene siendo consistentemente combativo contra el macrismo y sus empleadores “desde la primera hora”. La resistencia de los Bancos a cerrar la Paritaria con niveles salariales dignos no obedece a motivaciones económicas sino políticas: no dar el brazo a torcer con un gremio de la Corriente Federal. El Ministro de Trabajo Jorge Triaca (h) coadyuva a los empleadores o los conduce… vaya uno a saber. La solidaridad de clase existe.
- Hugo Yasky y Pablo Micheli, conductores de las dos expresiones de la CTA, cuya división –como tantas– no obedece a reales diferencias de sus representados. Siempre combativos, embanderados en la oposición al gobierno, tenaces en la calle, dispuestos a converger en actos pluralistas. Representan mayormente a estatales, sobre los que cae ahora una vindicta tremenda. Yasky proviene de los gremios docentes, pertenencia que ensalzó tanto como a los luchadores sociales, a los despedidos, al presidente obrero brasileño Lula da Silva.
- Esteban “el Gringo” Castro expresó a la Central de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP) y a otras organizaciones sociales. Narró que quienes hasta hace poco (sobre)vivían con changas y algún programa social ahora son usualmente desocupados en toda la línea. “Diganmé que CEO, de qué empresa puede vivir con 4700 pesos por mes” desafió. Podría haber hecho extensiva la pregunta a personas del común.
La malaria castiga de modo dispar, los informales la padecen más. Primero porque falta conchabo, luego porque la paga es más elástica a la baja que la de compañeros de clase con trabajo estable. La recesión pega primero “abajo” como casi todos los males sociales o económicos.
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Diálogos y coros: El edificio de referencia para la convocatoria, enclavado en la 9 de Julio ocupado hoy por el Ministerio de Desarrollo Social. Antaño hospedó a otras reparticiones. En 1951 le tocó al Ministerio de Obras Públicas. Allí se dramatizó el “Cabildo Abierto” de la CGT que le pidió a Eva Perón que fuera candidata a vicepresidenta el año siguiente. Evita, es sabido, produjo su renunciamiento o más bien pidió tiempo para diferir el “no” de plano.
La masa que la escuchaba dialogó con ella, le exigía que aceptara. Las imágenes de época muestran un melodrama político tremendo. Resonaba el silencio cuando hablaban el entonces presidente Juan Domingo Perón y Evita. El ida y vuelta demuestra que había escucha.
Ayer fue distinto, no solo porque el sonido falluteaba de lo lindo y flaqueaba a medida que uno se alejaba del palco. También, porque más allá de la devoción de los camioneros con “Hugo”, las columnas se auto representaban, se hacían oír, si usted quiere hablaban o coreaban en paralelo con los oradores formales.
Las voces del incorrectamente apodado”acto de Moyano” brotaron de decenas de miles de gargantas, correlato de la unidad en la acción y también de la fragmentación de las representaciones políticas, gremiales y sociales. Claroscuros o dialéctica que no da aún con la síntesis, usted dirá y cualquier veredicto será provisorio.
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Conductas y consumos: El cronista camina, por costumbre, a contramano de las marchas. Arranca desde el palco y va cruzándose con las columnas, si puede de ida y vuelta. El cometido era complejo ayer porque una mega avenida es diferente a una Plaza y atravesarla transversalmente en los espacios más nutridos costaba mucho.
Llegó desde el norte, desde el Obelisco. La mayoría de las columnas venían desde el Sur, como en tantas movilizaciones del pasado. Pero se esparcían por doquier, también por las paralelas a las avenidas.
Lo primero que vio este escriba fue una mujer vestida con extrema y pulcra sencillez, humilde a carta cabal. Estaba apoyada sobre un bondi, con una heladerita por todo equipaje. Vendía latas de cerveza frías. Este escriba pensó en llamar a algunos colegas de medios oficialistas para prestarles esa imagen símbolo: micro y birra, la noticia soñada. Tal vez necesitaban ayuda porque la multitud serena y prevenida defraudó sus expectativas. Los denuncieitors de borracheras e incivilidades, tuvieron una jornada aciaga, pobre fue su cosecha.
Se expendía cerveza en las veredas, también muchas gaseosas porque la canícula fue piadosa pero muchas horas de viaje y de espera causan sed.
La zona del acto es activa en días de semana, muchas oficinas estatales o privadas. Abundan entonces restaurants, pizzerías al paso (relativamente) baratas, célebres cadenas gringas de hamburguesas caras, cafés y maxikioscos. Casi todos se mantuvieron abiertos, lo bien que hicieron. Estaban tanto o más colmados que de costumbre. En su misma vereda, a veces en su vidriera se aposentaban vendedores de delikatessen sencillas: bebidas, flautas de salame y queso, empanadas, un canto al colesterol y las grasas sabrosas. Las parrillas, a las bocacalles, porque el calor y el humo exigen más espacio vital.
Sin prejuicios ideológicos,el ejemplo micro probó que la coexistencia entre el comercio regular y los microemprendores golondrina les permitió a ambos una interesante facturación. Mensaje para el ministro de Hacienda Nicolás Dujovne y su staff: cuando hay demanda, la actividad crece, se genera y redistribuye riqueza.
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Moyano, una larga historia: Nadie es un arquetipo, las mejores caricaturas retratan a los protagonistas pero no equivalen a una biografía. Moyano cifra varias características de cierta dirigencia sindical: cuna muy pobre, formación autodidacta, ascenso social y gremial desde la base, un perfil plebeyo que jamás se renuncia. Con el tiempo, caída en mañas o vicios de muchas cúpulas: usar varios sombreros en el capcioso mundo del transporte, donde a menudo se confunden los roles de los empresarios, los sindicalistas y los funcionarios del estado. Deberían ser tres sectores, a menudo se entreveran demasiado. Mezclarse en el mundo de los negocios, hacer pie en el fútbol, otro subsistema capcioso de poder.
También y antes que nada fue el último líder cegetista con ascendiente sobre las bases, liderazgo político-emocional, presencia en la calle. Acérrimo objetor al menemismo, a la Alianza, a la política neocon de entonces, un suicidio anunciado y agravado por el delirio de la Convertibilidad.
Astuto, socarrón, eventualmente rudo o violento, sabe hablar en varios registros. En abril de 2016 convocó a un acto frente al Monumento al Trabajo, bastante parecido al de ayer por las características de la concurrencia y por la lista de oradores. La locación, cercana a la CGT, constituía una aliviada para el presidente Mauricio Macri, recientemente afincado en la Casa Rosada. Evitaba la Plaza de Mayo, sustituyéndola por un “no lugar” sin tradición ni simbolismo. Moyano se expresó críticamente pero preservó al presidente.
Ayer era imposible reunirse en la Plaza de Mayo que el Gobierno local está descuajeringando, emprolijando o deshistorizando… ya se verá.
En un sitio con historia Moyano eligió no gritar, no sacarse, precaver cualquier desorden. Miles de muchachos con pecheras verdes fornidos y encuadrados, laburantes y no barras bravas, “garantizaron la seguridad” en la terra franca dejada por la Policía.
La cautela indujo seguramente a algo impensable años atrás y cada vez más habitual: adelantar el horario del acto. Estaba previsto que los oradores pronunciarían sus discursos (sabiamente breves) a las tres de la tarde. Veinte minutos antes se cantó el Himno… los argentinos no descollamos por la puntualidad, pero la necesidad induce a cambiar hábitos, sobre todo si las calles están requete pobladas y hay paz interior.
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Lo transitorio y lo necesario. Moyano es más que inteligente: sabe que no logrará impunidad ni detendrá el acoso judicial con el acto de ayer. Pero comprendió también que “abrir el juego” lo recoloca en la lucha sindical, el territorio de sus mejores momentos.
Se permitió pedir calma a quienes insultaban a Macri, que igual se sacaron el gusto antes y después. Trazó una divisoria clara entre los aliados posibles y “los gorilas” que atacan la dignidad de los trabajadores, una línea sencilla para comprender y compartir.
Sorprendió con la cita de Octavio Paz (que unos cuantos buceamos en Google):”toda victoria es relativa y toda derrota es transitoria”. Linda parábola sobre la política, algo para recordar a diez años del conflicto por las retenciones móviles. El kirchnerismo lo perdió en 2008, lo siguió sufriendo en las elecciones de 2009, se recobró para las elecciones de 2011, tal vez Cambiemos sea un modo victorioso de resurrección de la Mesa de Enlace.
En aquel entonces, el espacio del kirchnerismo era más amplio y Moyano se jugó mucho en ese enfrentamiento. Las divisiones, cuya lógica y responsabilidades salteamos ahora, perjudicaron a los protagonistas de primer nivel. Y, lo que es más grave y durable, al conjunto de los argentinos más desposeídos y a la clase trabajadora en general.
La moraleja es sencilla de enunciar pero no de concretar. El archipiélago opositor tira puentes internos en la acción directa, avanza dos casilleros como ayer pero no resuelve el dilema de la articulación política. Una sabiduría común aglutina a dirigentes de prosapias diversas. La izquierda combativa participa con contención y espíritu constructivo, pone el cuerpo, suma en la acción.
En esos trances da la impresión de que todos aplican la vieja máxima de “la contradicción principal” que es el gobierno de derecha. Pero la conciencia de ser no alcanza aunque es parte del camino.
Por ahora, así estamos. En ese cuadro, la de ayer fue una victoria transitoria, gozosa, pacifista, hasta ejemplar.