- El Rey Leónidas. Veinte años antes de que Pelé asomara en el horizonte mundialista, el mundo entero se vio encandilado por el brillo del juego de Leónidas da Silva, conocido como “el diamante negro”. Centrodelantero hábil, potente, veloz, sorprendía con sus acrobáticos movimientos con los que desairaba a defensores y sometía a los arqueros rivales. Fue la gran estrella del Mundial del 38, en el que marcó un total de 7 goles, 3 de ellos en aquel espectacular partido contra Polonia de la primera fase, jugado en medio del barro, que terminó 6 a 5 en favor de los sudamericanos y en el cual Leonidas marcó uno de sus goles descalzo.
Leónidas ya había participado por primera vez en el Mundial del 34 y había convertido el único gol de su equipo en el debut –y despedida– con un 1-3 ante España. Llegó a Francia 1938 en su mejor momento, alimentando la ilusión de los brasileños. En ese campeonato, después de superar a Polonia, Brasil jugó un partido virulento contra Checoslovaquia, en el que empataron 1 a 1 después de molerse a patadas. En el desempate ganó Brasil 2 a 1 con otra gran actuación de Leónidas. Pero el crack había quedado un poco golpeado y el equipo técnico decidió preservarlo en la semifinal, descontando que llegarían a la final. No fue así. Ganó Italia, y Brasil debió jugar por el tercer puesto. A pesar de eso, todas las crónicas de la época lo recuerdan como la principal figura de aquel Mundial, por encima incluso del arquero checoslovaco Planika y del italiano Giuseppe Meazza.
Leónidas fue ídolo en Bonsucesso, Peñarol, Vasco da Gama, Botafogo y San Pablo y seguramente lo hubiera sido en la Argentina si se hubiera concretado un sonado pase a Boca, que en esos tiempos contaba con otro ídolo brasileño, Domingos da Guia.
En la selección marcó 19 goles en 21 partidos. Después fue técnico y comentarista de televisión. Desde 1974 padecía el mal de Alzheimer. Murió a los 91 años, el 24 de enero de 2004.
- Cuba, Chico. La selección de Cuba fue la primera del Caribe en participar en un Campeonato Mundial de Fútbol. Fue en 1938, en Francia, donde el equipo de la isla disputó tres partidos y conoció los tres resultados posibles: victoria, empate y derrota. En su presentación, en la primera fase, igualó 3 a 3 con Rumania y jugaron un desempate que los cubanos ganaron por 2 a 1. Ya en los cuartos de final fueron vapuleados por los suecos, que los vencieron por 8 a 0. Esa fue su despedida de los Mundiales.
En el historial olímpico, los cubanos conquistaron 77 medallas de oro, 68 de plata y 75 de bronce, casi todas después de la revolución que encumbró a Fidel Castro el 1° de enero de 1959. Pero su mejor actuación en el fútbol olímpico se dio en Moscú, cuando llegó a los cuartos de final.
En Cuba, como se sabe, el deporte nacional es el béisbol. En igual proporción y con la misma alegría con que los pibes rioplatenses juegan con una número cinco, se puede ver en cualquier plaza, playa, calle o baldío de Cuba a ruidosos grupos de chicos bateando una pelota y corriendo entre bases.