El próximo 16 de junio, la selección argentina de fútbol debutará en el Mundial Rusia 2018 frente a Islandia, en Moscú. Su itinerario dentro del Grupo D (que completan Croacia y Nigeria) también lo llevará a Nizhni Nóvgorod y San Petesburgo, dos de las cinco ciudades con mayor cantidad de habitantes del país. Hasta el momento, los hinchas argentinos son los que mayor cantidad de entradas demandaron al comité organizador.
“Apenas clasificamos, compré los aéreos y luego fui reservando hostels a medida que se daba el sorteo y se confirmaban las sedes”, dice Diego Dorrego, hincha de Chacarita Juniors y seguidor de la Selección Nacional en los últimos tres mundiales y sus respectivas eliminatorias. Su periplo para llegar a Rusia tiene una primera escala en Qatar -”Así vamos viendo cómo viene todo para el 2022”-, luego tres días en Barcelona y de ahí a Moscú (con un costo final de $23.000). Si Argentina clasifica primero dentro de su grupo, el resultado más previsible, volverá a Moscú. Por eso la mayoría de los viajeros ya reservaron al menos dos semanas un hostel en esa ciudad (con un costo de $700 por día los más baratos).
En el circuito de la capital rusa, los puntos de atracción se repiten entre aquellos que desembarcarán para alentar a la selección: el Kremlin, el río Moscova, la Plaza Roja, el Jardín de Alejandro, la Catedral de San Basilio y el Mausoleo de Lenin. En San Petesburgo, donde la selección jugará el 26 de junio frente a Nigeria, los puntos turísticos destacados son el Palacio y Museo del Hermitage y el lago Baikal, considerado el más profundo del mundo.
“En el caso de la selección es más fácil planificar, ya que las fechas se suelen saber con mucho más tiempo. No pasa lo mismo que cuando seguís a un equipo que juega la Libertadores y te enterás una semana antes contra quién jugás”, dice Diego Dorrego. “Lo que la mayoría siempre le tiene temor estando en el extranjero es a la violencia, pero son los medios de comunicación los que te meten el odio a otros países. Cuando vas allá pensás que te quieren matar y al contrario, la gente generalmente te trata muy bien. Por eso todas estas cosas hay que vivirlas. Los viajes te dan eso: conocés viviendo todo lo que pasa en el lugar. Eso te da siempre una nueva perspectiva”.