“Más que simpáticos dibujos, estos íconos se han vuelto una lengua franca para la era digital”, apuntan voces especializadas sobre el célebre emoji, esa invención moderna especialmente diseñada para agregar matices emocionales al texto plano, que ciertamente ha revolucionado la comunicación. Pues, acaso para subrayar la incidencia de los populares pictogramas en la historia de la interacción entre humanos, decidió un diseñador y artista 3D dedicar su más reciente proyecto a exaltar (aún más) a los emoticones. Fundamentalmente, a algunas de sus muchas caritas: la sonriente, la cansina, la dientuda, la canchera con gafas oscuras, la de mueca sorprendida, la de llanto desbordante... Lo ha hecho imaginándolas como esculturas antiguas, dignas de museo, de exhibición. Y es que en Sculptmojis, tal es el nombre de su peculiar proyecto, Ben Fearnley da renovado look a los exagerados rostros, convirtiéndolos en cabezas de esculpidos cuerpitos de estatuas clásicas, que recuerdan a esculturas griegas y romanas de dioses de mármol, bronce, oro y plata. “Una propuesta de arte digital que mixtura arte tradicional con emojis modernos”, es la sucinta descripción que el muchacho, con residencia en Nueva York, otorga a su viralizada obra, dando respuesta a quien se preguntase si apeló el varón a computadora o cincel para dar forma a su discordante creación. Discordante, sí, pero también intrigante. Finalmente, viendo la extraña serie sobreviene perturbador interrogante: ¿Será que, en siglos venideros, incluirán prestigiosas galerías, esculturas de bronce de emoticones felices tomándose una selfie? Y luego: ¿Adónde iremos a parar?
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