“El diseño hostil es diseño contra la humanidad”, enuncia con contundencia el artista inglés Stuart Semple, que dedica a esta tendencia de diseño urbano –también conocida como arquitectura defensiva– su más reciente labor: un sitio web que oficia de campaña para concientizar acerca de “objetos especialmente creados para excluir, dañar u obstaculizar la libertad del ser humano, generalmente con el fin de apartar a un determinado grupo social del espacio público”. Léase bancos de plaza con apoyabrazos colocados estratégicamente para que ningún sin techo pueda allí dormitar; aspersores de agua que se activan intermitentemente sin intención de riego sino de dispersar encuentros colectivos; tornillos instalados en escalones para desalentar las piruetas de skaters; pinchos frente a vidrieras de negocios, amén de que humanos no puedan sentarse a aguardar; entre tantísimos ejemplos que reúne el mentado varón en su flamante web Hostile Design. Una plataforma que llama a que civiles de latitudes todas fotografíen casos de su ciudad, publicándolos en redes sociales bajo el hashtag #hostiledesign; subiéndolas además al mentado sitio, que posee una design crime gallery con ejemplos provistos por gentiles y concienzudos colaboradores, tan indignados como Semple por lo que llaman “una forma de control social”. Forma que, a decir del artista, “restringe las conductas de los seres humanos, sea un errabundo, un patinador, un grupo de gente que quiere encontrarse y divertirse en la calle”. Forma “especialmente peligrosa porque es insidiosa, silenciosa, tan camuflada que, al menos que alguien te señale lo que conlleva, es naturalizada y aceptada. Y es esa ciega aceptación la que permite que crezca, que se extienda”, alarma el revolucionario Stuart, enemigo público de la arquitectura disciplinadora, defensor a ultranza de lugares públicos ciento por ciento inclusivos. “Mi esperanza es que los planificadores urbanos, las personas que diseñan, fabrican e instalan este tipo de objetos, comiencen a preguntarse: ‘¿Es moral y éticamente correcto?’, ‘Si llevamos la tarea adelante, ¿se armará alboroto?’. Si queremos que cuestionen su actitud, su comportamiento, necesitamos generar un sentimiento masivo de oposición. Las redes son una manera muy poderosa y accesible de empezar a hacerlo”, se despacha el varón, que ofrece en su web stickers para que compañeros de causa apliquen sobre todo aquello que, a decir de Semple, es un gravísimo crimen. Etiquetas por las que cobra unos duros, porque hasta la revolución necesita financiarse.
Ese banco, un crimen...
Este artículo fue publicado originalmente el día 25 de febrero de 2018