Fue con sorpresa y humildad que recibí esta importante premiación, que me llega a mí, brasileño, autor de poemas tan alejados de lo convencional, viniendo de un país tan remoto, vasto y populoso, y de un idioma tan distinto.
Paul Valéry relata que, en una de sus últimas visitas a Mallarmé, su gran maestro, le mostró este las pruebas de un extraño poema, que lo dejó aturdido por su novedad, y que le dijo: “¿No le parece un acto de locura?”.
Ese poema, Un Coup de Dés Jamais n’Abolira le Hasard, “Un tiro de dados jamás abolirá el azar”, sería el comienzo de toda una revolución literaria. Lo último que fue terminado por el poeta, que moriría un año después, fue también lo último a ser publicado en vida. Publicado, incompleto, en 1897, en la revista Cosmopolis, sólo llegó a ser conocido en una versión definitiva en 1914, en medio de la eclosión de las vanguardias -futurismo, cubismo, dadaísmo-, al mismo tiempo que aparecían los primeros Calligrammes de Apollinaire. Entre dos siglos, el “tiro de dados” mallarmeano fue el precursor de una poética visual y espacial que vendría a ser adoptada por muchos poetas del futuro.
Fue de esas raíces que surgió, al comienzo de los años de 1950, la llamada “poesía concreta”, al retomar las experiencias de vanguardia de las primeras décadas, interrumpidas por la catástrofe de dos guerras mundiales y por la persecución a los escritores modernos, desencadenada a partir de la última. Lo que proponíamos, en el caso brasileño, destilando de esas innovaciones un elenco de autores radicales –Pound, Joyce, Cummings, Apollinaire, Gertrude Stein, y los brasileños Oswald de Andrade y João Cabral de Melo Neto– era la asunción de una poesía “verbivocovisual”, término extraído del Finnegans Wake, de Joyce. Rehabilitábamos el proyecto de una nueva poética, preanunciado por Mallarmé, y buscábamos reabrir el camino para una internacionalización del lenguaje poético, en una nueva síntesis, articulada por la exploración de la iconocidad de la poesía, en sus dimensiones visual, sonora y semántica.
“Poesía concreta: tensión de palabras-cosas en el espaciotiempo”, como sugerí entonces. Cuarenta años después, la revolución de la Era Digital reafirmaría esas búsquedas, trayendo aún más cerca de los ojos y de los oídos el universo de las imágenes y de los sonidos.
La Babel de lenguas humanas dificulta el conocimiento de los poetas de muchos países cuya diversidad lingüística los marginaliza. Muchos años son necesarios para que sobreviva la poesía que consiga superar las difíciles barreras del idioma; cuando llegue a superar también el implacable y algunas veces imponderable filtro del tiempo. Todavía más cuando la poesía constituye un cuerpo extraño en la propia literatura, y hoy, casi un gueto; con una disminución que se ve en las noticias culturales de los medios más habituales de información, donde, en el pasado, tenía mayor abrigo.
La lengua portuguesa, a pesar de su presencia histórica, y a despecho de estar entre las más habladas –cuantitativamente es la sexta en el mundo– es poco utilizada fuera de Brasil y de Portugal y de algunos otros países. Pero el arte sorprende, y la poesía puede surgir, inesperadamente, como un “atractor extraño”, en el caos lingüístico de las más diferentes nacionalidades, y catalizar, a pesar de todo, el interés de los amantes de las letras, muchas veces bajo nuevas formas, asociadas a otras facetas del arte.
En mi recorrido personal, algunos nombres de la cultura húngara fueron muy importantes, como el multiartista Lazlo Moholy-Nagy y el panorama interdisciplinar presentado por su ‘visión en movimiento’, o los músicos renovadores Béla Bartók, Giorgy Ligety, Giörgy Kurtag. Y encontré en Lajos Kassák y su “képarchitektura” –arquitectura visual– un precursor valioso de las poéticas contemporáneas. Uno de mis compañeros de viaje artístico en Brasil, Kazmer Féjer, escultor de bellas obras laberínticas en vidrio y plexiglas, nació en Pécs, ciudad íntimamente ligada a la personalidad de Janus Pannonius, patrono de este premio. Esa coincidencia, que evidencia que el arte no tiene fronteras, me recuerda que el gran escritor argentino, Jorge Luis Borges, tan admirado en Brasil, homenajeó a Pannonius, en un bello poema, en el cual, con su particular concisión, abrevia tiempos y espacios seculares, al evocarlo como el primero de los poetas húngaros: “Las noches y los mares nos apartan / (...) / pero nos une indescifrablemente / el misterioso amor de las palabras, / este hábito de sones y de símbolos”.
Vivimos en un momento particular de la historia en el cual, a la par de un desarrollo sin precedentes de la ciencia y de la tecnología, percibimos que, a pesar de su progreso, no consiguió la especie humana llegar al ideal de propiciar para todos lo esencial de una existencia digna: libertad, distribución armoniosa de la riqueza, combate al hambre, preservación del ambiente.
En ese cuadro ¿qué papel podrá tener la poesía, en especial la poesía experimental o de invención, que no adopta un lenguaje ya sedimentado?
Que ella se impregne, quiera o no, de temas revolucionarios; que se muestre menos o más compleja; la poesía parece encontrar una extraña sobrevida en nuestro mundo conturbado. ¿Y no será la poesía que rechaza –aquella que cuestiona y se cuestiona a sí misma– una paradojal invocación a la razón y a la conciencia; cuando se considera y cuanto ella exige de desprendimiento personal y de movilización contra el prejuicio y la sumisión? En un mundo donde las palabras muchas veces parecen haberse desgastado en discursos que diseminan odios, alimentan discriminaciones y estimulan el egoísmo social, quién sabe si la poesía podrá ser un oasis de meditación y sensibilidad. Quién sabe si las especulaciones poéticas, aunque aparentemente sean inutilizables, no merezcan mayor aprecio, en el afán de no solamente traer belleza, sino de combatir el esclerosamiento del lenguaje y de mostrar ejemplos de libertad en la experimentación y en lo imprevisto.
Al prestigiar el trabajo de este remoto practicante de una lengua y de una forma de expresión tan diferentes, el premio que me es otorgado permite pensar en una apertura en común para la mayor comprensión y valorización del lenguaje poético.
“La poesía –toda– es un viaje a lo desconocido”, escribió Mayakovski. Quién sabe si ese viaje pueda tener un significado más necesario de lo que aparenta. Al poner su énfasis en cambiar y no solamente en expresar –para hacer uso de un lema de John Cage–, quién sabe si pueda esa poesía, de algún modo, incitar a un mayor desprendimiento, a una menor intolerancia para con las ideas y pensamientos del ser humano y ayudar a resensibilizarlo, ante la “pregunta sin respuesta” de su existencia.u
Este es el discurso de recepción del Gran Premio de Poesía Janus Pannonius, pronunciado en la ciudad de Pécs el 23 de octubre de 2017 por Augusto de Campos. Traducción de D.P.