Ya está en marcha en Tecnópolis el Festival Soy, con una programación variada en atracciones. Un sector del megaparque permanecerá abierto todos los días, hasta el próximo sábado 3 de marzo, en horario de verano (de 18 a 24), con una cantidad de actividades de entrada gratuita. Entre todas las ofertas, se destacan las de artes circenses, las dedicadas al skate, los diferentes talleres y, particularmente, la programación del Festival Internacional de Teatro.
Además de la gran pista que disfrutan los fanáticos del skate, o los juegos donde los pibes pueden saltar, correr y quemar energías a gusto, una original atracción del Festival Soy es “Vení a volar”, donde se invita a los visitantes a tirarse de un trapecio (atención adultos: piensen bien antes de dejarse llevar por el entusiasmo aéreo; una vez trepados a la larga escalera no hay posibilidad de arrepentirse). Talleres de arte como los de Abran Mancha invitan a espacios de juego simple y rico. Otras propuestas, como la muestra de Darwin traída desde la ciudad de las ciencias La Villette de París, o las réplicas del Museo Arqueológico de Alta Montaña de Salta, resultan menos atractivas o logradas para este contexto.
El fuerte en cuanto a calidad aparece en la propuesta de teatro. Es posible ver obras de más de veinte compañías de diferentes regiones argentinas, de Canadá, Suiza, España, Polonia, Chile, y también dos buenas producciones del Teatro Cervantes: Cyrano de más acá y Deseos inquietos, del grupo Bigolates de Chocote. Algunas no se vieron nunca en Buenos Aires, otras combinan diferentes técnicas y se destacan por la originalidad de sus puestas, muchas abordan temas poco frecuentes en el teatro para chicos, aunque sí en la vida misma: la identidad sexual, la adopción, muerte de un ser querido, los peligrosos celos que puede llegar a despertar la llegada de un hermanito, por caso.
“Hay una escena muy amplia de teatro, títeres, danzas, música para chicos, y no había ningún gran evento que la reflejase, ni en su potencial ni en sus carencias. Por eso, la intención con las compañías extranjeras fue tomar cosas que aquí no se ven. La programación es bastante ecléctica, con pisos de excelencia artística, algunas cosas que tienen un tiempo de haber sido estrenadas pero han sido poco vistas en Buenos Aires, que aportan una visión novedosa de la puesta, o que se destacan por su dramaturgia, o por abordar temáticas que no son las habituales”, describe su trabajo Juan Garff, encargado de la programación.
Entre esas temáticas y puestas excepcionales sobresalen obras como El pato, la muerte y el tulipán, del Teatro Baj de Polonia, sobre un cuento del premiado escritor e ilustrador Wolf Erlbruch (El pato y la muerte); o la española El intrépido viaje de un hombre y su pez, con un delicado trabajo de teatro de objetos, títeres, sombras y mecanismos de hilo. Ambas pueden verse próximamente (ver aparte). En el cruce de géneros, obras como Alicia, ensueño de maravillas, de Alejandro Bustos, que reúne el teatro de sombras con la acrobacia; Mantay Grillo, que suma música, danza y música en vivo; o la chilena Sobre la cuerda floja, una obra de títeres con stop motion en proyecciones. Todas puestas disfrutables tanto por el público infantil como por el de adultos.
Algunas de estas compañías, además, ofrecen talleres: Flotante, pensado especialmente para bebés y niños hasta 4 años; o el de la obra suiza Zick, Zack, puff, de danza para chicos. “Me interesa que todo esto se proyecte más allá de este evento, lograr redes con otros festivales, que las obras circulen. Para la obra de Canadá, por ejemplo (Gretel y Hansel, de Le Carrousel), se necesitaron quince sillas altas que se armaron y quedan acá. Ya hay una conversación para que en 2019 Teresa Rotemberg venga a dirigir acá un elenco local. Ahí es donde el festival cobra otro sentido”, apunta Garff.