Murió cuando su carrera estaba en la cima. El público lo adoraba. La taquilla explotaba. Generaciones de argentinos se criaron con los queridos personajes de Alberto Olmedo. A tres décadas del fatídico verano del 88, Caras y Caretas recuerda a uno de los grandes ídolos que tuvo el país.
En su editorial, María Seoane eligió la figura femenina del humor por antonomasia, Niní Marshall, para celebrar a Olmedo: “Han pasado muchos años, pero el talento de Marina Esther Traverso, Niní o Catita, para desarmar y armar el sentido del lenguaje como una experta porque ‘su dominio de la lengua es cervantino’, como lo señaló lúcidamente María Elena Walsh para cuestionar el orden colonizado de asociarla a un ‘Chaplin con faldas’, desafió al olvido”.
En tanto, Felipe Pigna evoca los orígenes del ídolo: “Olmedo había sido repartidor de una verdulería en su querido barrio rosarino de Pichincha e integró un conjunto de gimnasia artística en Newell’s con el que hizo algunas giras hasta que decidió venir a Buenos Aires a probar suerte y logró ingresar al equipo técnico del mítico Canal 7. Pero la gracia y el histrionismo de Alberto, reconocidos ampliamente por sus compañeros, tuvieron oportunidad de exhibirse en la cena de fin de año del canal, cuando hizo una improvisación que maravilló a todos, lo catapultó en 1956 al otro lado de las cámaras y lo llevó a debutar en La Troupe de la TV”.
Daniel Riera reconstruye la historia de vida del Negro en la nota de tapa de la revista. Su Rosario natal, los comienzos en el mundo de la televisión, la consagración, el éxito, los amigos. “Había nacido el 24 de agosto de 1933 en Rosario. Vivía junto a su madre en una casa de la calle Tucumán, en el barrio Pichincha. A los seis años empezó a trabajar y no paró nunca más. Hacía el reparto en una verdulería: arrancaba a las tres de la mañana rumbo al mercado central, con el carro tirado por un caballo. Volvía exhausto, durmiendo entre plantas de lechuga. Después fue cadete en una farmacia: pasó del caballo a la bicicleta. De la farmacia pasó a una carnicería: a los ocho años aprendió a cortar reses. Luego repartió pan, vendió baratijas, trabajó en una imprenta. A los 14 años se integró en la claque del teatro La Comedia con su amigo Salvador Naón. Hizo de todo en el teatro. ‘De todo, desde limpiar el piso hasta vender entradas. Tenía 14 años. ¡Y un hambre, flaco!’”, cuenta.
Isidoro Gilbert contextualiza los años en que se desarrolla la historia. Y Juan Pablo Cinelli escribe sobre las duplas inolvidables que formó Olmedo con otros cómicos: Humberto Ortiz, Jorge Porcel, Javier Portales y, en forma más fugaz, Tato Bores. Camilo Sánchez escribe un hermoso contrapunto entre Borges y Borges: el personaje de Olmedo y Borges escritor. “Cuando a Javier Portales le daba pudor nombrarlo como al personaje, llamarlo así nomás ‘Borges’, Alberto Olmedo lo cazaba al vuelo y doblaba la apuesta. ‘Sí, sí, dígalo sin miedo, Borges es mi nombre’, le decía Olmedo a un Portales que no podía creer tanta desfachatez del amigo.”
La autora, actriz, humorista y periodista Soledad García revela el impacto que Olmedo tuvo en su vida y en su carrera a través de una sentida carta: “Recuerdo que cuando decía que quería ser actriz me preguntaban como quién quería ser y yo decía: ‘Quiero ser como Olmedo, pero en mujer’. Así que imaginate… la noticia de tu caída no fue un buen chiste para mí. Ese día también lo recuerdo. ¿Cómo era posible que fueras todo -un creador- y nada -un estúpido- a la vez? ¿Cómo yo siendo tan niña, casi sin haber vivido tu apogeo, conociendo solamente algunos pocos de tus personajes, sentí el impacto de tu tragedia? La respuesta tal vez sea: Olmedo, formabas parte de mí”.
Juan Manuel Strassburger recopiló testimonios de distintas generaciones de colegas que hablan sobre el legado del último cómico popular: Dady Brieva, Fátima Flórez, Coco Sily, Sebastián Presta, Ana Acosta y Pedro Rosemblat.
Damián Fresolone escribe sobre la industria de la risa entre los años 60 y 80. Y Diego Igal hace un racconto de los humoristas iberoamericanos que hicieron reír al mundo contemporáneamente a Olmedo.
La edición se completa con dos reportajes: uno con el periodista Carlos Ulanovsky, entrevistado por Virginia Poblet, y otro con Alberto Olmedo (h.), entrevistado por Pablo Taranto.
Un número imprescindible, con las ilustraciones y los diseños artesanales que caracterizan a Caras y Caretas desde su fundación a fines del siglo XIX hasta la modernidad del siglo XXI.