La excelente idea de desalentar el uso de automóviles e impulsar la bicicleta como medio de transporte se convirtió en la Ciudad de Buenos Aires en un riesgo tanto para los mismos ciclistas como para peatones y automovilistas. La falta de mantenimiento en la infraestructura de las mal llamadas bicisendas –son ciclovías porque van por la calle y no por las veredas–, el hecho de que sean doble mano y extremadamente angostas, que muchas de ellas tengan canaletas del lado del cordón, que no se haya nivelado el asfalto, que estén obstruidas por alcantarillas y otros objetos, son algunos de los peligros para los ciclistas. Sumado que tanto peatones como conductores no incorporaron la conducta de mirar en ambos sentidos al cruzar en las esquinas, andar en bicicleta es una verdadera odisea que pone en peligro la vida de los porteños: en la ciudad ya hay tres casos fatales.
La ausencia del Estado se traduce en la falta de control, la falta de mantenimiento y en la falta total de educación vial. Por eso, la mayoría de quienes usan la bicicleta como medio de transporte coincide en que la existencia de las ciclovías es mejor pero subraya que generan una “falsa sensación de seguridad”.
En un mes, murieron tres ciclistas: Franco Sánchez falleció el 6 de diciembre del año pasado en Pompeya, atropellado por un colectivo de la línea 70; Sofía Oswald, el 3 de enero en San Telmo, embestida por un interno de la línea 126, y el 10 de ese mes, Isabel Arce Vera, tras ser chocada por otro colectivo en el barrio de Caballito.
Si bien no hay datos ni estadísticas oficiales sobre siniestros en la red de ciclovías, el Ministerio de Desarrollo Urbano y Transporte de la Ciudad reconoce recién el caso de la fotógrafa Isabel Arce Vera, de 44 años, como el primero fatal ocurrido desde su creación en 2009.
La falta de registros oficiales sobre accidentes es preocupante porque demuestra que no hay voluntad de abordar el tema con responsabilidad y seriedad para evitar accidentes por el uso de las ciclovías: las organizaciones civiles y agrupaciones de ciclistas destacan la falta de datos duros y certeros sobre este tipo de siniestros. Mucha de la información que circula son datos relevados en gran parte de publicaciones de la prensa.
La falta de datos precisos es un agujero negro que impide poder analizar y profundizar en los motivos y las causas de los accidentes y las muertes, para poder trabajar más en profundidad sobre la concientización y la prevención, como así también poder identificar con exactitud en qué se está fallando.
Diego, hermano de Isabel, asegura que ella sentía “una falsa sensación de seguridad” en el uso de las ciclovías. “El Gobierno de la Ciudad fomenta el uso de la bicicleta pero no da las condiciones para que la gente la use”, enfatiza.
El no uso del casco protector, la circulación en contramano, cruzar los semáforos en rojo, la falta de luces y la no señalización de maniobras con los brazos son algunas de las razones que provocan gran parte de los siniestros en los que los ciclistas están involucrados.
Analía Slavich, de Luchemos por la Vida, asegura que “la población de ciclistas casi no ha recibido educación vial de ningún tipo y las bicicletas no son sujeto de control por parte de los agentes de tránsito”. Y en cuanto a la infraestructura, refiere que las ciclovías “necesitan mejoras en distintos aspectos, son escasas y hay fallas en la señalización. Muchas de las ciclovías se encuentran obstruidas por volquetes, tachos de basura y vehículos estacionados”.
En 2015, Buenos Aires ingresaba por primera vez en el puesto 14 de las 20 ciudades más amigables del mundo con las bicicletas, según el ranking Copenhagenize, que destacó la explosión del ciclismo en la ciudad como resultado de la incorporación de la red de ciclovías. Desde hace más de cien años que los daneses promueven la cultura ciclista y son líderes en el tema.
Desde Argentina en Bici, una red de organizaciones vinculadas al uso de la bicicleta como herramienta de transformación social, Jimena Pérez Marchetta asegura que “está demostrado que las ciclovías son buenas para atraer nuevos usuarios y nuevas usuarias a la bicicleta. La mayor cantidad de personas en bici en la calle ayuda a disminuir el número de siniestros, esto apuntaría más que nada a la denominada ceguera por falta de atención”. Pérez Marchetta explica que los siniestros ocurren casi siempre en las esquinas y señala que es fundamental fiscalizar las velocidades en esos puntos. “Sabemos que es importante en un principio bajar las velocidades de todas las vías, ya que está demostrado que eso reduce en gran medida la mortalidad en caso de un siniestro”, indica.
El gobierno porteño lleva construidos 200,4 kilómetros de extensión de ciclovías desde su creación en 2009 hasta la fecha. La red alcanza todas las comunas y 41 de los 48 barrios porteños. Según el gobierno, trabajan sobre cuatro ejes fundamentales para la movilidad sustentable: educación vial y concientización, infraestructura, controles y compromiso ciudadano. Sin embargo, esos postulados están lejos de lo que opinan los usuarios de las ciclovías, que en su mayoría coinciden en que hay una ausencia absoluta del Estado para regular, controlar y garantizar la seguridad tanto de ciclistas como de peatones.
Para Néstor Sebastián, licenciado en Accidentología Vial y presidente de la Asociación de Ciclistas Urbanos (ACU), la infraestructura siempre garantiza la seguridad porque baja la siniestralidad, aunque eso no signifique que se conduzca bien. “En ningún lugar del mundo hay ciclovías en todas las calles. Lo que hay que buscar es la seguridad vial en el resto de las calles que no las tienen. La ciclovía es una manera segura si coincide con el recorrido deseado”, agrega el licenciado.
Para Agustín Oeyen, que empezó a andar en bicicleta por la ciudad desde la construcción de una de las primeras ciclovías que se hicieron, en la calle Montevideo, hay muchos aspectos para destacar que afectan el buen funcionamiento de la red tanto para los ciclistas como para los peatones y los automovilistas. “Las que son mano y contramano, que además el gobierno las cuenta como dobles en la extensión de kilometrajes, complican el tránsito con las otras bicicletas, con los peatones, con los autos. Ese es el punto que para mí es fundamental y que si se tuviera en cuenta se evitarían muchos accidentes. Además, están imponiendo la doble mano y los peatones bajan a la ciclovía sin mirar para ambos lados. La gente está acostumbrada a mirar para un solo lado, en el sentido del tránsito”.
“Muchas veces una de las dos manos tiene una canaleta y para esquivarla tenés que pasar para la otra mano. Y hay millones de usuarios de bicicletas, no se puede pensar en el ciclista urbano como si fuera una persona que usa casco, que circula a una velocidad razonable. Algunos usan casco, otros no, algunos van lento, otros van rápido, en esa multiplicidad es difícil que se maneje todo por un mismo carril. Hay quienes llevan a su hijo al jardín y van a 5 km/h, y hay otros que llegan tarde al trabajo y van a 15 o a 20 km/h”, analiza.
La falta de educación vial y la falta de controles son dos puntos en el que todos coinciden, tanto los usuarios de las bicicletas como las asociaciones civiles. “No hay control de quién circula y quién no. En las ciclovías del centro se meten motos, frenan en los semáforos en las esquinas y muchas veces hay policías en esa misma esquina y no hacen nada. Y desde las aplicaciones de denuncia vial, el Gobierno de la Ciudad intenta ponerte a vos en el rol de policía. Podría servir como herramienta pero da la sensación que es lo único”, explica Agustín.
“Lo positivo de la ciclovía es que estás protegido del tránsito automotor y te conecta a un montón de lugares. Lo negativo es que es angosta, no es directa ni práctica, hay que dar muchas vueltas para llegar adonde se quiere y mucha gente usa la bicicleta para ir a trabajar, pero por sobre todas las cosas lo que destaco es que están en muy mal estado”, sintetiza en su evaluación como usuario de la red de ciclovías.
Agustín reconoce como uno de los puntos más peligrosos de la red, la esquina de Centenera y Valle, en Caballito, lugar donde murió Isabel. Como se hace en otras partes del mundo cuando muere un ciclista por un accidente de tránsito o si fue víctima de un robo mientras circulaba, el mes pasado se colocaron tres bicicletas blancas en las esquinas donde perdieron la vida Franco, Sofía e Isabel.
El gobierno porteño, que busca invisibilizar los peligros de las ciclovías y la ausencia del Estado, no sólo evita llevar un registro de los accidentes: ayer ya hizo sacar la bicicleta blanca que se había colocado en la esquina de Estados Unidos y Perú, donde murió Sofía.