El macrismo prometió un boom exportador luego de la megadevaluación de 2015. Los datos duros del comercio exterior desmienten esa profecía. La mejora de la competitividad cambiaria incrementa la rentabilidad de los exportadores pero tiene mínimos efectos sobre las cantidades comercializadas. Los ingresos por exportaciones dependen de variables exógenas (demanda mundial, precios internacionales) más que del nivel del tipo de cambio. El déficit comercial récord de 8471 millones de dólares en 2017 fue resultado de: 1) exportaciones estancadas (+0,9 por ciento interanual) y 2) fuerte crecimiento de las importaciones (+19,7 por ciento). 

En el caso de las compras al exterior se destacó el incremento interanual de los autos importados (+41 por ciento). Por eso, el 70 por ciento de los vehículos vendidos en la Argentina en 2017 fueron extranjeros. Por su parte, las importaciones de bienes de consumo crecieron 20,9 por ciento. Un informe de la Consultora Radar detalla la intensa suba interanual de las importaciones de indumentaria: 37 por ciento, calzado: 22 por ciento, heladeras: 28 y lavarropas: 178 por ciento. La comparación con 2015 arroja variaciones muy superiores: 85, 57, 171 y 496 por ciento, respectivamente.

El número de empresas exportadoras se redujo de 10.000 en 2015 a 5900 en 2017, según los datos presentados por Marcelo Elizondo en el último Coloquio de IDEA. La contracara es el fuerte crecimiento en los padrones de importadores de casi todos los rubros.

En ese marco, el presidente Macri sostuvo que “yo creo que es una asociación natural (en referencia al acuerdo Mercosur-Unión Europea) porque en Sudamérica somos todos descendientes europeos”. La declaración cosechó rechazos incluso en personas cercanas al universo Cambiemos. Por caso, el politólogo Sergio Berensztein comentó que “también tenemos muchos descendientes de pueblos originarios y creciente inmigración de Latinoamérica. Además, el argumento de la afinidad cultural es muy débil. La integración debe basarse en intereses convergentes y una visión estratégica”.   

Más allá de esa polémica, la cuestión central es evaluar el impacto que  tendría la firma de ese Tratado para el entramado manufacturero local. La rebaja arancelaria provocaría la pérdida de mercados (el interno y el brasileño) en manos de la competencia europea. El Observatorio de Empleo, Producción y Comercio Exterior de la Universidad Metropolitana para la Educación y el Trabajo (ODEP-UMET) estima que se pondría en riesgo 186.000 empleos industriales. En términos absolutos, los principales afectados serían metalmecánica (48.000 empleos), sensibles (calzado, textil, marroquinería, muebles (47.000), autopartes (32.500), química (19.000) y automotor (9500).

“Más allá de la cuestión de la rebaja de aranceles, el Acuerdo sería perjudicial para la economía local ya que la Unión Europea estaría imponiendo condiciones que restringen la utilización de políticas productivas y comerciales que podrían ayudar a cerrar las brechas de desarrollo existentes entre ambos bloques. Se destacan cuestiones vinculadas a las compras públicas, patentes, propiedad intelectual, entre otras. El diseño del acuerdo, por lo tanto, reforzaría la tendencia hacia la especialización de la economía argentina en productos de bajo valor agregado de origen agropecuario y la importación de productos manufactureros de alto contenido tecnológico, con un claro impacto en la calidad el empleo generado”, concluye el ODEP-UMET

[email protected]

@diegorubinzal