Desde París
La vulgaridad intempestiva, las retóricas sin fundamentos, la agresividad, la mentira en forma de volcán, el descrédito hacia los otros, la ignorancia, la obsesión por el complot, la renovada palabra popular y la calumnia metódica han atravesado el océano y los labios de su creador, el presidente norteamericano Donald Trump, para instalarse casi como método en la apuesta política de la derecha francesa. La hoja de ruta que Trump utilizó para llegar a la presidencia circula hoy a gran velocidad. Si parte de esas retóricas de mal gusto ya figuraban en el catálogo de los años 80 cuando el fundador del partido de extrema derecha Frente Nacional, Jean-Marie Le Pen, sacó al movimiento de la clandestinidad, ahora no son sólo un espejo cotidiano del estilo de Donald Trump sino que, además, invadieron profusamente la estrategia de la derecha más clásica. El partido Los Republicanos, fundado por el ex presidente Nicolas Sarkozy, eligió a un nuevo líder, Laurent Wauquiez, cuyo montaje narrativo es la expresión más pura del trumpismo verbal en el Viejo Continente. En un artículo dedicado al impacto del jefe del Estado norteamericano en los círculos políticos franceses, el vespertino Le Monde recuerda que “esos códigos del populismo trumpista son manejados a la perfección y desde hace mucho por el Frente Nacional”.
Hace un par de décadas, cuando Jean-Marie Le Pen proclamaba en las tribunas “los franceses primero”, el líder frentista suscitaba un rechazo y una indignación generalizados. Ya no. La expresión es moneda corriente. Marion Maréchal-Le Pen, la nieta de Jean-Marie Le Pen, usó la frase como bandera durante su intervención en el Congreso Nacional de los conservadores norteamericanos que tuvo lugar en Maryland, Estados Unidos. Esta joven política francesa miembro del FN hizo un encendido elogio de Trump y de su “America First” para insistir luego en un “France First”. En la tribuna del Congreso, Marion-Maréchal Le Pen dijo: “Quiero en primer lugar una Norteamérica para el pueblo norteamericano, quiero una Gran Bretaña para el pueblo británico y quiero en primer lugar una Francia para el pueblo francés”. La nieta de Le Pen se apoyó en la tan promocionada idea de un país confiscado por los extranjeros. “Al igual que ustedes, quiero que nos devuelvan nuestro país”, recalcó. La hija y actual líder del FN, Marine Le Pen, también había calcado en Francia parte de la metodología de Trump cuando cambió el rumbo de su campaña electoral para las elecciones presidenciales de 2017. Corentin Sellin, especialista de los Estados Unidos y miembro del Instituto francés de Relaciones Internacionales (IFRI) recuerda que Marine Le Pen “imitó a Donald Trump al mezclar los temas de la identidad con los económicos. Al igual que Trump, la candidata del Frente Nacional trató de defender a la clase obrera blanca presentándola como víctima de una globalización sin regulación”.
Donald Trump cuenta con unos cuantos adeptos en Francia, con comités de apoyo y con antenas que repercuten su “pensamiento” cuyo eje consiste en la idea de que occidente está invadido y contaminado por “ellos” (cualquier extranjero). Vivien Hoch es uno de los franceses más trumpistas del país. Este militante católico y profesor de filosofía fundó el comité de apoyo más importante que hay en Francia, también se ocupa de vender productos derivados del trumpismo y de difundir el mensaje de su amo norteamericano. Hoch dice que Trump “reubicó a la civilización occidental con la mejor versión de sí misma”. Sus declaraciones son más bien risueñas al lado del uso que hace de la herencia trumpista la derecha tradicional. Su líder actual, Laurent Wauquiez, se dirige al “país real” con una grosería virulenta que nada tiene que envidiarle a la de su modelo norteamericano. Su propio campo lo compara a Trump, a lo cual Wauquiez responde diciendo que “hoy, cuando alguien habla un poco subido de tono enseguida se lo acusa de trumpisación”. Hay que agregar que este dirigente político que asumió las riendas de Los Republicanos después de la derrota en las elecciones presidenciales de abril y mayo de 2017 se destacó por sus declaraciones trumpistas. Durante una conferencia en una escuela de comercio de la localidad de Lyon, Wauquiez se despachó con una ligereza al mejor estilo del Míster Donald president. Entre otras suavidades, Wauquiez dijo que, en los Consejos de Ministros, el ex presidente Nicolas Sarkozy confiscaba los teléfonos móviles de los miembros de su gabinete para aspirarles todas las informaciones. Agregó que en Francia hay “una dictadura total” y que, durante la campaña electoral, Emmanuel Macron creó “una célula de demolición” para perjudicar a su rival de la derecha, François Fillon. Las similitudes van mucho más allá de las cuestiones retóricas de estilos. Está la utilización de una estrategia antisistema tan exitosa en el caso del jefe del Estado norteamericano. Contra los medios primero, acusados de llevar a cabo campañas perfectamente orquestadas contra un objetivo, y contra el sistema y las elites, ambos unidos en contra del bien común. “El pueblo”, las “clases medias sacrificadas”, son hoy una exclusividad retórica de esta derecha que se inspira en la alt right norteamericana. El trumpismo abrió en Francia una doble guerra: primero, entre la extrema derecha y la derecha de gobierno. Ambas compiten por un electorado al que buscan conquistar con electro-trumpismos. La otra se ubica en el seno mismo de la derecha entre, por un lado, los moderados, autoproclamados “la derecha con credibilidad”, y, por el otro, la “derecha de los decibeles”, es decir, la grosera y ruidosa derecha que le hurta a Trump un par de sus fórmulas. Laurent Wauquiez rompió en Francia el muro de la “palabra política decente” que Nicolas Sarkozy ya había fisurado un poco. Todo puede decirse, en cualquier tono, cualquier mentira, grosería y calumnia pasa bajo el paraguas de “la derecha sin complejos”, del “hablar con la verdad”, del “lenguaje del pueblo”, o la “palabra liberada” contra “la palabra aseptizada de la clase política”. Y la verdad son las narrativas de Trump, su ausencia de retención y de falta de respeto por los demás. Hay un gusto pronunciado por las aproximaciones, la ofensa trumpista, la agresividad retórica y, sobre todo, las verdades dudosas. La derecha y la extrema derecha plantean las próximas citas electorales con el ejemplo y la guía de uno de los presidentes más brutos, ignorantes y arrogantes de la historia democrática del mundo.