Carlos Propato tiene casi 70 años y un nivel de ansiedad que no le entra en el cuerpo. Es uno de los ex delegados de la Ford Motors Argentina que sobrevivió los últimos 40 años solo para cumplir con una meta: contar ante un tribunal en el marco de un juicio oral y público “las cosas que nos hizo pasar una multinacional como la Ford, que no es un tallercito de cuarta”. Propato es uno de los 24 obreros de la planta que la automotriz sigue regenteando en General Pacheco, al norte del Conurbano bonaerense, que fue secuestrado y torturado durante la última dictadura y uno de los 12 que llegó a esta etapa de la lucha por que la Justicia analice las responsabilidades militares, pero sobre todo civiles –el resto ha fallecido–. Su testimonio en el marco del debate oral que sigue el Tribunal Oral Federal número 1 estaba previsto para el martes pasado pero fue pospuesto para principios del mes que viene por cuestiones de tiempo. “Estoy desesperado para que se haga justicia, porque no tenían derecho a hacernos lo que nos hicieron”, apuntó en diálogo con este diario. “Lo que sufrimos no tiene nombre, y todo por reclamar lo que nos correspondía, defender nuestros derechos”, completó.
Propato estaba listo el martes pasado para contar la historia que lo tiene como protagonista. Una historia que recuerda con detalles: que para la época del golpe de Estado del 24 de 1976 era delegado del área de Pintura de la sección Montaje de la Ford Motors Argentina, “un puesto similar al de subcapataz”. Que la mañana del 13 de abril de 1976 fue secuestrado junto a otros cinco compañeros. Que a las 11:15 lo sacaron de su puesto de trabajo unos ocho hombres del Ejército, lo subieron a una camioneta y los llevaron a los seis al quincho, un espacio cerrado improvisado dentro del campo de deportes de la planta automotriz. “Más o menos 11:30 ya estaba instalado en el quincho, esposado, y bajo tortura. No te voy a decir que miré la hora porque estuvimos encapuchados todo el tiempo, pero ahí estuvimos hasta la noche, tipo 10, 11 de la noche, cuando nos trasladaron a la Comisaría de Tigre”. En la comisaría estuvo “40, 45 días”, de ahí fue llevado a Devoto, “celular quinto, celda 136, máxima seguridad, donde empezó otro calvario más grande que el anterior”. Estuvo ahí hasta el 5 de septiembre del 76, cuando fue trasladado a la cárcel de Azul y luego a la de Sierra Chica, “contínuamente bajo tortura”. Ahí perdió el 50 por ciento de un ojo y le quebraron una vértebra. En el 77 lo liberaron.
Pero no pudo declarar ni pudo oír el testimonio de Pedro Troiani, uno de sus compañeros de trabajo en la Ford durante las décadas del 60 y 70 –al ser también testigo no lo tuvo permitido–. El relato de Troiani fue extenso y elevado en detalles también, por lo que el presidente del TOF 1, Diego Barroetaveña, decidió decretar un cuarto intermedio en el juicio –dos de los cuatro jueces, Mario Gambacorta y Osvaldo Facciano, son de Rosario, Santa Fe– hasta el martes 6 de marzo en una demostración más del ritmo cansino que le imprime a la causa. La investigación judicial por las violaciones a los derechos humanos de los trabajadores de la Ford pasó por dos jurisdicciones judiciales y demoró más de una década en considerar responsables de ellas a directivos de la empresa, miepntras que el debate oral tardó otros cuatro años y ahora avanza de a dos audiencias por mes. Llegaron con vida al banquillo de los acusados el ex jefe de Institutos Militares Santiago Riveros y los ex directivos de la empresa Pedro Müller y Héctor Sibilla.
Así, el martes pasado el ex delegado de Pintura de la Ford tuvo que volver a su casa a acumular nervios, a sumar más días a los más de 41 años de espera y a pasar los días “en plena efervescencia”. Le aseguró a PáginaI12 que “fueron 41 años de trabajo y de lucha, de golpear miles de puertas” para llegar a éste, “el momento tan importante”. “Esto es lo máximo para mí porque no es solamente contarle a los argentinos qué nos hicieron por pelear por nuestros derechos”, respondió. “Este juicio va a traspasar las fronteras nacionales y latinoamericanas, será importante para todos los obreros del mundo ya que es la primera vez que trabajadores podrán contar las cosas que les hizo pasar una multinacional, una empresa como Ford que no es un tallercito de cuarta”, continuó y allí, en esa atención que posó sobre el poder de la empresa que no solo permitió el ingreso del Ejército a su empresa, sino que “marcó” a sus empleados y permitió que los torturaran allí mismo desconociendo luego su responsabilidad durante décadas, radica el argumento con el que Propato explicó la demora: “Por eso supongo que se tardó tantos años. Pero no deberíamos demorar más porque este es nuestro último tren”.