Desde Moscú
La fría tarde moscovita de ayer fue irrumpida por la noticia de que el embajador ruso en Turquía, Andrey Kárlov, fue asesinado a balazos durante una exhibición de fotografías sobre las relaciones entre Ankara y Moscú, en la capital turca. El agresor, un exagente especial de las fuerzas turcas, disparó contra el diplomático al grito de “Alá es grande, nosotros morimos en Alepo, ustedes mueren aquí”.
El joven que acribilló al embajador ruso justificó su acción por las “muertes de inocentes en Siria”, en clara referencia a la batalla que el ejército sirio junto a la aviación rusa libra contra grupos de rebeldes en Siria, pero particularmente en la antigua capital económica del país árabe, Alepo. Un combate sangriento que en los últimos meses ha ocasionado la muerte de miles de civiles y terminado por reducir a escombros la ciudad.
El asesinato del diplomático se suma a los fallecimientos de dos enfermeras rusas y un asesor militar a comienzos de diciembre durante un ataque en Alepo y al crimen del piloto ruso ejecutado por milicias opositoras al líder sirio Bashar al Assad después de que su avión fuera derribado por cazas turcos en noviembre del año pasado en la frontera sirio-turca. Una serie de muertes que reflejan los costos cada vez más altos que paga Moscú por su acción militar en Siria.
El presidente ruso Vladímir Putin, tras reunirse con los jefes de los servicios de inteligencia y el Ministro de Exteriores, Sergey Lavrov, afirmó que “Moscú quiere saber quién estuvo detrás del asesinato del embajador.” Por su parte, el vocero del Kremlin, Dmitri Peskov, amplió la interpretación del mandatario ruso al afirmar que el crimen fue “una provocación para socavar la normalización de las relaciones entre Turquía y Rusia y el acuerdo logrado en Siria”. Una visión que compartió el primer ministro turco Recep Tayyip Erdogan quien definió el ataque como una “obvia provocación” para interrumpir las relaciones entre ambas naciones.
En las páginas de los grandes periódicos rusos se leyeron puntos de vista coincidentes con las posturas oficiales de Turquía y Rusia. El comentarista Maxim Yusin, citado por Kommersant, afirmó que es posible que el ataque al embajador se llevara a cabo para “interrumpir la normalización de las relaciones turco-rusas”. Mientras que el politólogo Antón Jashenko, afirmó al diario Izvestia que una posibilidad es que haya sido “un ataque a las relaciones turco-sirias y enredar a Rusia”.
La muerte de Kárlov sucede el mismo día en que el Consejo de Seguridad de la ONU, con el voto afirmativo de Rusia, adoptó una resolución para desplegar un grupo de observadores internacionales que coordine la evacuación de civiles de Alepo.
Un día antes, el servicio de prensa ruso había informado que durante una conversación telefónica, Putin y Erdogan expresaron “mutua satisfacción por la coordinación cercana entre Rusia y Turquía” para promover un acuerdo en el conflicto sirio.
A pesar de la gravedad del hecho, el diálogo entre Ankara y Moscú se mantiene estable. Los jefes de Estado de ambos países acordaron que una división del Comité de Investigación ruso viajará a Ankara para tomar parte en las pesquisas del ataque. Mientras que esta jornada, el ministro de Exteriores de Turquía se reúne con sus pares de Rusia e Irán en la capital rusa, en una cita acordada anteriormente para acercar posiciones en torno a la guerra Siria.
De todas formas, el asesinato renovó las suspicacias entre Ankara y Moscú, a la luz de los enfrentamientos diplomáticos del último año después de que Turquía derribara el avión de combate ruso en el espacio aéreo sirio. En respuesta, Rusia trabó un embargo alimenticio contra productos turcos y prohibió los vuelos chárter turísticos a Turquía. En aquella oportunidad, el líder ruso se había referido al hecho como “una puñalada por la espalda”. En agosto de este año, tras sobrevivir a un golpe de Estado, Erdogan restableció las relaciones con Putin, como una devolución de gentilezas al inmediato apoyo que logró del presidente ruso después del fallido golpe.
Así y todo, Turquía y Rusia mantienen grandes discrepancias respecto de la guerra siria; una de ellas, sobre la figura de Al Assad. En una entrevista a fines de noviembre, Erdogan afirmó que las fuerzas turcas entraron en Siria para poner “fin al tirano” Al Assad. Y aunque luego su portavoz lo matizó asegurando que están centrados en un “mecanismo de transición, más que en un cambio de persona”, Ankara ha apoyado logística y militarmente grupos insurgentes a lo largo de todo el conflicto.
Por su parte, Moscú es el principal sostenedor del presidente sirio. Además de defender la postura siria en la ONU y de haber impedido una intervención militar auspiciada por Estados Unidos tras el supuesto ataque del ejército sirio con armas químicas en 2013, desde que Rusia comenzó una operación armada para apoyar a Siria en octubre de 2015, las fuerzas de Al Assad no han dejado de reconquistar territorios sirios antiguamente en manos de rebeldes. El último y más determinante es precisamente Alepo, por la que clamó venganza el asesino del diplomático ruso.