El Necronomicón fue un libro ficticio ideado por el gran escritor estadounidense Howard Phillips Lovecraft (1890-1937), maestro del terror y de la ciencia ficción literaria. Fue tan fuerte la creencia popular en el engaño, que la idea de un libro mágico que podía invocar a los dioses más oscuros resultó muy veraz para muchos lectores que le escribieron cartas a Lovecraft mostrando su interés por adquirir ese libro, que sólo era producto de la imaginación del genial escritor. Incluso, el Necronomicón fue mencionado en el cuento “El sabueso” (1922) y su presunto autor era un árabe loco que respondía al nombre de Abdul Alhazred que, dice la leyenda, lo había escrito en el año 730. Según Lovecraft, el Necronomicón era un libro de saberes arcanos y uno de los más temibles del mundo, en el que se encontraban unas fórmulas que permitían conectarse con seres sobrenaturales de gran poder que, al ser despertados, podrían adueñarse del mundo. También se señalaba que el Necronomicón era muy peligroso porque las personas que lo habían leído y que habían estudiado sus hechizos, profecías y juicios que habitaban sus páginas habían muerto o se habían vuelto locos. Lovecraft echó a andar la leyenda de que se conservaban cuatro copias completas del Necronomicón, una de las cuales se ubicaba en la Biblioteca de la Universidad de Buenos Aires. La leyenda siguió tras su muerte y llegó a decirse que el mismísimo Jorge Luis Borges había catalogado el Necronomicón en una ficha que estaba en la Biblioteca Nacional, cuando era el director de la institución.
Con tremenda leyenda, que involucra a Buenos Aires, resultaba extraño que ningún cineasta argentino se animara a hacer una película sobre el tema. Hasta que Marcelo Schapces, director de Che, un hombre de este mundo y La velocidad funda el olvido, y productor de Juan y Eva y Pájaros volando, entre otros films, se animó, envalentonado por su pasión literaria y por Lovecraft específicamente. Necronomicón: El libro del Infierno es un film de ficción ambientado en una Buenos Aires lluviosa, donde todo está podrido y lleno de hongos. El largometraje, que se estrena el próximo jueves, muestra a Dieter, un hombre sin edad, que protege desde hace siglos al Necronomicón, para que no sea abierto y conjurado, y así evitar que el Mal se adueñe del planeta. Un ejemplar del libro descansa, oculto, en la Biblioteca Nacional de Buenos Aires. La misteriosa muerte de Dieter lleva a Luis, un simple bibliotecario, a enfrentarse con las fuerzas que acechan al libro, mientras la ciudad parece corroída en un clima apocalíptico. Dieter fue interpretado por Federico Luppi, en su último papel para el cine, mientras que Luis es encarnado por Diego Velázquez (Kryptonita y La larga noche de Francisco Sanctis). El resto de los personajes están interpretados por María Laura Cali (Judith, la hermana paralítica del personaje de Velázquez poseída por los demonios), Daniel Fanego (Baxter, el librero que está detrás del libro), Cecilia Rossetto (la directora de la Biblioteca Nacional) y Victoria Maurette (Mara, la chica joven a quien el viejo Dieter utiliza como vínculo para guiar a Luis como el nuevo cuidador del libro). Y hay un cameo de Juan Sasturain.
Schapces cuenta que su interés por Lovecraft empezó cuando tenía diez años. Ahora tiene 59. “No me acuerdo exactamente cómo, pero mi papá leía muchos policiales y yo había escuchado el nombre de Edgar Allan Poe y de ese autor fue lo primero que leí. A los once años, con mi hermano mayor empezamos a comprar libros de la editorial Minotauro, por Ray Bradbury. Y casi enseguida, cuando tenía once o doce años, apareció la edición de Alianza de Los mitos de Cthulhu, y una reedición de Minotauro de El color que cayó del cielo. Ahí leí Lovecraft por primera vez”, recuerda el cineasta. Schapces no sólo devoraba cuentos y novelas de terror sino que también miraba películas fantásticas y de terror en los ciclos de cine de Super Acción o Cine Fantástico, que se emitía los lunes a la noche por Teleonce. “Leerlo me voló la cabeza. Fue impresionante”, reconoce. Desde entonces, comenzó a buscar libros de Lovecraft y también se animó a ir la Biblioteca Nacional –que, por entonces, estaba en la calle México, en el barrio de San Telmo–, a buscar el Necronomicón. “Borges era el director en esa época. No lo encontré, pero en esas fichas mecanografiadas empecé a buscar varios de los autores que aparecían en Los mitos de Cthulhu, que eran los predecesores o los continuadores de Lovecraft. Y me pasé unas tardes leyendo en la biblioteca o viendo cuáles eran los libros para después tratar de buscarlos en las librerías”. En aquellos años, Schapces recorría “furiosamente” Corrientes, desde la avenida 9 de Julio hasta Callao, una y otra vez, buscando y comprando los libros de esos autores que iba encontrando y pispiando en la biblioteca. “En esa misma época, leyendo Lovecraft, descubrí que él decía que uno de los ejemplares del Necronomicón estaba en la Biblioteca de la Universidad de Buenos Aires. Gracias a la ocurrencia de Borges, que lo mencionaba, y a la leyenda urbana de que el autor de El Aleph lo habría fichado, se pasó rápidamente de la Biblioteca de la Universidad de Buenos Aires –así lo había escrito Lovecraft– a señalar que el libro estaba en la Biblioteca Nacional de Buenos Aires”, explica Schapces. Desde ese momento, el cineasta ya tenía la idea de que había que contar la historia de ese Necronomicón. “Así que esta idea de la película hacía más de cuarenta años que la tenía en la cabeza”, sostiene el director.
–¿Por qué cree que Lovecraft nunca hizo un verdadero Necronomicón?
–En principio, Lovecraft tenía una visión de la posteridad bastante diferente a lo que uno supone o a lo que uno puede imaginar a partir de la explosión pop de los años 60 que convirtió al terror en parte del universo popular masivo. La noción de posteridad de Lovecraft era absolutamente endeble y relativa, como la de muchísimos artistas de aquella época hacia atrás. Por lo tanto, por alguna razón Lovecraft no imaginó que había que darle una entidad real al Necronomicón. El imaginó un cúmulo de libros, algunos pocos reales, pero la mayoría era una gracia entre él y sus seguidores, de inventar nombres entre ellos e incluirse como autores de libros. De hecho, no todos esos libros prohibidos que aparecen en sus relatos son de Lovecraft. Yo creo que no necesitaba que existiera un Necronomicón real escrito. Eso vino posteriormente a través de sus seguidores y, en realidad, que muy posteriormente empezaron a aparecer supuestos Necronomicones tuvo que ver con la fama de Lovecraft, la leyenda y con la globalización de su literatura.
–¿Se llegó a un punto en que Lovecraft provocó más terror con estos engaños que con sus libros reales?
–Probablemente muchos fans se hayan nutrido mucho más de las leyendas posteriores que del origen concreto en Lovecraft y habrá que ver cuántos leyeron sus cuentos y no una versión apócrifa del Necronomicón.
–Sorprende por su filmografía que haya realizado esta apuesta fuerte del género de terror ahora. ¿Era una deuda pendiente?
–Lo que sorprende es que yo haya hecho todas las otras películas antes que ésta. Igual yo convivo permanentemente con Lovecraft, Buñuel, Edgar Allan Poe, Perón, River y siguen las firmas. También el rock nacional, el jazz y Miles Davis. Y el cómic más de autor, Alberto Breccia, los europeos, Milo Manara, Alan Moore, Terry y los piratas, y Superman y Batman. Me estaré olvidando de muchos otros, pero todo eso convive en mí sin ningún tipo de problema.
–¿Cuándo tomó impulso la idea de realizar la película?
–Fue hace unos cinco o seis años. Por otro proyecto que no se llevó a cabo, conocí a Luciano Saracino, un joven guionista de historietas, que también es muy lovecraftiano. Nos encontramos y luego él me presentó a Ricardo Romero, excelente novelista muy afín al género. Les pasé la historia a ellos. Yo quería que otros escribieran el guion. No quería hacerlo yo. No tenía que ser una película de autor donde uno hace todo. Ellos fueron escribiéndolo, lo comentaban conmigo, yo participaba mucho por mi proximidad con la idea principal del proyecto. Nos íbamos pasando las cosas. Después, yo les tiraba algún dato más y se prolongaba en el guion. Y así se fue armando.
–¿Cómo fue el trabajo para componer esta especie de Buenos Aires apocalíptica que tiene la película?
–Tenía en la cabeza una imagen que les trasladé a los guionistas: un guardián del libro, aparente inmortal, que es asesinado al comienzo de la historia, por las fuerzas de los dioses antiguos que tratan de conjurar el libro. Y en el transcurso de la película, Luis, un bibliotecario, es el que tiene que convertirse en el guardián del libro. Y todo eso está sucediendo en una Buenos Aires con un clima apocalíptico o con un clima corroído, donde llueve permanentemente. Eso, que es aludido por el personaje principal, Luis, al comienzo de la película, que habla de un clima de mierda, es algo que yo sabía que tenía que estar y cómo llevarlo a cabo afortunadamente: con dos ilustradores muy buenos. Uno es Aldo Requena, que colaboró con las ilustraciones para el diseño del Necronomicón. Y el otro es Salvador Sanz, actualmente uno de nuestros mejores historietistas. El puso el arte conceptual para la película en cuanto a las criaturas que aparecen y a los climas ambientales, cómo se debería ver esa Buenos Aires en donde hay edificios de San Telmo, de Avenida de Mayo y algunos de otros barrios puestos juntos. Eso fue llevado adelante por Omar Kischinovsky con los efectos digitales. Todo ese concepto general siempre fue supervisado por mí, con un aporte de ellos muy libre.
–¿Fue dificultoso transformar un universo literario en un mundo cinematográfico?
–No, lo difícil es que Lovecraft se basa casi en lo que está fuera de campo, en lo innominado, en lo inconmensurable. Tiene mucha adjetivación de aquello que no puede verse o no puede contarse exactamente cómo es, como lo son sus criaturas y sus monstruos. Por lo tanto, había que centrarse en mostrar poco, en generar mucho clima y en articular una historia que tuviese un basamento literario. Además, yo también soy muy literario y me gustan las historias que están basadas en la literatura, en conceptos vinculados con obras literarias o en ambientaciones y personajes basados en publicaciones literarias. En ese sentido, Saracino y Romero trabajaron muy bien. De hecho, ambos vienen de la literatura y yo me sentí muy cómodo trabajando con ellos en las ambientaciones, con la gente de arte y de los efectos digitales.
–¿Cómo se crea el miedo sobrenatural?
–Depende. La gente tiene miedo a cosas muy diversas. Hay una frase de Lovecraft, que está en el afiche de la película y que tiene que ver con esto. Resumida, la frase señala que el ser humano alienta y alimenta permanentemente miedos y uno de los más antiguos de la humanidad es el miedo a lo desconocido. Por lo tanto, ese es uno de los peores miedos del ser humano. Entonces, trabajamos sobre eso, sobre lo desconocido, sobre lo “otro”, sobre la “ausencia de”, sobre aquello que se infiere y no termina de verse, sobre lo que intuimos, lo que está en la mirada de los personajes, lo que está en sus movimientos. En Alien, el miedo está mucho más en aquello que se está buscando o que se está intuyendo que en lo que se ve cuando finalmente el monstruo aparece. Y lo que hay es una noción del miedo en mi película. Lo que está sucediendo produce miedo: esa lluvia permanente, ese hombre buscando algo que no sabe del todo qué es pero que le han dicho que él tiene que encontrar ese libro. Y todo a su alrededor se le va enrareciendo, se le va transformando y parece que estuviera poseído por algo. Sus amigos, su hermana y todo lo que está alrededor de él se empiezan a convertir en otra cosa. Ese convertirse en otra cosa genera miedo.
–Saracino dijo en una nota que “en Lovecraft está la semilla de todo el cine de terror moderno”. ¿Coincide con esa idea?
–Sí, coincido. Yo creo que está en buena parte de la literatura y del cine de terror moderno. No es concebible Stephen King sin Lovecraft, del mismo modo que no hubiera habido Lovecraft sin Poe. El propio Stephen King reconoce que es muy deudor del universo de Lovecraft, Neil Gaiman es deudor del universo de Lovecraft. Sus novelas y comics fueron llevados al cine. En todo el cine tipo Hellraiser, Re-Animator, Alien mismo –vía Hans Ruedi Giger, el creador de la criatura de Alien–, está Lovecraft. Y, además, el concepto del fuera de campo, del “no vemos pero va a aparecer pronto”, el concepto de un horror que es más tremendo que aquello que podemos mostrar y que nutre paródicamente, sobrenaturalmente y aun juntando ambas cosas. Lovecraft ha marcado el género.