Víctor Buso, el cerrajero rosarino que sorprendió al mundo entero al registrar por primera vez en la historia una supernova, está extenuado pero feliz de continuar divulgando su fascinante descubrimiento. Cree, al menos lo repite todo el tiempo, que la publicación del trabajo publicado en la revista Nature, a partir de la secuencia de fotografías que sacó con su telescopio el 21 de setiembre de 2016, adquiere un significado especial para las personas que buscan cosas pero no lo consiguen. Sentado en el garage de su casa, que con el paso del tiempo se convirtió en un escritorio, Buso compartió vivencias y anécdotas con PáginaI12. Desde el momento en el que fabricó su primer telescopio, su paso por los observatorios de la Biblioteca Vigil y el Colegio Cristo Rey, en Rosario, y su decisión de vender un terreno para montar el observatorio en su casa y realizar el viaje que siempre soñó. Cuando los especialistas de Nature le preguntaron qué esperaba descubrir ahora, Buso respondió: “Es muy posible que siga buscando supernovas y si son tempranas mejor. En el camino de hacer ese trabajo también me pueden presentar el descubrimiento de una estrella nova o bien el de una estrella variable. Dicen por allí que el que tiene suerte tiene que aprovecharla”.
Pasaron pocos días desde que la revista Nature publicó el trabajo basado en el descubrimiento de la explosión de una estrella jamás registrada, y el orgulloso titular del Observatorio Astronómico Busoniano, ubicado en la terraza de su casa en Entre Ríos al 2900, en el barrio rosarino Hospitales, no para de atender los teléfonos que le va acercando su esposa Viviana Biciré, hermana de Fabián, vicerrector de la Universidad Nacional de Rosario (UNR), y docente en el tercer grado de la escuela 1290 Basilicata, en Corrientes al 2900.
En unos días cumplirán 25 años de casados, cuatro más que Camila, la hija del matrimonio que decidió no continuar estudiando en la Facultad de Medicina y ahora trabaja en una perfumería. Buso, que en sus tiempos libres busca supernovas y observa asteroides, cometas y estrellas variables, lleva puestas zapatillas negras de cuero, un jean con botamanga ancha y una remera celeste.
A pesar del cansancio, al cerrajero de 58 años lo vence el sueño y de a ratos bosteza, nunca para de sonreír, a veces a carcajadas. Tampoco deja de repetirle a cada uno de sus interlocutores, periodistas, astrónomos, y hasta los clientes de la cerrajería, que la noticia de su descubrimiento, es “un aliciente para aquellos que trabajan todos los días y no logran sus cosas, que se pueden hacer y lograrlas”.
La intendenta rosarina Mónica Fein ya había pasado a saludarlo. Le mostró el observatorio, conversaron mucho y se emocionaron cuando el cerrajero que abrió las llaves del universo le recordó que su hermana, Marisa Buso, había militado junto a la mandataria socialista en el centro de estudiantes de la Facultad de Bioquímica de la UNR. El sábado recibió al gobernador Miguel Lifschitz y el Concejo Municipal prepara un proyecto para declararlo Ciudadano Distinguido.
Lo llaman desde una radio en Villa María, provincia de Córdoba. Les cuenta que acababa de recibir un llamado de una astrónoma italiana, muy emocionada, por el registro inédito que el aficionado rosarino logró darle a la astronomía. “El dato lo tenemos los argentinos, cuando vayamos a los grandes congresos internacionales se va a parar para aplaudir a nuestros astrónomos por el trabajo presentado”, remarca Buso, y vuelve a disparar una carcajada cuando el conductor del programa le pregunta si cree en los ovnis. “Yo he visto, porque no los identifico, pero de ahí a decir que son marcianos, no lo sé, ojalá tuviera la respuesta a tantas dudas”, contesta.
También lo llaman de una FM de Santa Fe que se llama Halley. Buso no puede creer que le hayan puesto ese nombre. “¿Como el cometa?, qué bueno, así se llama mi cerrajería”, exclama al aire. Los teléfonos no paran de sonar y Buso no deja de asombrarse por los apodos que el periodismo mundial le va colgando por su descubrimiento. A la conductora de un programa de una radio municipal de La Rioja le anticipa que a principios de junio del año próximo estará en Bella Vista, una localidad ubicada en la frontera con Catamarca para observar un eclipse total de sol. A todos les recomienda que visiten su página en Facebook, la pueden buscar como ASTRO ASA, para que vean el resultado de sus trabajos.
También atiende a los astrónomos aficionados que lo llaman para felicitarlo. Le muestra al cronista su teléfono. Tiene 157 mensajes de WhatsApp y otros tantos mensajes de texto sin abrir. Dice que se va a tomar el tiempo de contestarles a todos, a pesar de reconocer que en estos días ante tanta requisitoria “está yendo para atrás” con su cerrajería, en la que todos los días ejerce el oficio heredado de su padre, y que estos días atiende un empleado.
A los 15 años, y tras haber pasado junto a otros adolescentes rosarinos que soñaban con ser astrónomos por el Observatorio de la Biblioteca Vigil, el rosarino que descubrió la Supernova SN2016gkg se fue a trabajar con el padre Rogelio Pizzi para ayudarlo a construir la cúpula del Observatorio del Colegio Cristo Rey.
En el cuestionario que recibió antes de la publicación del trabajo del consejo de investigación de Nature, Buso contó que junto a sus amigos, el padre Pizzi, Gustavo Batallán y Fabián Bustos, descubrieron la variable llamada NSV 19555 en la constelación de la Cruz del Sur. “Pero descubrir y registrar una supernova tan temprana, la más temprana de toda la historia de la humanidad hasta el momento, es algo que me emociona profundamente”, aclaró para que no queden dudas de lo que está sintiendo por estos días.
Una noche especial
“El 12 de setiembre de 2016 yo venía investigando una galaxia que encontraba que no podía resolver alguna estructura y me resultaba sospechosa. Por eso decidí reemplazar mi vieja cámara con una nueva, un 30 por ciento más poderosa. El día 20 la instalo y pruebo sobre esa misma galaxia que estaba investigando, y al final descubro que lo que tenía era un problema de resolución por eso no veía la estructura bien definida y me quedó la sospecha”, cuenta Buso.
Lo que pasó después quedó registrado por todos los medios del planeta. El astrónomo aficionado no quiso girar la cúpula de su Observatorio para no hacer ruido y despertar a los vecinos. En ese espacio de cielo que estaba abierto buscó una galaxia celeste en su computadora, más brillante de la que venía tomando, y eligió por casualidad la NGC 613. Comenzó a sacar imágenes cortas de 20 segundos de exposición consecutivamente y amplió las fotos para ir ganando contraste.
Dice que entre las galaxias que estaban en esa región del cielo, la que eligió tiene una hermosa forma con bucles de nubes brillantes y oscuras, además se encontraba cerca del zenit y poseía un tamaño apropiado para poder resolver algo de su estructura. Luego de varios minutos comenzó a ver un pixel que a medida que iba sumando más imágenes veía más brillante. Se dio cuenta que tenía que llamar urgente a algún observatorio o a un astrónomo profesional. Pero como la mayoría estaba participando de un congreso en Capilla del Monte, decidió contactar a otro aficionado argentino, Sebastián Otero.
Ya habían pasado varias horas de la medianoche pero Otero lo atendió. Por WhatsApp le envió las imágenes del objeto que había descubierto y dieron el alerta internacional. Después precintó el telescopio, siguiendo con los protocolos. “La alegría fue tan grande que salté de algarabía y me emocioné mucho. En ese momento me di cuenta por qué yo de tan pequeño me preparé tanto en esta hermosa ciencia que es la astronomía”, les contó a los especialistas de la revista Nature.
Como estaba cansado, le pidió a su amigo José Luis Sánchez, otro astrónomo aficionado, jubilado del Centro de Cómputos de la Municipalidad de Rosario, que siguiera fotografiando la galaxia. Sánchez también estaba cansado y decidió acostarse. Pero le costaba conciliar el sueño por lo que su amigo había registrado.
“No le puedo fallar a Víctor”, dijo Sánchez. Entonces se levantó y subió al Observatorio montado en su casa para seguir fotografiando la galaxia. El apoyo a su amigo le valió estampar su firma junto a la de los investigadores de la Universidad Nacional de La Plata, Marisa Bersten y Gastón Folatelli, los doctores en Astrofísica Omar Benvenuto y Mariana Orellana, y el doctor en Astronomía, Federico García, hijo de Jaime, un entrañable amigo aficionado a la astronomía que vive en Mendoza ex director de la Asociación Americana de Estrellas Variables.
En la antesala de su Observatorio, Buso tiene encuadrada la foto de una noticia, que él mismo escribió al poco tiempo de saber que el equipo argentino comandado por los investigadores de la Universidad de La Plata había comenzado a trabajar en su descubrimiento, y que colocó debajo de otro artículo, en ese caso real, que escribió un periodista científico español en la revista Astronomía. “Fue muy perspicaz y publicó la nota después que emitimos el alerta internacional”, apunta Buso e invita al cronista a conocer el telescopio.
Federico jugó un rol fundamental en la historia del descubrimiento. Quería saber lo que Buso había logrado. Lo llamó al padre y le preguntó si le parecía posible que su amigo rosarino le envíe las imágenes para analizarlas. Aunque el astrónomo rosarino conocía desde chiquito al hijo de su amigo, que por ese entonces estaba realizando un doctorado en Francia, no fue fácil tomar la decisión. Buso tenía un compromiso para enviárselas a un reconocido astrofísico estadounidense, que trabaja en la Universidad de California. El padre del investigador era israelí pero había vivido en la Argentina. En un perfecto castellano, el investigador estadounidense contactó al aficionado rosarino por mail, después del alerta que Buso envió el 21 de setiembre de 2016 sobre el descubrimiento, para pedirle las fotos.
“Le contesté que no tenía problemas en mandárselas y le envié una captura de pantalla con el listado de los nombres de los archivos con la referencia de la hora en que fueron obtenidas las imágenes de la supernova. El tema es que no sabía cómo enviárselas, cada imagen tiene 32 megas, pero pasaban los días y no me contestaba. En eso me llamó Federico y me preguntó si se las podía mandar porque tenía dos compañeros que eran especialistas de la Universidad de La Plata y estaban trabajando en Japón. Ellos convencieron a su jefe japonés para apoyar la investigación. Yo les hice prometer que lo iban a publicar para que no quedara en un cajón, siempre quise que lo publicara un argentino”, se encarga de destacar Buso.
Al domingo siguiente se comunicó con Federico por Skype porque necesitaba saber cómo enviar las imágenes. Eran muchas y pesadas. Pensó en invertir 500 pesos en la compra de un pendrive para mandarlas por correo. Finalmente, el hijo de su amigo le abrió un espacio en el servidor de la computadora de la Universidad Nacional de La Plata para mandarlas por internet. “Estuve cinco días transmitiendo imágenes, dejé la máquina funcionando las 24 horas”, recordó. “Unos días después me llamó el investigador norteamericano, pero ya les había enviado las fotos a los chicos de La Plata. Ya me había llamado el jefe del Conicet de la carrera de Astronomía para decirme que los datos eran impresionantes y que todavía no llegaban a comprender las fotos que había sacado. Me dijeron que les llevaría entre cinco y seis meses hacer el trabajo pero que no pararían hasta publicarlo en Nature”, agregó el cerrajero que registró por primera vez la explosión de una estrella.
Buso se siente orgulloso de haber sido parte de la investigación publicada el miércoles pasado en Nature, el primero de un equipo completamente argentino, un trabajo de 60 páginas que pasó el filtro de cinco árbitros, los mayores especialistas del mundo. A ellos les dijo que estaba impresionado de ver a los mejores exponentes en la materia de la escuela de mi país “tan contentos y alegres de haber contribuido al conocimiento humano de algo hasta ahora no detectado, no visto, no registrado, de algo que está en el limbo del saber de nuestra especie. Me llena de un orgullo y de una humildad que, supongo, es algo muy parecido a lo que han sentido los grandes hombres y mujeres de nuestra historia y que han dado lo mejor de ellos, simplemente por nada”.
Lupas, latas y plastilina
De su padre metalúrgico, aprendió a ser cerrajero. Su madre, que era cosmetóloga, lo estimulaba al regalarles las lupas que desarmaba cuando se iban las clientas. A los 11 años, con latas de tomate y de cera, y las lupas pegadas con plastilina construyó su primer telescopio en la casa del barrio Las Delicias. “A la noche me ponía a mirar el cielo. Cuando vi con ese telescopio casero, que tenía variaciones cromáticas por todos lados, que en el fondo de las Tres Marías había cientos de estrellas, me auto prometí que iba a ser astrónomo, también fue un 21 de setiembre. Cuesta decir estas cosas, pero creo en las coincidencias”, dice Buso, visiblemente emocionado.
El otro dato que recorrió el mundo fue que el astrónomo rosarino vendió un terreno en el 2013 para terminar de armar el telescopio con el que registró su fenomenal descubrimiento. Pero también organizó junto a su esposa el viaje a Europa, con un recorrido especialmente diseñado que incluyó las visitas a las tumbas del alemán William Herschel, quien descubrió la galaxia NGC613, y del italiano Galileo Galilei, sus adorados astrónomos. “Fueron observadores natos”, resume.
“Estuve feliz todo el viaje –recuerda Buso– pero cuando entramos a una basílica y la guía nos dijo que estábamos frente a la tumba de Galileo empecé a llorar incansablemente de la emoción mientras pensaba: ‘están todos esos huesitos ahí adentro, la puta que lo parió, con todo lo que pasaste para poder convencer a la gente de lo que viste’”.