Fernando Brizuela y Andrés Toro presentan en estos días sendas muestras en la galería Cecilia Caballero, bajo la sigla N.O. Tal negación remite a las Nuevas Obras de ambos: Brizuela en la planta baja y Toro en el subsuelo.
Brizuela (1971) presenta cuatro conjuntos de acuarelas que se corresponden con cuatro series en las que estuvo trabajando durante este último tiempo: la primera, una galería de treinta y tres cuadros yuxtapuestos, de veinte por veinte centímetros cada uno, en los que se ven otras tantas bocas en primer plano, retratadas en el momento exacto en que pronuncian la palabra “no”. Negaciones rotundas, reafirmadas en el título de la serie: No es no.
Se trata de un “no” resistente, politizado, no sólo contra la violencia y el control que se ejerce contra los cuerpos, sino también contra el cinismo del “Sí, se puede”, que sirve para endeudar, recortar, expulsar, quitar, reprimir, con la finalidad de transferir rápida y fluidamente todos los recursos posibles de abajo hacia arriba.
La serie de los “No” de Brizuela también podría pensarse como un homenaje a la artista Graciela Sacco, recientemente fallecida, y a su larga serie Bocanada, en la que a través de estampillas, afiches y carteles, se exhibían bocas que remitían al grito, al hambre, a la protesta, al dolor; incluso, también, a la palabra contestataria, como metáfora de la resistencia y la necesidad.
Enfrentada a la serie No es no, se muestra otro conjunto de acuarelas (de 66 x 66 cm cada una) que retratan a monos y homínidos, en distintos grados de evolución. La serie se titula Gabinete y, según explica el propio artista, busca retratar a los ministros de los diferentes gobiernos latinoamericanos que últimamente vienen gestionando la quita de derechos y la transferencia de recursos tan poco virtuosa, desde la base hacia la punta de la pirámide. Se trata de un gabinete gorila genérico que podría evocar en parte al relato de Kafka “Informe para una Academia”, donde el académico informante es un mono muy educado y locuaz.
Al fondo de la sala, un par de coronas de plantas y flores acompañan tangencialmente la política visual de las demás series, con reminiscencias que cruzan tanto el matiz funerario como el imperial.
El cuarto conjunto, MUNPA (Museo Nacional de Plantas Alucinógenas), está conformado por una serie de acuarelas, una maqueta, y unas fotografías que por vía psicodélica resulta ser el más político de los conjuntos del artista. Se trata de la imagen del inmenso pabellón abandonado que se construyó en el cerro tucumano San Javier, como parte de un gran proyecto de ciudad universitaria por parte de la Universidad Nacional de Tucumán (UNT), en momentos del gobierno de Perón, interrumpido definitivamente a partir del golpe de 1955.
El MUNPA, cuyo director es, por supuesto Fernando Brizuela, es una utopía –que incluye el cultivo de marihuana en la terraza– que el artista resume así: “En los Andes argentinos, en el cerro San Javier de la provincia de Tucumán, se diseñó en 1947, durante el primer gobierno de Juan D. Perón, uno de los más ambiciosos y osados proyectos universitarios de nuestra historia. Desfinanciada y abandonada completamente después del golpe de 1955, una inmensa estructura de hormigón permanece olvidada en la montaña. En un giro utópico y transformador, el siglo XXI depara un propósito para aquella ciudad universitaria imaginada por el botánico Horacio Descole, convirtiendo sus terrazas en el primer mega cultivo de marihuana de la Argentina, en el marco del la ley 27350, que regula el uso medicinal de la planta de cannabis”.
En el subsuelo, Andrés Toro (1974) juega con el espacio transformándolo en una instalación sobre el célebre concepto platónico de la caverna y sus temas: el conocimiento, el saber, la relación entre los sentidos y la razón, el poder.
El artista (que, como Brizuela, también es montajista de exposiciones), construyó un grupo de cuadros/cajas en los que, con guantes de latex blancos y negros, presenta con humor y poder de síntesis, imágenes tan contundentes como metafóricas sobre temas derivados de la alegoría de Platón.
En el centro de la sala, un viejo televisor “proyecta” un video artesanal y (ex profeso) precario, en el que se ven las sombras de distintos grupos de elementos cotidianos y vulgares (como, por ejemplo, cuchillos de cotillón) que giran de manera más o menos concéntrica. Frente al televisor hay vetustas butacas de cine, porque la caverna platónica se usó modernamente como una prototeoría cinematográfica.
El primer objeto que recibe al visitante en el subsuelo, al pie de escalera, casi como un aleph borgeano (pasado por el filtro del arte conceptual) es un mingitorio/fuente de luz: algo así como la transformación de la obra de duchampiana en un sucedáneo platónico, a un siglo de su realización.
En el texto que acompaña la exposición, Aldo Ternavasio (docente e investigador de la Escuela de Cine, video y TV de la UNT) dice que “de todos los hilos que entrecruzan las obras de Fernando Brizuela y Andrés Toro, me gustaría tirar de uno, el hilo de la caverna. ¿Qué es la caverna más allá de cualquier alegoría? Una oquedad, una vejiga que se abre en el cuerpo del mundo liberando el espacio de resonancia necesario para que todo “NO” se acelere hasta alcanzar su velocidad de escape. Nuevas Obras lanza un NO tras otro, como piedras rasantes sobre la superficie del lago de la hipocresía. Las ondas de la belleza y de la risa se expanden en él, creando los proliferantes patrones de interferencia donde la potencia de la vida multiplica su intensidad. Esto sería, sucintamente, Nuevas Obras”.
* En la galería Cecilia Caballero, Montevideo 1730, hasta fin de marzo. Entrada libre gratuita, de lunes a viernes, de 14.30 a 19.