Con un concierto dedicado a obras de Leonard Bernstein, comienza el Ciclo de abono 2018 de la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires. Mañana a las 20 en el Teatro Colón, la formación dirigida por Arturo Diemecke interpretará tres obras del gran director y compositor norteamericano, a quien este año se recuerda por el centenario de su nacimiento. Sinfonía Nº 2 – La edad de la ansiedad, con la participación de la pianista norteamericana de origen chino Claire Huangci, Suite On the Town y Danzas sinfónicas de West Side Story, articularán un programa que da cuenta del amplio universo expresivo por el que transitó Bernstein, figura sobresaliente en la música en el siglo XX y emblema de cierto pensamiento progresista norteamericano que a tuvo arte y parte para mover, hacia la década de 1950, los epicentros tradicionales del arte occidental, y hacer de Nueva York una capital de la cultura global.
Director de orquesta, compositor, pianista, pedagogo y comunicador, Bernstein (1918-1990) supo concentrar los múltiples frentes de su actividad en la figura de una especie de showman distinguido y atractivo, un encantador capaz de hacer de toda música un acontecimiento impostergable. Mientras del otro lado del océano Herbert von Karajan, un salsburgués picado de nazismo, cultivaba sus laureles en alianza con la pujante industria del disco, Bernstein, de familia judía rusa emigrante, usaba la TV para difundir conocimientos. Entre 1958 y 1972 grabó para la CBS más de cincuenta conciertos comentados junto a la Orquesta Filarmónica de Nueva York, en los que explicaba argumentos de la música clásica con léxico beisbolístico. Con esa capacidad de comunicación, que lo distinguió siempre y en todos lados, creó un público distinto, que se sumó al universo de las músicas de tradición académica.
Extrovertido y narcisista, el personaje fue suficientemente de izquierda para despertar simpatías y forzadamente anticomunista para no despertar sospechas –debió declararse como tal, bajo presión, en 1953–. El cigarrillo entre los dedos nunca era el último y el vaso de whisky al alcance de la mano siempre era el segundo para aquel americano imperfecto que en tiempos insospechados osó comparar la música de The Beatles con los sagrados acordes de compositores muertos. Por supuesto tuvo palabras y gestos en contra del Apartheid en Sudáfrica y la guerra en Vietnam y a favor de los derechos de los negros en su país, entre otras causas civiles de su tiempo. Escribió un libro de regocijo contagioso que llamó La alegría de la música y un ciclo de canciones infantiles para soprano y piano que tituló ¡Odio la música! Ofreció numerosos ciclos de conferencias y clases magistrales en universidades como Harvard y Brandeis y fue artífice de iniciativas como el Instituto Filarmónico de Los Ángeles.
Bernstein fue el primer director de orquesta nacido en EE.UU. que logró proyección internacional. Debutó en 1943, a los 25 años, reemplazando a último momento a Bruno Walter al frente de la Filarmónica de Nueva York. Más tarde, en 1958, sucedió a Dimitri Mitrópulos como director titular para impulsar hasta 1969 lo que para muchos fue la época dorada de esta orquesta. Aunque no fue su fuerte, también supo marcar hitos en la ópera: en 1946 dirigió el estreno estadounidense de Peter Grimes, de Benjamin Britten, y sus versiones de Medea de Luigi Cherubini y La Sonnambula de Vincenzo Bellini de 1953 en el Teatro alla Scala de Milán, con María Callas, quedaron entre lo más valioso de la fonografía de la época. En 1966 debutó en la Ópera Estatal de Viena dirigiendo Falstaff de Verdi, con puesta en escena de Luchino Visconti y Dietrich Fischer-Dieskau como protagonista. El registro de esa producción fue un éxito discográfico, pero sobre todo el comienzo de sus relaciones con la Orquesta Filarmónica de Viena, que a partir de 1970 fue su segunda orquesta y con la que grabó muchas obras que ya había grabado con la Filarmónica de Nueva York, incluyendo la integral de las sinfonías de Beethoven, Gustav Mahler –de quien fue un tenaz y temprano defensor–, Brahms y Schumann. También se comprometió con el repertorio contemporáneo y entre muchas otras cosas estrenó la Sinfonía Turungalila de Olivier Messiaen (1949), la Sinfonía nº2 de Charles Ives y la Sinfonía nº5 de Werner Henze (1963). En tanto desarrolló su propia trayectoria creativa, que entre la ópera, el ballet, el musical, la música para cine, sinfónica, sacra y de cámara, de alguna manera es un sumario, no siempre bien acabado, de múltiples experiencias.
Sinfonía Nº 2 – La edad de la ansiedad, obra central del concierto que dará la Filarmónica, es uno de esos momentos de profunda sensibilidad que jalonan la producción de Bernstein. Estrenada en 1949 por Serge Koussevitzky y el mismo compositor en el piano, la obra se articula en dos partes, cada una dividida en tres secciones, precedidas de un prólogo, y despliega un notable juego de contrastes. Es un concierto para piano liberado del virtuosismo en sentido clásico, sostenido a partir de una intrincada serie de variaciones y contenido en la idea posromántica de sinfonía. Está inspirada en el poema homónimo de W. H. Auden, en el que cuatro individuos solitarios –tres hombres y una mujer–, entre la incertidumbre de las doctrinas de seguridad y la voracidad de las grandes ciudades, se encuentran en un bar de Nueva York. La solista será Claire Huangci, pianista formada con Eleanor Sokoloff y Gary Graffman en el Instituto Curtis de Filadelfia y con Arie Vardi en la Universidad de Hannover. Por primera vez en Buenos Aires, llega con los antecedentes de ser ganadora del Concurso Internacional Chopin de Darmstadt en 2009, del Concurso Chopin de Miami en 2010, además de un Segundo Premio en el Concurso International de Música ARD en 2011.
Las obras que completan el programa reflejan otro aspecto de Bernstein, el de la tradición de Broadway. La Suite On the Town recoge momentos de la comedia musical derivada del ballet Fancy Free, de 1944: dinámica de boogie–woogie, sentimentalismo de balada y apariencia de jazz. Mientras que la Suite de danzas de West Side Story es una de las tantas formas en las que la música de una de las comedias musicales más celebradas de todos los tiempos adquirió ciudadanía en las salas de concierto. El mismo año en que fue llevada al cine, 1961, Bernstein elaboró una suite orquestal en nueve movimientos que reflejan el desarrollo argumental de esa cautivante actualización de Romeo y Julieta a través de los conflictos urbanos de Nueva York, entre las bandas sharks y jets. Se prefigura así un programa atractivo, para celebrar a un músico entrañable, un director genial y un compositor omnívoro. Leonard Bernstein, una buena idea para comenzar la temporada de la Filarmónica.