Estas Historias picantes, bella promesa, pero ¿de qué? De textos clínicos y otras cosas más, ¡esperemos que así sea! En efecto, intenté limitarme a la clínica, y no por gusto o capricho, sino más bien por necesidad, pues el psicoanálisis llega mucho más lejos.

Neurosis, psicosis y perversión ‑con sus diversas subclases‑ sólo constituyen su horizonte restringiéndolo. La clínica se detiene, a lo sumo, en lo que cabe llamar lo particular, que es común a algunos, mientras que el psicoanálisis trata al sujeto en el punto donde éste ya no se asemeja a nadie, donde su singularidad es más fuerte. Si bien el saber clínico constituye una muy bonita herramienta, nunca deja de sólo una herramienta que, como tal, está subordinada al uso que le damos.

El diagnóstico, por ejemplo, es uno de sus instrumentos privilegiados, pero no un fin en sí mismo. Dicho en otras palabras, el psicoanálisis sirve para producir la singularidad de quien se confía a nosotros por un tiempo, y no para acomodarla en sus categorías previas. Sigmund Freud ya se preocupaba al respecto cuando recomendaba al analista olvidar, con cada nuevo paciente, lo que le habían enseñado los anteriores. De igual modo, un síntoma inédito era capaz, según él, de poner en tela de juicio todo el edificio clínico anterior.

 

* De la "Obertura" de Historias Picantes. Traducción Gerardo Arenas. Navarin/Le Champ Freudien‑Grama Ediciones