Cuando se prepara para una pelea entrena 8 horas por día. Sus brazos parecen las piernas de un futbolista pero los lleva con la elegancia de quien nació con ellos, como si no fueran el resultado de un trabajo continuo y esforzado. Camina por la calle y la gente la mira, le habla, la abraza, es una ídola popular sin el reconocimiento mediático que merece: Alejandra “Locomotora” Oliveras es pentacampeona mundial de boxeo pero nunca salió en la tapa del diario. Sin embargo, no siente rencor. Sabe que ser una mujer exitosa en un deporte de hombres tiene su precio, pero quiere dar vuelta la pelea para apropiarse de un espacio que siente que nos pertenece a todas: el de la lucha, en el ring y en la vida.
Nació en Jujuy, en un pueblito que se llama El Carmen, pero cuando tenía un año su familia se trasladó al sur de Córdoba, así que de Jujuy no recuerda nada. En Córdoba vivían entre Río Cuarto y La Carlota, en medio del campo, un pueblo chico que se llama Alejandro y ahí se crió junto a sus siete hermanos. “Mi infancia fue hermosa, mi papá nos crió muy unidos, no había diferencia entre varones y nenas: él tenía un taller mecánico y nos mandaba a soldar, a ayudarle a engrasar los motores, a cambiar una cubierta de un camión, lo acompañábamos en los viajes, manejábamos los camiones. Hubo una época en la que se dedicó al campo, a trillar maní, y eso es tremendo porque había que coser los bolsones de 30 kilos de maní con una aguja e hilos grandes y tirarlos al campo donde había ratas, y nosotras íbamos las tres hermanas mujeres, yo de 13, mi hermana de 14 y mi otra hermana de 10 y estábamos con las bolsas hasta las 3 de la mañana, después nos íbamos a dormir, nos bañábamos e íbamos a la escuela. Era un trabajo muy duro y los chicos en la escuela se me reían, me decían “bolsera” porque yo cosía bolsas para ayudar a mi papá y poder comer. Yo pensaba “algún día les voy a demostrar que soy mucho más que una bolsera”. Siempre tuve ese dolor porque en la escuela me burlaron mucho. Mirá el tiempo lo que hizo: ahora todos ellos me miran por televisión y muchos no muy lejos han llegado” dice.
Sos bolsera pero del ring.
–Sí. La bolsera es pentacampeona y es única en el mundo así que les dedico mi triunfo a todos los que se reían de mí.
O sea que vos ya encaraste la adolescencia entrenando porque me imagino que todo ese trabajo te dio fuerza y destreza.
–Totalmente. Una mujer, una nena, puede hacer lo mismo que un hombre. Es la cultura la que dice que la mujer en la casa pintándose las uñas y el varón afuera trabajando, pero eso es falso. Estamos ahora mismo charlando y afuera hay unos tipos trabajando en el asfalto, ese trabajo lo podría hacer tranquilamente una mujer, cualquier mujer puede hacer el mismo trabajo que un hombre. Es el pensamiento lo que nos ata, pero es mentira: las mujeres tenemos la misma fuerza, la misma resistencia y la misma inteligencia, y a veces más que un hombre. Por eso yo lucho por la igualdad y estoy convencida, y lo he comprobado a lo largo de tantos años en los gimnasios, entrenando, que una mujer hace lo mismo que un hombre si se lo propone.
Muchas veces se dice que las mujeres tienen menos fuerza, menos capacidad de desarrollar fuerza que los hombres.
–Es mentira. Yo siempre digo y lo compruebo en mis clases de aero box y de boxeo: pongo mujeres y hombres. El varón me abandona, no resiste, le falta el aire, la mujer tiene más resistencia, sigue, aguanta, y cuando se propone cambiar su cuerpo, por ejemplo, lo logra más rápido que un hombre, porque no afloja. A cualquier edad.
¿Todavía puedo cambiar mi cuerpo?
–Vos podés hacer con tu cuerpo lo que quieras. Si querés transformarte en una súper musculosa lo podés lograr, si querés ponerte finita como un palo también, si querés darle formas: una puede transformar su cuerpo como quiera.
Igual vos tenés una disciplina férrea.
–Eso es verdad. Son muchísimos años ininterrumpidos de gimnasia, a mí no me regalaron el cuerpo ni los cinco títulos mundiales, ni los compré en una juguetería. Son muchos años de dieta especial, de gimnasio, de acostarme temprano, de levantarme a la madrugada a correr, de mucho esfuerzo: esto no es un juego. El boxeo implica pelea y para recibir un golpe tenés que estar preparada y ésa tal vez es la parte más difícil. Tenés que estar con el cuerpo al cien por cien porque tenés que pegar y no dejarte pegar. Tu cuerpo y tu mente tienen que estar alineadas, desde las puntas de los pies a la cabeza.
¿Cómo siguió tu vida después de la escuela?
–Fui mamá muy jovencita, me enamoré a los 15 años y me jugué al amor. Mi corazón está lleno de pasión y cuando yo quiero algo lucho por conseguirlo. Tuve mi primer hijo a los 15 pero me fue muy mal. Era un tipo agresivo, tenía diez años más que yo, no le gustaba trabajar y me pegaba cuando se enojaba. Hasta que un día yo me dije “¿Por qué no puedo defenderme?”. A escondidas empecé a hacer gimnasia, a entrenarme, a hacer flexiones de brazos, abdominales; realmente me hice fuerte. Y un día lo enfrenté. Cuando me pegó, lo empujé, le pegué, yo con mis brazos, y cuando vi que rebotó como tres metros y se cayó de culo, ahí me di cuenta de que yo podía defenderme, que yo también tenía fuerza. Ese día me separé. Hice un clic en mi cabeza y pensé “la mujer no es más débil, sólo tiene que proponerse ser fuerte”. Después me volví a la casa de mis padres y conocí al padre de mi segundo hijo pero también me separé. Y decidí quedarme sola. Hoy mis hijos tienen 24 y 20 años y son mi orgullo.
A zapallazo limpio
Alejandra tenía que sobrevivir y mantener a sus pibes. Era muy desenvuelta y se metió en la radio del pueblo “de caradura nomás”. Fue abanderada y lee muy bien, además de tener una voz imponente, entonces se ofreció como locutora y quedó fija. Hacía móviles, informes, noticias en vivo, contaba chistes, leía el diario. “La gente se re copó y me puse de moda en el pueblo.” El día que Tyson salió de la cárcel dijo, como quien dice algo para divertir al público, “cómo me gustaría ser como Tyson”. Jamás había hecho boxeo, ni siquiera había gimnasio en el pueblo pero el cerebro le dictó esas líneas sin masticarlas demasiado y así fue como por arte de magia se apareció un entrenador que, de casualidad, estaba en ese momento en Alejandro, escuchando la radio donde quien pronto sería Locomotora, vociferaba sus ganas de ponerse los guantes. “Me escuchó tan entusiasmada que vino a la radio y dijo “¿Quién es la que dijo que quiere pelear? ¿Sos vos?”. Así fue que al mes armó un festival de boxeo en el pueblo. “Me entrené debajo de un árbol con una bolsa. Venía un gaucho a caballo, nunca voy a olvidarlo, le decían Pinino porque era petiso, se ponía los guantes y así con las bombachas hacía guante conmigo. Te juro que era un show. Y cuando llegó la semana de la pelea me agarró un cagazo”, cuenta. Pinino le hizo de sparring y Alejandra se entrenaba para pelear con una que peleaba en la calle. “En el pueblo me conocían todos así que pensaba que podía pasar un papelón. Ahí fui a hablar con mi papá, quien me acompañó toda mi carrera prácticamente. Le dije ‘papá, tengo miedo, me van a cagar a palos y después se me van a reír en el pueblo. Yo no sé pelear’ y me dijo ‘mirá osito, si realmente tenés este sueño, te vas a arrepentir de no haberlo hecho pero nunca de haberlo intentado’. Eso me dio la fuerza para decir ‘lo voy a hacer’.” Fue un evento esencial para el pueblo. Lo cubrió la radio donde ella era locutora y Alejandro se vació para rodear el ring que la vio nacer como boxeadora. “Vinieron de pueblos rurales, de pueblos vecinos. Me llamaban a la radio y decían ‘mirá que aposté un cajón de cerveza, más vale que ganes’. Cuando sonó la campana me explotó el corazón, ahí me di cuenta de que eso era lo mío. Cada vez que suena la campana siento esa adrenalina de saber que tenés alguien adelante, con los guantes puestos, y te está esperando para pelear, en términos deportivos, por supuesto, con reglas, pero para ganarte cagándote a palos, noquearte si puede. Esa adrenalina es única.”
En ese relato de empoderamiento es que Locomotora nace como boxeadora. Le dio una paliza a la rival “zapallazos, como podía”, dice ahora entre risas y se decidió a entrenar y a aprender la técnica. Buscó un entrenador y se tuvo que mudar con sus dos hijos, sola, a Río Cuarto y empezó a trabajar en gimnasios para mantenerse, siempre entrenando. Tenía 20 años. “Hice un instructorado en aeróbico y en aerobox, eso me dio muchas herramientas deportivas. Empecé a dar clases y con eso alimentaba a mis hijos. A los 22 años hice mi primera pelea amateur, ganaba 60 pesos por round y las zapatillas valían 180 entonces si no hubiera dado clases me hubiera muerto de hambre”, cuenta.
En 2005 Alejandra se fue a vivir a Córdoba y se convirtió en peleadora profesional, después de 44 peleas amateurs y de haber ganado un campeonato en la Federación Argentina de Boxeo para ser parte de la Selección. Pero la sacaron. “Hicieron un campeonato para elegir la mejor, lo gané y me sacaron por una injusticia. En el boxeo no podés elegir a otra porque es más linda porque en el boxeo la belleza no tiene nada que ver. Pero bueno, así fue, por acomodo o por lo que sea, pusieron a una chica que había perdido con la que había perdido conmigo. Después, en la primera pelea frente a una japonesa perdió. En fin. Yo lloraba esa noche porque nunca me dieron una explicación, fue muy doloroso que me sacaran pero ahí yo decidí hacerme profesional.” En 2006, Locomotora peleó con la gran Jackie Nava, campeona del mundo mexicana, y se quebró la mano. La tuvieron que operar porque sufrió una triple fractura, le pusieron dos clavos para llevar el nudillo a su lugar porque peleó cinco rounds con la mano rota. Y le ganó por KO con la mano izquierda. “Fue un dolor tremendo. Es la pelea que más recuerdo, que más me pega en el corazón, porque estaba sola, en otro país, frente a miles de personas que me hacían fuck you, me gritaban ‘Viva México’ y demás. Pero la noqueé.”
Hoy en día Alejandra tiene 38 peleas profesionales desde 2005. Ganó su primer título mundial Súper Gallo de la WBC el 20 de mayo de 2006 en Tijuana frente a Jackie Nava por KO en el octavo round. Tenía apenas siete peleas profesionales hasta ese momento, era una principiante. “Me llevaron para que Jackie ganara, ella era la estrella. En ese momento ya estaba en el hall de la fama como la mejor boxeadora del mundo. Ella y Laila Ali, y yo la noqueé en su propia casa. El único KO que tuvo Jackie Nava en su carrera fue el mío”, dice. El segundo cinturón lo ganó de la mano de Amilcar Brusa, quien fue entrenador de Monzón, y sacó quince campeones mundiales santafesinos. “Un maestro, un padre para mí. Y fue un orgullo haber sido entrenada y adoptada por él, porque me tuvo dos años viviendo en su casa. El nunca había entrenado mujeres porque decía que no teníamos condiciones, hasta que me conoció, me vio entrenar y me dijo ‘yo te voy a sacar campeona’. Después de un año y tres meses tuvimos la oportunidad de un título mundial, en otro peso, y ganamos por KO en el cuarto round.” Fue en Río Cuarto, ante la colombiana Liliana Palmera, actual campeona mundial, el 12 de agosto de 2011.
El 5 de enero de 2012, Alejandra obtiene el título mundial de peso pluma de la WBO, al vencer a Jessica Villafranca, una mexicana de 18 años (“en México hay una tradición muy fuerte de boxear, a los 9 años ya están peleando”, dice) en San Antonio de Areco, también por KO en el quinto round. “Ya Amílcar Brusa había muerto, con 89 años. Fue un golpe muy duro para mí, que me sentía súper confiada cuando lo tenía a él en el rincón, por la confianza que le tenía. El me dejó este mensaje: ‘te puede traicionar un tipo, una amiga, un familiar, pero nunca te va a traicionar el gimnasio. Si te ganan es porque dejás de entrenar. Y es así. Cuando estoy triste entreno, cuando tengo ganas de llorar, entreno. Me saco el dolor, me saco la bronca. Te cambia la vida entrenar. Nosotras somos las más golpeadas, las más discriminadas, nosotras somos las que nos cuesta todo el doble o el triple, y ganamos menos que los hombres. Así que en el gimnasio te hacés más fuerte. Y si estás fuerte enfrentás las cosas de otra manera. Si estás fuerte es porque te querés, no vas a dejar que te lastimen. Estar fuerte es luchar contra la violencia de género”.
Además si podés salir corriendo, esquivar un golpe o devolverlo incluso, estás protegida.
–Y siendo mas fuerte podés ser más feliz también, porque no tenés miedo. ¿Sabés qué lindo es salir a la calle sin miedo?
Y con ese lomazo quién va a tener miedo…
–No, pero cualquier persona…
¿Cómo es salir a la calle para vos?
–La gente me pide fotos, autógrafos, me dicen cosas lindas, y a mí producir eso me encanta, que me quieran a su manera pero que me quieran, me saluden, eso me encanta. Además yo soy coqueta, me gusta sentirme bien, me peino a la mañana, me pinto y así me siento bien.
El 11 de octubre de 2013, Alejandra obtiene su cuarta corona mundial, esta vez de peso ligero de la WBC, al vencer a la colombiana Lely Luz Florez, noqueadora, en Santo Tomé, también por KO en el séptimo round. Con este título, Alejandra se transforma en record Guinness. El 8 de abril de 2017 vence en diez rounds por puntos a la mexicana Lesly “La Explosiva” Morales en la ciudad de Cutral-Co, Neuquén, y se consagra como campeona mundial superpluma de la WPC y obtiene su 5º título.
¿Por qué te dicen Locomotora?
–Porque en el primer entrenamiento me decían “eh nena, parecés un tren, te llevás todo por delante”. Y yo dije “no soy un tren, soy una locomotora”. Así que en mi caso me bauticé yo misma.
Tus títulos mundiales no salieron en la tapa de ningún diario…
–No. ¿Y por qué? Por ser mujer. Si fuera un hombre, saldría en todas las tapas y noticieros. Jamás tuve el reconocimiento de los bomberos que te llevan a pasear por todo el pueblo, yo pensaba que cuando volviera a mi ciudad iba a tener un homenaje, algo, y jamás lo tuve. Lo importante es ganar y saber que representé a mi país, estoy en la historia del boxeo internacional. Pero lo del reconocimiento duele.
Si fueras hombre serías millonaria.
–Multimillonaria. Tengo cinco títulos mundiales, igual que Mayweather, y los mismos pesos que él. Y el ganó sus títulos por puntos, yo por KO. Siempre en las mismas categorías que Floyd. Entonces yo tendría que tener esa plata, pero por ser mujer, no tengo ni el uno por ciento.
Todo está en la cabeza
Sus hijos se han quedado solos de muy chicos, por eso aprendieron a cocinar y a cuidarse entre ellos. El mayor, Alejandro, era como el papá de Alexis. Cuando Alejandra volvía de entrenar ya estaba el arroz listo y una pechuguita de pollo en la plancha y ella recuerda eso y se emociona, a veces se lo reprocha, en ese gesto de culpa del pasado que sienten las madres cuando la infancia de sus hijos fue dura pero con la tranquilidad de que salieron bien, enteros de la tormenta. “Estoy orgullosa de ellos porque me bancaron. Yo no podía ir a los actos escolares, siempre estaba peleando o entrenando, y hoy son dos pibes sanos, no boxean porque lo sufrieron mucho: yo llegaba de trabajar en cinco gimnasios y aparte entrenaba, a veces llegaba y me dormía del agotamiento por ahí sin decirles ‘te quiero’ pero ellos siempre me bancaron. Yo los mantenía completamente, pero ellos podrían haber hecho cualquier cosa de su vida y sin embargo siguieron mi ejemplo. Estoy muy agradecida. Los dos son personal trainer, uno también es modelo. Viven en Córdoba, conmigo. Yo me reparto entre Córdoba, Santa Fe y Buenos Aires.”
¿Quién es tu ídolo máximo del boxeo?
–Myke Tyson, porque es un animal, un salvaje. Con una sola piña podía derribar al rival. Cuando le arrancó la oreja a Hollyfield yo lo entendí porque el otro era sucio, lo empujaba, le daba codazos, entonces reaccionó cuando ya estaba harto. Y yo soy así: voy al frente en la pelea, y en la vida. Yo prefiero morir arriba del ring a tirar la toalla. Doy mi vida por el deporte.
¿Ahora que el feminismo está pisando tan fuerte, no está mejorando la situación de las mujeres en el boxeo?
–Soy la única boxeadora campeona que lucha por nuestros derechos. Las demás, tal vez por miedo, no lo hacen, porque si hablan les van a bajar el pulgar como me lo bajaron a mí. Yo me tuve que abrir de las entidades que son tan nombradas, me fui a la WPC porque el monopolio del boxeo (la Federación Argentina de Box) me bajó el pulgar cuando yo empecé a quejarme, a decir, por ejemplo, “no tengo casa”. Esa es la mafia del boxeo. Pero cada vez hay más boxeadoras y eso va a meter presión, porque cada vez más se animan. Las bolsas (el pago por pelea) es desigual: yo he peleado títulos mundiales por 9 mil pesos. Y de ahí te queda la mitad, porque el entrenador te saca el 25 por ciento, el sparring otro tanto, hay que pagarle a un nutricionista... Yo soy campeona mundial actual de la WPC y como no tengo promotor que me robe, soy mi propia promotora, entonces me pagan la bolsa a mí, limpia. Este año voy a pelear sí o sí, quiero hacer una pelea histórica, el sueño de mi vida: a 12 rounds de 3 minutos como los hombres (la mujer pelea 10 rounds de 2 minutos, en todo el mundo). Esta va a ser la primera pelea a 12 rounds, demostrando que nosotras podemos pelear lo mismo, para que no haya excusas y digan “ustedes ganan menos porque pelean menos”. Se dice cada pavada, en un momento se decía que el cerebro masculino pesaba más que el nuestro, o que nosotras teníamos una costilla menos. Qué machistas de mierda. Dicen “feminismo es lo contrario de machismo” y no es así, es defender nuestros derechos, no ir atrás del varón. En el boxeo la mujer usa una coquilla para proteger los huevos y a nosotras nos obligan a usar coquilla también, ¡una ridiculez! ¡Entonces que ellos usen pechera! Está todo mal pensado, todo desde la cabeza de los hombres.
Además entrenás mujeres, muchas con historias duras que quieren empoderarse a través de la autodefensa.
–Yo estoy haciendo una gira por todo el país desde el año pasado, dando charlas motivacionales a todo el público en general. Enseño que la salud es lo más importante y que hay que pelear por los sueños. Mujeres que empiezan a entrenar pero mujeres que quieren ser abogadas o quieren aprender a defenderse si lo necesitan. Más de una vez vinieron mujeres o me escribieron por Facebook para decirme que quieren aprender a defenderse: mujeres que son golpeadas, que están deprimidas, que tienen problemas, y yo les puedo cambiar la vida, con una palabra de aliento y con el empoderamiento de que entren a un gimnasio. De hecho una mujer que yo entrenaba, madre, golpeada durante muchos años, cuando fortaleció su cuerpo se animó a separarse, que es lo mismo que me pasó a mí. Consiguió trabajo y salió adelante. No es que de un día para el otro se le puede golpear a un tipo, menos si te pegó durante muchos años. Es muy difícil, se necesita mucha preparación y vencer el miedo, un miedo que nos inculcaron desde muy chiquitas, a que nosotras no podemos, no sabemos, no tenemos fuerza, pero se puede empoderar la mente a través del cuerpo sin necesidad de pensar en entrenarse para matar al otro. Pero cualquiera en tres meses si entrena puede tener una fuerza abismal, y sin dejar de comer rico. Hay que saber cuidarse pero no matarse.
Alejandra estuvo seis meses al frente de Entrenando con la Locomotora en CN23, para quien no pudiera pagar un gimnasio y quiera entrenar desde su casa. Sentadillas con la silla, una frazada para hacer abdominales, objetos como pesas: “que la gente se cope entrenando en casa sin gastar”, dice y agrega: “A mí me encantaría tener un programa en un canal de aire y que todo el país entrene conmigo. Pero mi gran sueño es llevar a las mujeres a lo más alto. Que cambie la cultura machista, he recorrido el mundo y en todos lados es igual, y quisiera reinvidicar nuestro lugar, en todos los aspectos: deportivo, social, cultural, que las mujeres sepan que somos iguales y que los hombres tomen conciencia de nuestro valor”.
Agradecimientos: Bauen Hotel, que aloja a Locomotora hace años y es su sponsor.
Facebook: Alejandra Locomotora Oliveras.