El represor Luciano Benjamín Menéndez, que murió el martes a los 90 años, fue uno de los principales referentes que tuvo la última dictadura argentina entre 1976 y 1983, lapso en el que además de cometer delitos de lesa humanidad procuró influir en el fútbol local. Menéndez era aficionado de Talleres de Córdoba, equipo que actualmente cumple una gran campaña en la Superliga argentina donde se ubica segundo detrás de Boca.
Hace 40 años Talleres estuvo a solo diez minutos de consagrarse por primera vez en su historia campeón argentino. El 25 de enero de 1978 derrotaba 2-1 como local a Independiente, que jugaba con tres jugadores menos después de ser expulsados. Cuando el resultado parecía sellado, Independiente alcanzó un empate heroico con un gol marcado por su máximo ídolo, Ricardo Bochini, y así logró el título que correspondía al campeonato de 1977.
El periodista argentino Claudio Gómez reconstruyó aquella final en el libro El partido rojo, editado a fines de 2017 por Planeta. “Antes de empezar el partido, Menéndez estuvo en el vestuario del árbitro Roberto Barreiro y ahí pidió reunirse con los entrenadores de cada equipo y los presidentes de los clubes”, recordó Gómez en una entrevista con la agencia dpa.
Durante el partido, el árbitro sancionó –según Gómez– un penal polémico y un gol marcado con la mano para Talleres, además de expulsar a tres futbolistas de Independiente: los defensores Enzo Trossero y Rubén Galván, y el volante Omar Larrosa, que ese año integraría el seleccionado argentino campeón mundial.
“Menéndez, que era amo y señor de la dictadura en Córdoba y de otras nueve provincias, quería utilizar los éxitos de Talleres como propaganda política para llegar a la presidencia del país”, explicó Gómez. Dos años antes de la final ante Independiente, el 24 de junio de 1976, Menéndez organizó un partido amistoso entre Talleres y un equipo integrado por oficiales, suboficiales y soldados del III Cuerpo del Ejército a su mando. El encuentro se disputó en el campo deportivo de la IV Brigada de Infantería Aerotransportada de Córdoba. Luego del partido, futbolistas, dirigentes y militares compartieron una comida.
Menéndez había prometido al presidente de Talleres, Amadeo Nuccitelli, que si el equipo cordobés derrotaba a Independiente impondría su nombre como candidato a presidir la Asociación del Fútbol Argentino (AFA). Un año después de la final, quien asumió la presidencia de la AFA fue Julio Grondona, que se encontraba al frente de Independiente y permaneció como máximo dirigente del fútbol argentino durante 36 años. En ese lapso también llegó a ser un influyente directivo del fútbol mundial hasta su muerte en 2014.
“Grondona siempre le agradeció a Bochini su gol frente a Talleres porque le había permitido llegar a la AFA”, comentó Gómez. Tras la frustración deportiva de Talleres, Menéndez continuó siendo uno de los principales exponentes de la cruenta dictadura que dejó 30.000 desaparecidos, según los organismos defensores de los derechos humanos.
Ya en democracia, fue juzgado por los crímenes cometidos en el ámbito del III Cuerpo del Ejército, con sede en Córdoba. En los diferentes procesos judiciales llevados a cabo había recibido 13 condenas a prisión perpetua.
Solo en “La Perla”, emblemático centro clandestino de detención y torturas que funcionó en la ciudad de Córdoba, se calcula que fueron asesinadas 2.200 personas.
Con el paso de los años el gol anotado por Bochini en la final frente a Talleres significó, según Gómez, “un acto de resistencia involuntaria contra la dictadura” militar.
Bochini, de quien Jorge Valdano dijo que “era Woody Allen jugando al fútbol”, convirtió “un gol imposible, de ficción. Un gol que no podía haber ocurrido, pero ocurrió”, finalizó Gómez.